Apicultores de Campeche están preocupados por la muerte de miles de ejemplares de abejas por el uso de fipronil en terrenos cercanos. Este insecticida puede ser sustituido por alternativas más amigables con la flora y fauna.
No solo una abeja, miles están muriendo en la comunidad de Hopelchén en Campeche. Esta situación mantiene preocupados a los apicultores, quienes sostienen que ese fenómeno es resultado del uso de fipronil, un insecticida utilizado en terrenos cercanos para fumigar maíz.
Estos hechos implican una fuerte pérdida económica para los vecinos de la zona, ya que el 60% se dedican a esa actividad.
Especialistas de EcoSur calcularon que, hasta el momento, se han perdido 270 toneladas de miel, lo que representa cerca de 7.5 millones de pesos.
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Es cierto que las pérdidas económicas son importantes, sin embargo, el daño que esa pérdida genera al medio ambiente es aún peor ya que las abejas son animales polinizadores. Eso significa que gracias a su labor miles de cultivos son cosechados.
De acuerdo con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), en México hay cerca de 200 plaguicidas altamente peligrosos que se encuentran prohibidos en muchos países, aunque en el país están autorizados. Uno de ellos es el Fipronil.
La institución informó que, para evitar daños al medio ambiente y al organismo, los productores alimentarios tienen la opción de utilizar métodos naturales para intervenir en el desarrollo de plagas. Este metodología es conocida como Manejo Agroecológico de Plagas.
Muchos de ellos, incluso, pueden ser aplicados antes de la llegada de cualquier plaga. El organismo explica que es importante entender que los agricultores deben interiorizar que es mejor regular las plagas en lugar de exterminarlas.
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“El Manejo Agroecológico de Plagas es un enfoque integral que apuesta por restaurar la biodiversidad funcional de las parcelas y busca atender las causas que originan las plagas. En este sentido, no busca exterminarlas, sino regular sus poblaciones”, compartió la institución.
En muchos lugares de centroamérica y sudamérica los pueblos originarios han utilizado distintas plantas y frutos para alejar a los insectos y hongos de sus cultivos. Por ejemplo: la chirimoya, el chile, el eucalipto, el tabaco, la ruda, el cempasúchil, y otras especies aromáticas que generalmente son usadas como ingredientes en algunas comidas como el clavo de olor, la pimienta o el ajo.
De acuerdo con un texto de la Pontificia Universidad Javeriana, el tabaco es especialmente efectivo para eliminar garrapatas, pulgas, ácaros y pulgones. Además para que su hoja se más efectiva debe de estar seca y utilizarse en conjunto con etanol.
Los productos de minerales como el silicio, el caolín, o de mezclas preparadas a partir de algunos materiales como la cal, el azufre o las cenizas, son excelentes opciones para cuidar a los cultivos.
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Dentro de esta categoría se incluyen los biopreparados, que son una mezcla entre plantas y minerales. Al utilizar este tipo de compuestos, el sistema nervioso de los insectos se ve comprometido, además de que inhibe el rompimiento de sus huevos.
El ejemplo más importante en todo el mundo como bioplaguicida es la bacteria Bacillus thuringiensis. Entre las cualidades de ese organismo destaca una alta especificidad para acabar con las larvas de lepidópteros, o de mariposas que atacan diversos cultivos.
La mezcla de esporas y cristales de diferentes aislados de ese hongo se ha comercializado ya que es una de las alternativas más populares para acabar con los insectos.
El talento “escondido” de la bacteria se descubrió en 1902 cuando el científico japonés, Ishiwata Shigetane, se dio cuenta de que causaba enfermedades a los gusanos de seda.