Cambiar es aprender

Muchos hablan de cambios positivos y de la importancia de cambiar. Además, en redes sociales es muy común encontrarse con frases motivadoras como “¡Tú puedes cambiar!”, “¡Haz un cambio!” o “Sé el cambio”, e incluso se le cita a Mahatma Gandhi diciendo “Sé el cambio que deseas ver en el mundo”.

Cuando leemos o escuchamos este tipo frases, reaccionamos tal vez de dos maneras. Por un lado, podríamos ignorar lo que nos dicen o leemos (y/o lo que nos hacen sentir), o podríamos poner atención. En caso de que sintamos que hacer un cambio es justo lo que necesitamos para mejorar nuestra calidad de vida y relaciones para lograr la plenitud, necesitamos entender e internalizar que cambiar implica aprender.

El punto es que muy pocas veces relacionamos el cambio con un aprendizaje. De hecho, la mayoría lo asociamos con una necesidad urgente o postergada, resultado del hartazgo o de no ver los resultados que queremos.

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Pero algunos lo ven incluso como una obligación o imposición. ¿Pero qué es en realidad el cambio y qué poder tiene? ¿Anhelar cambios o querer cambiar, es lo mismo? ¿Y cómo podemos ejecutar cambios significativos en nuestra vida para ver los resultados deseados?

Lo primero es entender que lo que nuestro cerebro hace mejor es aprender. El cerebro es estimulado por los cambios y, debidos a éstos, estimula sus redes neuronales al enfrentar lo desconocido. Es por eso que para poder despertar la curiosidad y así favorecer el aprendizaje se necesita de un ambiente variado.

Sin la diversidad de estímulos y experiencias positivas, el desarrollo cerebral se ve comprometido. Todo lo dicho nos demuestra que, para lograr cambios significativos en nuestra vida, es necesario estimular el cerebro de manera variada y repetitiva, en lugar de limitarnos a una única fórmula o un solo entorno.

Sin embargo, no debemos caer en la idea de que el cambio proviene desde el exterior, y que cambiándonos de lugar, amigos o incluso de pareja lograremos ser más felices. No, no es así. Para lograr un cambio real, necesitamos saber lo que queremos cambiar en nosotros mismos y por qué lo queremos hacer.

La motivación para un cambio no puede basarse únicamente en lo que nos dicen o en las críticas que hemos recibido, sino en nuestra convicción sobre la importancia de este cambio que nos reclaman/recomiendan tanto para nosotros como para nuestro entorno.

Sin esta convicción de que el cambio es algo que queremos y necesitamos hacer, estaremos intentando cambiar en nosotros mismos solo los detalles que no les gustan a los demás, sin entender con claridad cómo este cambio por complacer a otros nos afecta, ha afectado hasta ahora o cómo pudiera afectarnos en un futuro cercano o lejano.  

Y si empezamos el proceso de un posible aprendizaje sin la motivación correcta, es muy probable que terminemos de la misma manera, sin motivación e incluso con frustración y, probablemente, también con decepción.

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Entendiendo bien que el cambio es un proceso de aprendizaje personal que se tiene que basar en el conocimiento de uno mismo y en las necesidades de cada uno, recomiendo que nos tomemos el tiempo necesario para pensar en las críticas que hemos recibido sobre los aspectos de nuestra personalidad y determinar si realmente hay un cambio que es importante realizar, pero, sobre todo, “para qué”.

De la misma forma, vale la pena contemplar a fondo lo que “queremos cambiar en nosotros mismos” analizando nuestras experiencias previas de manera puntual, haciendo una correlación lógica entre nuestras acciones ejecutadas y sus resultados.

Si podemos lograr ver a través de la observación mental lo que perjudica nuestro comportamiento y cómo éste ha afectado nuestro entorno, no necesitaremos de críticas para poder empezar o aprender a cambiar.

Llegando a este punto, solo necesitaremos voluntad propia, perseverancia y un plan bien aterrizado para ofrecernos una formula confiable y aplicable en entornos que estimulan este aprendizaje en nuestro cerebro.

Una vez que hayamos comenzado con nuestro plan, recomiendo tener mucha paciencia y motivarnos a nosotros mismos diariamente sin depender de las alabanzas de los demás.

Es decir que estos “pequeños pasos grandes” que estamos dando hacia un cambio y habito nazcan desde el interior. Es muy probable que los demás no noten estos cambios inmediatamente y nos reclamen aquello que ellos no llegan a percibir por su propio aferramiento a tener la razón. Esto es normal. Pero no es, ni ha de ser la razón para que nos detengamos. Al contrario.

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No te detengas.

Solo tú sabrás y sentirás el peso de cada paso que estás dando.              

Solo tú experimentarás la dificultad de cada avance con mayor autoestima y respeto hacia ti mismo.

Solo tú comprenderás lo que has logrado, aunque para los demás aún sea invisible.

No te detengas.

Porque en el momento de detenerte te estarías convirtiendo en la persona equivocada.

No te detengas.

Porque si te detienes no sabrás de qué eres capaz.

No te detengas.

Porque al dejar de intentar, te alejas de ser.

No te detengas.

Porque solo intentando con paciencia, amor y respeto a ti mismo y tu entorno lograrás alcanzarlo.

Y cuando lo logres,

Verás que el cambio que realizaste será el que te hace ver quién realmente eres.

Y no olvides, darte cuenta del cambio que pudiste hacer desde el interior es vivir con esperanza.

Es importante tener presente que, si seguimos haciendo siempre lo mismo y de la misma manera, no podemos obtener resultados diferentes.

Les deseo un feliz reinicio de clases y labor, para aquellos que se tomaron un receso.

Que este periodo esté lleno de cambios positivos para cada uno de ustedes queridos lectores, sus seres queridos y para todos los que les rodean.

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