Liderazgo Capital Humano Actualidad

El poder de la decepción

Es preferible seguir aprendiendo de nuestras experiencias negativas para mejorar, reforzar y compartir esos aprendizajes, en lugar de caer constantemente en la trampa de nuestras propias expectativas o en las de los demás.

Burcu Kadipinar 14 Jun 2024

Entender la diferencia entre sentirse decepcionado y estar decepcionado puede tener un impacto muy positivo en nuestra vida, aunque parezca lo mismo.

Para empezar, sentirnos decepcionados resulta más favorable que estar decepcionados, ya que lo primero describe un estado efímero, es decir, temporal, mientras que lo último describe un estado aferrado a una sensación negativa que persiste y se repite en nuestra mente de manera no constructiva.

Publicidad
Publicidad

Tomando en cuenta esta diferencia, valdría la pena regresar en el tiempo y contemplar con detenimiento cuáles han sido las decepciones que hemos sufrido y las que han sido de naturaleza temporal para entender mejor la persona en quien nos hemos convertido en el aquí y ahora.

Sin embargo, esto no es una tarea fácil, ya que volver a pensar en situaciones de decepción es volver a pisar una tierra muy vulnerable en nuestra mente.

Por lo tanto, me gustaría proponerles un paso menos invasivo hacia este trabajo interno.

Las emociones de tus colaboradores son un recurso de gestión laboral

Sí, la decepción causa dolor

¿Qué les parece pensar en los momentos en los que nosotros hemos decepcionado a alguien en primer lugar?

Definitivamente, pensarlo de esta manera no nos dolerá tanto como cuando la situación es viceversa y, al mismo tiempo, nos ofrecerá un gran entendimiento de las mentes que nos han decepcionado.

Una vez en el campo de dicho entendimiento, podemos generar desde allí mismo una empatía necesaria e incluso compasión para cuidar nuestra paz interior en cualquiera de las dos situaciones adversas y, lamentablemente, muy comunes.

Comúnmente, cuando somos los que decepcionamos a otro ser, nos culpan o nos atacan, la mayoría de las veces acompañado de palabras hirientes que se vuelven cada vez más agresivas bajo el ritmo de un enojo incontrolablemente rápido, que se aumenta a la velocidad de las lágrimas de la frustración que golpean el tambor de nuestra paciencia y tolerancia.

En consecuencia, quien haya cometido un error, si es que sea el caso, al no cumplir con las expectativas de la persona, reacciona para defender su punto de vista o se queda en silencio por no saber qué decir o por no crear más conflictos.

Pero lamentablemente, ofrecer a la persona lastimada este tipo de silencio, aunque parezca en ese momento el camino más sabio, no ayuda a la situación, mucho menos a la persona que se está rompiendo por dentro por el dolor que le causa la decepción.

Sí, la decepción causa dolor, un dolor tremendamente profundo y agobiante, muchas veces paralizante.

En consecuencia, perdemos nuestro equilibrio y, en muchas ocasiones, dependiendo de la gravedad de la situación, nuestro bienestar.

Quien está decepcionado se cubre en las noches ante el frío de sus emociones con sus propios pensamientos negativos que resuenan una y otra vez en su mente:

¡No me merecía eso! ¿Por qué me hizo esto? ¿Por qué me dijo aquello? ¡Ya sabía que no era digno(a) de mi confianza! ¡Cómo pude haber confiado en ella/él! ¡No puedo creer que haya hecho esto! ¡Sigo sin entender por qué tuvimos que vivir eso!, etc.

La rueda de este tipo de pensamientos sigue girando mucho tiempo, causando emociones negativas y una actitud negativa, sea mental, verbal o físicamente.

Esta rueda es muy difícil de parar y nadie nos enseña cómo lidiar con uno de los estados mentales más fuertes que es la decepción.

Intensamente 2: Ansiedad, Aburrimiento, Envidia y Vergüenza, ¿cómo manejar tus emociones en la oficina?

En mi libro “Me entiendo, te entiendo” dedico uno de los capítulos a la importancia de cuidar nuestras expectativas.

Crear expectativas no es soñar, sino firmar un contrato de desilusiones infinitas con la vida misma, considerando el hecho de que ni la vida ni mucho menos las personas que nos rodean son perfectas, empezando por nosotros mismos.

Tal vez sería buena idea preguntarnos cuál ha sido la razón principal para haber generado una expectativa de una persona que, además de ser imperfecta, no tiene por qué cumplir con nuestras expectativas.

De hecho, ¿por qué pensamos que alguien más tiene el deber o la obligación de hacerlo? ¿Qué tal si no tiene la capacidad, la empatía, el interés, o incluso la voluntad de hacerlo? Pensándolo así, ¿realmente vale la pena permitirnos causar en nosotros un dolor tan exhaustivo?

De la misma manera, cuando las cosas no salen bien o como lo habíamos pensado y/o planeado, ¿qué beneficio tiene sentirnos decepcionados? Es decir, ¿en qué nos ayudaría sentirnos así, si lo que sentimos no nos causa proactividad y más motivación para mejorar?

La respuesta está a la mano: nada más que dolor, un dolor que termina en desequilibrio neuroquímico que puede llevarnos al borde de nuestra salud mental.

¿Cuál es la solución? Poner la mano en nuestro corazón (aceptar lo que sentimos) y pensar con la razón.

Al pensarlo bien, nos permitiremos analizar la situación mejor para poder tomar las decisiones que necesitan ser tomadas, aunque impliquen dejar ir a una persona, perderla o salir de un lugar/una situación que nos hace mucho daño, sin tener que abandonar a la persona que somos.

Inteligencia Emocional Múltiple: Qué es y los 10 aspectos a desarrollar para afrontar los desafíos actuales

“Cero expectativas, cero decepción”

La vida es como un mar abierto lleno de sorpresas de cualquier tipo. Alejar tu mano de tu propio corazón y solo pensar con la razón no siempre te ofrecerá las mejores soluciones, aunque tal vez sí más favorables. Pero actuar solo con la mano en tu corazón indudablemente creará en tu vida historias repetitivas; unas más inocuas mientras otras más severas.

La fórmula “Cero expectativas, cero decepción” puede aplicarse en cualquier tipo de situación, excepto con uno mismo, ya que cuando dejamos de tener metas y proyectos, eventualmente nos convertiremos en una decepción a nuestros propios ojos.

Es preferible seguir aprendiendo de nuestras experiencias negativas para mejorar, reforzar y compartir esos aprendizajes, en lugar de caer constantemente en la trampa de nuestras propias expectativas o en las de los demás.

Tanto quien genera expectativas como aquel en quien se ponen expectativas está destinado a sufrir por lo mismo.