Las prácticas de auto concientización como el autodiagnóstico, meditación, reflexión e incluso oración o nexo consciente con “la divinidad” pueden ayudarnos al propio rencuentro.
La incesante búsqueda de quiénes somos y para qué vivimos está arraigada en nosotros, aunque tratemos de evadirla y conscientemente evitemos escudriñarla. Paradójicamente, es a partir de tal reflexión donde se cimenta el sentido de vida, dirección y resiliencia.
No en vano, las empresas que lograron sobrevivir e incluso crecer a raíz de la pandemia mundial de COVID-19, fueron aquellas que tuvieron clara su misión. A partir de ella establecieron acciones adaptativas más veloces y certeras.
¿Por qué entonces nos rehusamos a indagar nuestra esencia y sentido de vida? Porque posiblemente nos llevará a modificar radicalmente lo que hacemos, pensamos y vivimos. Porque el “sin sentido” es cómodo y nos sume en un sopor inalterable e inercial, porque probablemente día a día tratemos de acallar nuestra consciencia.
Y esto ocurre tanto en el ámbito personal como profesional. Las marcas están condenadas, como nosotros, a una existencia zoombie y no propositiva, al cortoplacismo y no a la edificación del futuro. El mañana nos aterroriza, el manejo del tiempo lo rehuimos. Estamos encapsulados en un presente inmediato y superficial.
Pero esto es aparente. Desde el principio del tiempo buscamos ayuda al sin sentido. Tratamos de encontrarnos en caminos de insensatez y locura. Urgamos en lugares equivocados, queremos que alguien nos dé respuestas a algo que ya está en cada uno.
A nivel empresarial son cambiar la autoreflexión y diagnóstico interno por consultoría y modas empresariales de administración y operación. Internamente es la evasión mediante ludopatías, “magias” e incluso “compras sanadoras” arraigadas en el consumismo.
También optamos por buscar experiencias extraordinarias a las que conducen determinadas sustancias psicotrópicas. Muchas de ellas son empleadas en ceremoniales antiguos y medicina tradicional, como el peyote y la ayahuasca o yagé. Asumimos que serán “viajes de rencuentro”.
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Actualmente crece la tendencia del mindfulness y otras prácticas espirituales para adentrarnos en universos paralelos que nos den respuestas y nos permitan experimentar otras realidades.
Así, el entrenamiento de la atención plena puede llevar a los participantes a experimentar la desencarnación y la unidad, los llamados estados alterados de conciencia, según un nuevo estudio de investigadores de la Universidad de Cambridge.
Pero, si bien estas experiencias pueden ser muy positivas, existe evidencia de que la práctica de la atención plena puede provocar alteraciones de los sentidos, del yo y de los límites corporales, algunas incluso similares a las inducidas por las drogas psicotrópicas.
Esto puede presentar cambios en la forma en que se perciben a sí mismas y al mundo que las rodea. En general se potencializa la experiencia espiritual, estado de felicidad, des encarnación y unidad.
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En las experiencias de unidad hay una sensación de que las fronteras se disuelven y todo, a veces incluyendo el sentido del tiempo, se percibe de una manera integrada. Las experiencias de des encarnación a menudo consisten en una sensación de flotación o una disolución de los límites del cuerpo, lo que puede facilitar fuertes experiencias de unidad.
La felicidad es una de las emociones predominantes en la práctica de la meditación y en muchos casos de la oración. Los temazcales son prácticas que tratan de inducir también a la atención plena.
En suma: todo lo que existe o puede crearse se posee ya en la imaginación, todas las respuestas están dentro de la propia vida y desarraigarlas es posible con serenidad y plenitud de sentidos.
Pero a veces, prácticas de auto concientización como el autodiagnóstico, meditación, reflexión e incluso oración o nexo consciente con “la divinidad”, cualquiera que sea su nombre, pueden ayudarnos al propio rencuentro.