Mansplaining y el canto de las sirenas
¿Se quiere progresar? Una acción crucial es permitirles a las mujeres hablar. Sus voces no son el canto de las sirenas.
Una nueva forma de segregación aparece en el ámbito social y profesional: el mansplaining.
Es un doloroso sesgo para controlar nuestras expresiones, delegar los significados y pensamientos que verbalizamos, minimizar la percepción que tenemos del mundo, condenarnos al ostracismo verbal.
La nueva mordaza es una herramienta del machismo que tristemente se normaliza y ubica a las mujeres en un plano de inferioridad.
Entre las prácticas tradicionales de menoscabar el valor, trascendencia e innovación de las opiniones e ideas de las mujeres, está el mansplaining o explicación condescendiente. Se trata de un recurso empleado para ubicar a las mujeres a un plano secundario.
Conductas aparentemente inocuas, como terminar las frases de una mujer que explica algo, conllevan un poderoso mensaje de minusvalía: “ lo que dices es predecible”, “puedo explicarlo mejor”, “resulta insustancial esto”.
En los medios de comunicación, salones de clases e incluso tertulias sociales, es común observar esa conducta. Prácticamente no se permite hablar a las mujeres. Ellas deben soportar una intermediación constante y directa.
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Restar valor a las mujeres
“Los hombres me explican las cosas”, es un libro de Rebecca Solnit, que al presentar su libro encontró que los hombres “trataban de explicar el ensayo que escribí. Parecía una escena surrealista”, menciona la también editora estadounidense.
Eso sólo es un ejemplo en la conducta masculina: ellos asumen que deben explicarle a una mujer las cosas, aunque ella sepa más del tema.
Este “maltrato encubierto” a veces es inconsciente, fruto de una cultura sexista que infravalora la experiencia y capacidad de las mujeres.
El mansplaining, que se compone de las palabras man (hombre) y explaining (explicar), es cuando el hombre interrumpe a la mujer para explicarle algo por considerar que no sabe, aunque ella sea una experta en el tema.
A veces la mordaza se limita a concluir la frase de una mujer o “explicarle”.
Pero existen prácticas más degradantes, como reírse de su opinión o ser mordaz. Son otras formas de agresión verbal. Tratar de restar valor e importancia a lo que ella puede decir o sentir. Es desestimar su perspectiva.
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Un grave problema cultural
El fenómeno de mansplaining debe entenderse como un problema cultural que la sociedad, empresas e instituciones educativas deben erradicar.
De manera inmediata, esta práctica genera que las colaboradoras se sientan reducidas y minimizadas, pero también genera graves consecuencias para las carreras de las mujeres.
Al mismo tiempo, elimina potenciales contribuciones y enriquecimiento de propuestas e ideas y establece sesgos que limitarán innovaciones e intraemprendimiento.
Por ello, los líderes deben prestar atención a cuándo, dónde y por qué tienen lugar los comportamientos que cuestionan la competencia, es decir, el mansplaining.
Otras acciones recomendadas incluyen auditorías de observación de reuniones.
En ellas se localizan comportamientos de discriminación de género y capacitación que se enfoca en cómo plantear dudas sobre el trabajo de otros de manera adecuada.
Vale mencionar entre las prácticas perniciosas o sexistas de mordaza verbal al manterrupting, cuando el hombre interrumpe a la mujer hombre interrumpe lo que una mujer para obtener el uso de la palabra y que la conversación gire en torno a él.
Otros tipos de violencia
El gaslighting, por su parte, se refiere a un tipo de violencia emocional muy sutil, a través del cuál se manipula a una persona para que dude de su percepción, de su memoria o de su propio juicio. Puede bastar un “¿estás segura?” o “¿qué estudios hay al respecto?” o frases similares.
En tanto, el bropiating sucede cuando un hombre se apropia del crédito o de las ideas de una mujer.
La condescendencia, en suma, genera distintas maneras de orillar a las mujeres a callar, a no salir de un ancestral reducto doméstico, a asumir que el hombre es quien detenta siempre datos más autorizados y es quien debe explicar el mundo.
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La voz de las mujeres importa
En la medida que logremos identificar las prácticas que nos delegan al silencio o se apropian de nuestras ideas, podremos generar soluciones sociales.
Lo más peligroso de la segregación y discriminación es cuando no nos percatamos que se ejerce, cuando asumimos que es una costumbre y normalizamos el abuso.
Ahora, en la medida que una mujer hable, opina, disienta y aporte, las organizaciones incrementan su poder a través de más y mejores ideas, logro de soluciones, ruptura de silos y una visión más holística de distintas materias.
Por otra parte, la equidad de género está imbricada en el desarrollo empresarial, heterogeneidad de equipos de trabajo y capacidad de resiliencia operativa. ¿Se quiere progresar? Una acción crucial es permitirles a las mujeres hablar. Sus voces no son el canto de las sirenas.