¿Deberíamos usar IA para tomar mejores decisiones?
La inteligencia artificial es una buena herramienta para la toma de decisiones, ya que procesa toda la información de manera rápida y sin tomar en cuenta las emociones.
Tomar una decisión implica elegir algo para dejar fuera otras cosas. Esta elección a corto, medio y largo plazo implica la puesta en marcha de toda una serie de procesos en los que nuestro cerebro procesa la realidad y elabora un pensamiento, que se convierte después en una acción y en una decisión.
Para ello, el cerebro recoge parte de la información de la realidad y hace asociaciones rápidas entre esas partes y la información contenida en la memoria. Dicho de otro modo, toma múltiples atajos que se conocen con el nombre de heurísticos. En esta asociación, se produce un recorte de información. También interviene la emoción que puede alterar a la memoria y a la selección informativa que realiza el cerebro. Por ello hablamos de la irracionalidad de las decisiones.
Para que las decisiones fueran razonadas, el cerebro debería realizar una identificación y un análisis exhaustivo de todas las posibles opciones y también de todas las posibles consecuencias de cada una de esas opciones. Para que las decisiones fueran acertadas, esas consecuencias deberían responder fidedignamente a lo que esperamos que pase cuando tomamos la decisión.
Lamentablemente, la única forma de saber si una decisión es acertada o no es siempre a posteriori, cuando ya la hemos tomado y se han empezado a producir las consecuencias. Algunas las veremos a corto plazo, otras a medio y otras a largo o incluso larguísimo plazo.
Pero las nuevas tecnologías y en concreto el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) nos puede ayudar, y mucho, en ese proceso que nuestro cerebro realiza de forma rápida y sesgada.
La IA es una rama de la informática basada en la combinación de algoritmos, con el objetivo de conseguir que las máquinas puedan llegar a tener la misma capacidad que los humanos. Se contemplan cuatro tipos de IA, dos de ellas denominadas racionales y que son las que nos pueden ayudar a tomar mejores decisiones por tres razones fundamentales:
- La IA ayuda a eliminar los sesgos de nuestro cerebro, ya que puede recoger y contemplar toda la información.
- La IA procesa toda la información de forma rápida, mucho más rápido que nosotros.
- La IA no entiende de emociones por lo que la fluctuación en el sesgo y en la asociación no tiene cabida. Se recoge toda la información, se procesa con memoria y capacidad, y se hacen, por lo tanto, las asociaciones correctas. En este sentido, las bases para tomar decisiones serian superiores a las que puede tener un ser humano, serían racionales.
Entonces, ¿es la inteligencia artificial la herramienta perfecta para tomar las decisiones adecuadas? No del todo. La IA nos ayuda a tomar las decisiones más racionales respecto a una serie de algoritmos. Sin embargo, son humanos los que están detrás de la programación de dichos algoritmos. Las personas, pese a lo que se suele creer, somos de todo salvo racionales. De hecho, la psicología social considera al ser humano social, relacional y emocional o pasional, pero no racional.
Muchas veces, a la hora de construir algoritmos, se dejarán fuera la complejidad de las interrelaciones que se dan a niveles profundos de la realidad. Esa complejidad es la que marca el ritmo de nuestro mundo y de nuestra vida, dotándola de misterio y de incertidumbre. Y ojalá siga siendo así, por mucho tiempo.
* La autora es profesora de los Programas Full Time en EAE Business School