El proceso de aprender un idioma nuevo puede ser muy largo o tomar menos tiempo. Pero, sea como sea, esto no significa que siempre sabrá elegir bien el camino correcto durante su descubrimiento.
Aprender un idioma nuevo no es fácil, además de que es un proceso metacognitivo que toma tiempo y requiere de gran esfuerzo.
Durante esta aventura fascinante de muchos conceptos nuevos e interesantes, el aprendiz hace frente a las dificultades, ante todo a las que son totalmente singular e ilógicamente establecidas como “excepciones”.
El que empieza a adquirir un idioma nuevo, es decir, el viajero que decidió a someterse a un mundo completamente nuevo comienza su viaje empacando en sus maletas mentales, junto con lo desconocido, lo que su cerebro es capaz de reconocer basándose en los conceptos lingüísticos de su lengua natal, cultural y social previamente aprendidos.
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Así, durante este aprendizaje de descubrimiento y desarrollo cognitivo, el viajero establece su aprendizaje cada vez más profundo conforme va reestructurando todo de manera lógica.
El proceso de aprender un idioma nuevo, dependiendo del talento e interés del viajero, puede ser muy largo o tomar menos tiempo. Pero, sea como sea, esto no significa que siempre sabrá elegir bien el camino correcto durante su descubrimiento. No, también se va a confundir en alguno de ellos antes de volverse a encontrar en el camino correcto.
Por ejemplo, un camino hispano recorrido por muchos viajeros contiene dos verbos específicos que difícilmente pueden ser distinguidos por los extranjeros: “ser” y “estar”.
El inglés los expresa sólo con un verbo que es “to be”, el alemán con el verbo “sein” y el francés con “être”. Entonces, como se pueden imaginar, al hacer uso de ellos y por falta de familiaridad, siempre surge una duda que conduce al extranjero a recordar lo siguiente: “Ser” se usa con características permanentes del sujeto y “estar” con características o estados transitorios, temporales, que dependen de las circunstancias.
Y precisamente esto me parece fascinante: esta diferencia entre lo permanente y lo temporal, ya que el ser humano tiene el hábito innato de enfocarse más en lo permanente inexistente que en lo temporal, o pensar que lo temporal es algo permanente, por lo que crea su propio sufrimiento con muchas consecuencias para su salud mental.
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Yo lo he visto mucho en mis estudiantes y pacientes, y también lo hemos visto y vivido en la pandemia en carne propia al pensar y creer, según nuestra lógica, que aquello que vivimos temporalmente era algo permanente, o que algo que considerábamos permanente era algo realmente temporal. ¿Acaso no?
Aprender un idioma nuevo, sin lugar a duda, es un reto. Uno que tiene que acompañar el interés y talento del viajero (o uno de los dos) con una concentración especial, una paciencia duradera y una perseverancia inquebrantable.
Los que han aprendido o están en el proceso de aprender un idioma nuevo lo saben muy bien. Sin embargo, aprender a distinguir en nuestras vidas la diferencia entre cuando “somos” y/o “estamos”, intentar reflexionar acerca de si “estamos porque somos” o “somos porque estamos”, creo que es el mayor reto.
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Podemos memorizar el significado del verbo “ser” y “estar” para hacer uso correcto de ellos, pero no podemos memorizar lo que somos y cuando estamos ya que estamos sujetos a un cambio permanente que no solo necesita de nuestros ojos que ven este cambio en el espejo, sino también de una introspección constante.
En este contexto, valdría la pena revalidar y contemplar el significado de las siguientes frases: “Yo soy porque existo” y “Yo existo porque soy”.
Echarles una mirada profunda a estas incógnitas nos puede ayudar a distinguir entre “ser” y “estar”; dos verbos que usamos diariamente en cualquier contexto para definirnos a nosotros mismos, tanto en lo personal como en lo profesional, sin dejar de definir nuestras emociones transitorias con frases como “Estoy bien” o “Estoy mal”, pensando que este bienestar o malestar es duradero y no sólo temporal. ¿Será?
Aquí se les dejo la tarea para este mes.
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