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Darlo todo por la empresa, y ¿para qué?

Genaro Mejía 22 Mar 2025
Darlo todo por la empresa, y ¿para qué? Aprendí lo que no quería volver a vivir en mi vida y lo que jamás me permitiría hacer con mi equipo. (Imagen generada con Inteligencia Artificial/RUMA/Adobe Stock)

Esta es la historia de ‘La jaula de oro’, un lugar donde trabajé por 11 meses, donde lo di todo por la empresa a costa de mi salud mental, emocional y física. Acá te cuento lo que gané y perdí.


Renuncié al periódico donde trabajaba sin dudarlo. La mítica editora de la Súper Revista me había buscado por Twitter para que nos reuniéramos.

Era mi sueño hecho realidad. Por eso cuando me dijo que no me podían pagar lo que ganaba en el diario, no me importó.

Me fui convencido, pese al menor salario. Valía la pena porque iba a aprender cómo se hacía el mejor periodismo de negocios con los mejores de México.

Pronto empecé a llamar a la empresa la ‘jaula de oro’ porque estaba en una casona muy grande y elegante, llena de jardines con mesitas de campo, donde circulaban por todos lados mujeres y hombres que parecían modelos de revista; nunca había conocido periodistas tan bien vestidos y con tanta clase.

Pero lo que afuera parecía hermoso estaba podrido por dentro.

La casona estaba atrapada en una zona rodeada de lo peor del tráfico y el caos citadino: salir y entrar de ahí era una verdadera odisea.

Dentro de sus paredes se ocultaba una cultura laboral tóxica en la que el jefe era el dueño único de la verdad y la sabiduría, y los demás una bola de estúpidos, malos aprendices de periodistas.

Eran muchas cosas las que me aplastaban por esos días dentro de la ‘jaula’.  Lo primero que sentías era la discriminación por no usar ropa de marca y por no ser fancy. Eras un peón nada más, pero no eras parte de ellos.

Recuerdo muy bien una tarde en la que me levanté de mi silla a las 6:30 de la tarde, apagué mi computadora y me despedí de todos. Un coro de voces me respondió: “¡Qué fácil! ¡Yo quiero un trabajo así!”

Era una broma muy cruel porque la costumbre establecida era llegar a las 7:30 de la mañana y no tener horario de salida. Entre más noche salieras te consideraban más comprometido con la empresa.

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¿Te tocó la portada, verdad?

Pero el horario tampoco era lo peor. Lo peor era la relación que establecías con los jefes o, mejor dicho, que ellos establecían contigo.

Cada palabra, cada actitud, te hacía sentir que eras un privilegiado por trabajar con ellos, que tenías que agradecer a la vida ese honor. Su palabra era sagrada e irrebatible, no escuchaban otras ideas.

“¿Te tocó la portada, verdad?”, decíamos, más que preguntando afirmando, cuando alguna de las compañeras editoras llegaba enferma a la redacción.

Ya sabíamos que armar un texto de portada implicaba una investigación donde la exigencia era consultar a más de 50 fuentes y entrevistar a decenas de personas.

Una vez entregado el texto, recibíamos centenas tachones y correcciones que implicaban rehacerlo, y así se repetía el proceso dos o tres veces más hasta que ‘El Editor’ consideraba que ya había quedado “decente” para ser publicado.

Lograr ese nivel de “excelencia” implicaba trabajar hasta la madrugada, incluyendo sábados y domingos.

Viví meses de estrés, burnout y depresión. Hasta empecé a tener ataques de ansiedad, pero ni así me planteé renunciar.

Para mi fortuna, un antiguo jefe me llamó para ofrecerme un nuevo puesto y me salvó la vida, pero otra amiga no tuvo tanta suerte y terminó en el hospital con una pancreatitis que casi la mata.

Ahora que volteó a ver este periodo de mi vida me preguntó muchas cosas: ¿Por qué no puse límites? ¿Por qué no defendí mi integridad humana? ¿Por qué no me quejé con Recursos Humanos? ¿Por qué no salí corriendo de esa ‘jaula’?

El epílogo de la historia de ‘La jaula de oro’ es que perdí mi salud emocional, mental y física por 11 meses a cambio del ‘prestigio’ de pertenecer a la Súper Revista.

Lo que me quedó de eso es un puesto para poner en mi currículum. También aprendí mucho de periodismo de negocios, eso lo gané a pulso.

Pero mi verdadera ganancia fue que aprendí lo que no quería volver a vivir en mi vida y lo que jamás me permitiría hacer con mi equipo. Aprendí que valgo más que cualquier portada de revista y que hay vida afuera de la ‘jaula de oro’.

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Genaro Mejía Fundador de Bar Emprende Periodista de negocios, estratega editorial, consultor en storybeing y comunicación integral, y mentor de emprendedores. LinkedIn Top Voices 2019. Fundador de BAR EMPRENDE. Speaker en temas de liderazgo, storytelling, periodismo digital, comunicación integral y emprendimiento. Fue director de Entrepreneur en Español y fundador de Forbes.com.mx. Ha sido editor en El Financiero, El Economista y Expansión, y reportero en El Universal.
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