Desde la experiencia de compra inesperada hasta la escasez de ediciones especiales, este personaje se ha vuelto una verdadera obsesión para las nuevas generaciones.
Labubu dejó de ser un juguete artístico de nicho para convertirse en un ícono cultural entre las nuevas generaciones de coleccionistas.
Gracias a su estética “tierna-fea” e inquietante, ideada por su creador Kasing Lung, y al modelo de caja sorpresa de POP MART, este personaje ha despertado un gran deseo de consumo global.
MIT SMR México se financia mediante anuncios y sociosY es precisamente esa emocionalidad visual la conecta especialmente con la Generación Z y jóvenes adultos que ven algo más que una figura: ven una historia con la que pueden identificarse.
Un estudio de Open Journal Systems sobre comportamiento digital en Instagram revela el camino emocional que siguen muchos jóvenes hasta convertirse en coleccionistas de Labubu.
Todo inicia con la atención, como ocurrió tras el post de Lisa de la banda de K-pop BLACKPINK, y pasa por el interés, la búsqueda, la compra y, finalmente, el compartir.
Esta última etapa no es menor: mostrar el hallazgo en redes refuerza el sentido de pertenencia y multiplica el deseo en otros.
Por ello, Labubu no solo refleja una emoción: crea un ciclo emocional. Y en ese ciclo, los jóvenes no solo compran, participan.
7 señales para identificar un Labubu original de una copia
Antonin Fiacatier, editor en jefe de YPulse, presentó hallazgos clave de su investigación durante el evento YMS.
“El 87 por ciento de los jóvenes europeos de entre 18 y 24 años compró juguetes o juegos en el último año”.
Lo que proyecta que el éxito de Labubu no se explica solo por su diseño. Detrás hay un modelo de negocio afinado que convierte el consumo en hábito emocional, confirma The Brand Strategy Lab.
Cada figura viene en una caja ciega, es decir, el comprador no sabe cuál le tocará.
Esa incertidumbre, lejos de ser un obstáculo, es parte del atractivo, ya que convierte cada compra en una experiencia: anticipación, sorpresa y deseo de repetir. Así se fomenta el coleccionismo activo y la interacción entre fans.
Cada serie es limitada, por lo que algunas figuras como “las Chase”, son tan raras que aparecen en una de cada 144 cajas.
POP MART nunca repone existencias, lo que alimenta el miedo a quedarse fuera (o FOMO) y eleva el valor de reventa. Lo raro no solo es deseado: es símbolo de estatus.
La dinámica del modelo genera comunidad. Los fans marcan fechas, hacen unboxing, intercambian piezas y celebran hallazgos.
No se trata solo de qué figura tienes, sino de cómo la conseguiste y con quién la compartes.
La fórmula es clara: escasez controlada, sorpresa diseñada y participación emocional. Todo pensado para enganchar.
La vicepresidente y asesora de la industria de juguetes, Juli Lennett asegura que el sector está demostrando su resiliencia en tiempos turbulentos, pero deberá adaptarse con agilidad a un panorama minorista de consumidores polarizados.
La buena noticia es que los consumidores están indicando que gastarán en lo que necesitan y en lo que les hace felices, en el caso se los juguetes.
Labubu no necesita hablar para conectar. Sin frases, sin símbolos culturales ni traducciones, su lenguaje es visual, y ahí radica su fuerza global.
POP MART ha sabido escalar ese carisma silencioso con precisión quirúrgica. Su expansión internacional no se basa en campañas masivas, sino en experiencias:
Circana LLC confirma que la industria juguetera en Estados Unidos muestra signos de recuperación: ventas crecen seis por ciento hasta abril de 2025.
5 marcas que sumaron a Labubu a su branding (y triunfaron)