Meritocracia: ¿Mito o realidad?
Que la meritocracia sea un mito no quiere decir que quienes estén en situaciones menos privilegiadas no deben intentarlo. Todo lo contrario, el hecho de que nada es mérito exclusivamente es una gran oportunidad.
De las historias que tuve oportunidad de conocer, y de viva voz, durante las pláticas que impartí en MIT, recuerdo la de Ricardo –estudiante latinoamericano que, luego, sería la primera persona de origen indígena mexicano en graduarse de un doctorado en MIT–.
Su historia, desde luego, es sumamente inspiradora: un chico de Oaxaca –el segundo estado más pobre de México–, de una familia de muy bajos recursos y en vulnerabilidad, como la gran mayoría de las personas de origen indígena es ese país.
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Recuerdo que en alguna de nuestras charlas me contó que para poder estudiar la licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de México tuvo que salir de su casa, sin trabajo, y con apenas una beca cercana a los setenta y cinco dólares mensuales debía comer, vestir y vivir.
Gracias a la generosidad de sus compañeros, podía rentar una habitación de lámina y más o menos comer. Era muy común verlo pasear por Ciudad Universitaria con huaraches y un poncho –vestimenta característica de su etnia zapoteca que lo acompañó incluso en los fríos inviernos de Cambridge–.
Hecho: Ricardo es un genio, dotado de un talento abrumador y una voluntad de acero. El tipo de personas que MIT siempre está buscando.
El MIT tiene un proceso de admisión ciego. No pregunta al aplicante si cuenta o no con los recursos para pagar los costos de estudiar en la que ha sido la universidad número uno del mundo por más de 10 años. En este contexto, Ricardo fue aceptado por su enorme talento, su capacidad y sus propios méritos.
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Hasta aquí todo apunta a que la historia de Ricardo encaja a la perfección en el mitológico sistema meritocrático. Sin embargo, siendo realistas, historias como la de Ricardo es la excepción que confirma el mito.
Para que la máxima de la meritocracia se cumpla; es decir, que aquellos que alcanzan altas posiciones de jerarquía social, económica, académica, empresarial, etc. lo hacen por sus propios logros, implica una serie de condiciones imposibles de encontrar en todos los sistemas socioeconómicos que predominan actualmente.
Un estudio llamado Talent versus Luck: The Role of Randomness in Success and Failure demostró que, dentro del espectro demográfico de las personas en situación de privilegio, el rol de la suerte (o aleatoriedad en términos matemáticos) es mucho más importante que su talento para alcanzar el éxito.
La meritocracia asume que todos empezamos la carrera en el mismo punto de largada, o en el mismo piso del metafórico edificio que constituye el sistema. Sin embargo, Ricardo empezó en el piso quince del subsuelo.
MIT intenta que una vez dentro de la universidad, las condiciones del sistema sean pareja para todos, siendo uno de los sistemas más meritocráticos que se pueden encontrar.
Dicho esto, no hay forma de que el sistema tome en cuenta las condiciones emocionales con las que Ricardo tuvo que lidiar durante sus años de doctorado. Su familia seguía siendo pobre y su mamá sufría la vulnerabilidad que la sociedad y la economía mexicana le marcaron por generaciones a los pueblos originarios.
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Ricardo, como innumerables otras personas llenas de talento que logran convertirse en un bug del sistema, sigue ligado emocionalmente a las condiciones que dejó atrás. No solo arranca 15 pisos más abajo, sino que carga una mochila emocional que ninguno que nace en el privilegio del sistema tiene que portar.
El pobre no es pobre porque quiere y aquellos que salen de la pobreza son excepciones; por eso, contamos sus historias.
El Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, en su libro El precio de la desigualdad, señala que 90% de quienes nacen en la pobreza mueren en la misma condición por más esfuerzo que hagan, mientras que 90% de los que nacen en riqueza mueren más ricos, aunque no hayan hecho esfuerzo alguno comparable con el que hacen los pobres para salir de la pobreza. Este es otro dato que da por tierra la teoría “meritocrática” y la del “esfuerzo personal”.
A las personas más privilegiadas, mas no ricas, les gusta la idea de creer que lo que logran es exclusivamente debido al mérito propio. Las personas en pobreza tienen una percepción de los hechos mucho más cercano a la realidad: nadie logra nada por mérito únicamente propio.
El estudio Capital social I: medición y asociaciones con la movilidad económica, de Harvard, Stanford y la Universidad de New York, encontró que los niños pobres que se relacionaron con amigos ricos tenían ingresos al menos 20% más altos que otros niños pobres que no se relacionaron con ricos. Una de las conclusiones del estudio es que tener relaciones con amigos ricos es incluso más importante que asistir a la universidad.
Por su parte, Matthew Jackson, de la Universidad de Stanford y uno de los autores principales del estudio, explica que “Las personas obtienen oportunidades laborales, información y normas de comportamiento de sus redes y, por lo tanto, sus resultados dependen en gran medida de sus amigos y conocidos”.
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Hay decenas de estudios científicos que demuestran no solo que la meritocracia es un mito, sino que también es un pensamiento sumamente peligroso. Porque esta idea le hace creer al menos privilegiado que si no lo logra es porque no se esforzó lo suficiente, y al que lo logra que lo hizo por su propio talento y capacidad únicamente.
La meritocracia puede ser usada como una excusa para justificar privilegios jerárquicos sin tener que lidiar con la culpa de perpetuar el sistema que los dota de estos.
Que la meritocracia sea un mito no quiere decir que quienes estén en situaciones menos privilegiadas no deben intentarlo. Todo lo contrario, el hecho de que nada es mérito exclusivamente es una gran oportunidad. Intentarlo no es garantía de que lo lograrán; pero, no intentarlo garantiza que siempre vivirán bajo las mismas condiciones.
Para los que están en privilegio el mensaje de la ciencia es que se debe hacer consciencia de que no es mérito propio estar donde se está, sino de una conjunción de factores, incluyendo la suerte, que le permitieron llegar a esa posición.
Su responsabilidad social es construir los mecanismos que permita a los millones de seres humanos talentosos como Ricardo, romper con las condiciones que los han mantenido en las sombras del sistema.
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