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Las escuelas de negocios entre la diversificación y el acoplamiento

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La diversificación de las escuelas de negocios, en función de las demandas de sus entornos, debe alejarse de la producción en serie, de la generación de ejecutivos robots y de la implantación de un determinado software mental para colonizar las mentes.


Acoplarse o desacoplarse

“Ser o no ser, esa es la cuestión”. La hamletiana frase puede servir de inspiración a cualquier disyuntiva. “Acoplarse o desacoplarse, esa es la cuestión”: es la frase del momento ante las tensiones geopolíticas, que afectan a todas las esferas de la convivencia humana.

Las crisis se traslapan y nos obligan a replantearnos asociaciones, estrategias y metas. La acumulación pavorosa va de la debacle financiera de 2008, a la emergencia sanitaria global, pasando por el surgimiento de los neo-totalitarismos, autoritarismos y populismos belicistas, con el consiguiente desquebrajamiento del orden internacional, de las cadenas productivas y del paradigma globalizador.

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La crisis de la desglobalización ha producido diversos fenómenos. Desde los retóricos y especulativos, hasta los que llevan a cambiar localizaciones, estrategias y activos.

Se trata de una desglobalización light. Se rompe con el dogma de la uniformidad, de la obsolescencia de la idea del estado-nación y del rendimiento como máximo principio de la gestión de la economía, la política y la gobernabilidad mundial.

Durante décadas las escuelas de negocios han sido fervientes abogadas de la globalización, de un internacionalismo melifluo y de un multiculturalismo funcional con el modelo neoliberal imperante.

En muchos aspectos las escuelas de negocios se han uniformado: necesitan de los primeros puestos en los rankings para sus estrategias de comercialización; ofrecen los mismos cursos, los mismos instrumentos de análisis y los mismos criterios de evaluación, y prometen experiencias variadas a través del turismo académico y de los intercambios de estudiantes.

Todo para asegurar un modelo genérico y funcional, que esconde la ausencia de originalidad y pensamiento propio, detrás de las cuotas de género o de origen étnico.

También para las escuelas de negocios está llegando el tiempo de buscar un nuevo anclaje. De replantearse todo un conjunto de dogmas y paradigmas que han sostenido estructuras burocráticas y aparatos costosos, cuya eficacia en la formación de las personas puede tener poco o nulo impacto.

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De la dependencia al desacoplamiento

La producción se hizo dependiente de los costos más bajos: en tierra, en mano de obra, en consideraciones sociales o medioambientales. Esto aunado a la especulación financiera produjo grandes ganancias, y la universalización de un modelo de vida consumista. Hoy los consumidores tienen miedo, se vuelven cautos y la espiral inflacionaria nos vuelve a amenazar.

La soberanía energética y alimentaria, la seguridad en los suministros o la disponibilidad de los recursos estratégicos obligan a un nuevo juego geopolítico. Y aparecen los nuevos términos de la desglobalización.

El decoupling o desacoplamiento con China, para recuperar competitividad y margen de maniobra. El reshoring y el onshoring para emprender el regreso de la producción al solar natal. Y finalmente el friendshoring que favorece las cadenas de suministros con países aliados o supuestamente amistosos.

El desacoplamiento de las cadenas productivas por la pandemia, la guerra y la lucha por la hegemonía global, vuelven a poner en el centro a la producción cercana y local, que este en el propio vecindario geopolítico y geoestratégico. Se trata de buscar alternativas, de diversificar proveedores y también clientes, de atender a mercados que necesitan ser potenciados.

Las escuelas de dirección de empresa, en esa tesitura, tienen que revisar sus modelos de homogenización global.

No se trata de un desacoplamiento del mundo globalizado, pero sí de volver a lo propio, a la que tiene que ver con la realidad más primaria y próxima. Sin abandonar la visión globalizadora -pues no se trata de volver a sistemas autárquicos imposibles-, hay buscar lo que es propio: la confección de un currículo académico, de programas y de herramientas pedagógicas que sean más relevantes para los países en los que se opera.

Frente a los modelos de consumo masivo, estereotipado e indiscriminado, las propuestas de las escuelas de dirección tienen que singularizarse y distinguirse, en un mundo que hoy se preocupa más por los valores del sentido, de la identidad y de lo peculiar que supone lo hecho a medida.

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Personalización y diversificación

La reformulación de la globalización lleva a que empresas, organizaciones y países, y desde luego las escuelas de negocios se tomen en serio la redefinición de sus misiones y actividades, para re-enmarcar y redimensionar sus modelos de operación y gobernabilidad.

En particular, las escuelas de dirección y buen gobierno tienen que rediseñar sus itinerarios formativos, conjugando la calidad y la pertinencia de las enseñanzas con las necesidades del entorno.

Hay buscar el acoplamiento personal del participante o estudiante como sujeto del proceso educativo, y lograr una sistematización operativa del conocimiento que lo vuelque al hoy y ahora de las comunidades en las que opera, para poder acoplarse socialmente.

Acoplar la responsabilidad individual con las condiciones de vida, con las necesidades y sentimientos y con los desafíos y retos de la sociedad circundante.

No se puede estar bordando modelos, estrategias y políticas que suponen un mundo fantástico, por su unidireccionalidad al consumo indiscriminado. Se trata de ofrecer soluciones rentables, a los problemas que atañen a las vidas de las personas y sus comunidades.

Hay que dar un salto hacia adelante, para entender que no se trata de clasificar a las escuelas de negocios por los rankings de diversidad, por el número de ‘papers’ que producen sus académicos, o por los salarios promedios que obtienen sus egresados.

Se trata ahora evaluar a esas escuelas por la contribución que están haciendo a que tengamos una sociedad realmente educada, en la que el liderazgo de los responsables económicos y políticos haga, en la práctica, una diferencia en la vida de sus conciudadanos.

Se trata de evaluar el aumento de valor político y social que producen en la vida de sus egresados, y en las comunidades a las que sirven, sin aislarse sólo en lo económico.

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Hay que investigar más ampliamente con criterios antropológicos y sociológicos las implicaciones de los modelos educativos de las distintas escuelas de negocios, para liberarlas de la uniformidad globalizadora y acercarlas a la inteligencia y el corazón de las personas, que son las que de verdad hacen la diferencia.

La diversificación de las escuelas de negocios, en función de las demandas de sus entornos, debe alejarse de la producción en serie, de la generación de ejecutivos robots, de la implantación de un determinado software mental para colonizar las mentes.

Las escuelas de negocios tienen el reto de modelar soluciones específicas a las necesidades educativas, del contexto social en el que se inscriben. Se trata de proporcionar conocimientos y habilidades y de fortalecer las capacidades para el ejercicio de la autoridad y el liderazgo, impulsando el desarrollo del pensamiento propio, del pensamiento crítico y del pensamiento condicional.

Que los participantes y estudiantes puedan discurrir con un pensamiento propio permitirá que la diversificación -que procede de contextos y situaciones variadas-, logre el acoplamiento con el bienestar global, que sigue siendo esencial para la sustentabilidad y el crecimiento justo e inclusivo. Las asimetrías pueden no ser un lastre, sino una llamada a generar desarrollos que sean rentables en función de los mercados a los que se sirve.

Tenemos que alinear las expectativas por un mundo más justo y equitativo, con la necesidad de la productividad, el crecimiento y la generación de valor, de tal suerte que se reduzcan las tensiones que produce una vida de opulencia desacoplada de las condiciones generales de vida de la población.

La disyuntiva no es entre diversificación y acoplamiento. Las contribuciones originales siempre abren espacios y oportunidades. Integrar la diversidad con la complementariedad ha sido siempre la fórmula del orden que lleva a la paz, pues ésta no es sino la ordenada concordancia.

Parafraseando a Hamlet, no se trata de acoplarse o no acoplarse, sino de la lograr que las identidades distintivas se conjuguen. La diversificación y el acoplamiento garantizan una contribución más rica, plena y llena de sentido para los individuos y sus comunidades, de la que todos puedan disfrutar.

La diversificación sin el acoplamiento es mezquina e insolidaria, el acoplamiento sin las contribuciones distintas y diversas es imposible.

Las escuelas de negocios o se acoplan aportando lo que tienen de diverso y original -en función de las sociedades a las que sirven-, o se mimetizan de manera inconducente.


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Felipe Mario González Felipe Mario Gonzalez Presidente del Centro de Emprendimiento, Gobernabilidad e Innovación (CeGI); Decano de Entorno Político y Social IPADE, Miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad Panamericana. Profesor invitado del Colegio de Defensa Nacional; IBERGOP; INAP; PAD, INALDE, IAE Business School; La Trobe University; Regents’s University London.
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