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De populismos y desarrollo, lecciones de Brasil y México

Marcelo S. Tedesco 13 Dic 2022
De populismos y desarrollo, lecciones de Brasil y México brasil-populismos-mexico

El crecimiento de la izquierda populista en Latinoamérica causa temor y trae inestabilidad momentánea. Una lección que Brasil puede tomar de México es separar el discurso político de las decisiones macroeconómicas y hacendarias del país.


Con la llegada de Lula Da Silva a la presidencia de Brasil y la derrota de Bolsonaro el reto para la principal economía de la región será mantener el flujo de las inversiones y la estabilidad de los fondos que operan en su ecosistema económico.  

No parece ser una buena noticia el regreso de Lula Da Silva a la presidencia de Brasil, pero convengamos que tampoco lo hubiera sido el triunfo de Bolsonaro.

Es bastante trágico que las únicas dos opciones democráticas de un país provengan del populismo demagógico en ambos extremos de la ideología política. Ambas tienen efectos adversos en el desarrollo sostenible y por supuesto, en el ecosistema emprendedor.

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Durante el gobierno de Bolsonaro surgieron 13 unicornios, y aunque esta no es ninguna métrica económica científica ni mucho menos tiene una relación directa con el desarrollo sostenible de una nación, el mito del mito mismo suele provocar euforia en los emprendedores no formados, así como en los medios de comunicación.

Para muchos pudiera indicar que es un triunfo de la derecha centrada en el desarrollo económico; sin embargo, el populismo demagógico de derecha –enarbolado por personalidades como Trump, Bolsonaro o la creciente figura de Milei en Argentina–, no hace más que jugar con las necesidades, deseos y aspiraciones de las clases medias, de la misma forma que lo hace el populismo de izquierda con los sectores menos favorecidos de la sociedad.

Mientras que los primeros hacen más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, los segundos hacen más pobres a casi todos menos a la élite política.

El auge del misticismo unicornial de Brasil viene de su ecosistema, no de su política pública. Estos 13 unicornios son prácticamente todos de Sao Paulo. Un ecosistema que como lo muestran los datos que hemos publicado en MIT a partir de nuestros estudios en Global Ecosystem Dynamics (Tedesco et al. 2019), es articulado por los fondos de inversión.

Que un ecosistema sea articulado por fondos de inversión tampoco es necesariamente una buena noticia y mucho menos una fortaleza. El capital de riesgo es tan volátil como la política pública misma. Este efecto ya se está viendo en México con todo el entramado ficticio de las valuaciones de papel y los nuevos unicornios mexicanos. Volveremos a esto.

Los fondos de inversión en Brasil llegaron con la administración anterior a la de Bolsonaro y su ecosistema se ha ido fraguando durante las últimas dos décadas, de hecho, durante los primeros gobiernos de Lula.

Sin embargo, el crecimiento de la izquierda populista en Latinoamérica causa temor y trae inestabilidad momentánea. Una lección que Brasil puede tomar de México, en este sentido, es separar el discurso político de las decisiones macroeconómicas y hacendarias del país.

México ha mantenido inversiones de capital extranjero históricas, algo que en el inconsciente colectivo no cuadraría con el tipo de ideología populista del actual gobierno. La razón: la independencia técnica en la toma de decisiones económicas, con un banco central independiente y una Hacienda ordenada.

A pesar de la polarización que genera el discurso y la destrucción del poder adquisitivo en todos los sectores sociales, se ha logrado mantener los indicadores macroeconómicos sumamente estables.

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Por otro lado, el surgimiento de los unicornios mexicanos no responde ni a la política pública, desastrosa en términos del emprendimiento de alto valor (basado en innovación), ni a la estructura de su ecosistema, casi al borde del colapso con la eliminación del Instituto Nacional del Emprendedor al menos en Ciudad de México. Sino más bien a la enorme acumulación de efectivo que obtuvieron los fondos de inversión producto del resguardo durante la pandemia.

Sin embargo, la nueva crisis global producto de la misma pandemia, la vertiginosa inflación y la guerra en Ucrania, están haciendo retroceder a estos fondos, dejando a su suerte a varios de los unicornios de papel, de esto escucharemos más en el próximo año.

La situación social en Brasil y en México da cuenta de que a pesar de derechas e izquierdas –siempre populistas– el crecimiento y/o la estabilidad económica no produce de forma instantánea desarrollo social. Es más, el desarrollo social no es producto directo del desarrollo económico.

El desarrollo sostenible, es decir el económico a la par del social, depende de condiciones que sobrepasan los pensamientos ideológicos políticos, requiere de un pragmatismo científico, empatía social y economías colaborativas que no han sido parte del repertorio político latinoamericano.

Este es el desafío que enfrenta Brasil, con un gobierno que no supo responder a las necesidades sociales y que hoy gira nuevamente hacia un liderazgo que causa resquemor en las esferas económicas. Sin embargo, si vemos los datos de cerca, obtuvo muchos mejores resultados en términos de desarrollo sostenible que el saliente.

El populismo demagógico no paga bien en términos de desarrollo, no importa si es de derecha o de izquierda, la región requiere de modelos que superen la ideología y se acerquen a la ciencia.


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Marcelo S. Tedesco Director Ejecutivo de Global Ecosystem Dynamics e Investigador Afiliado al MIT Fundador y Director Ejecutivo de Global Ecosystem Dynamics (GED), Investigador Afiliado al MIT D-Lab Local Innovation Group del Massachusetts Institute of Technology (2018-2022). Director Ejecutivo del Foro Empresarial del MIT en México (2014-2019), conferencista TEDx y asesor de organismos multilaterales, gobiernos y transnacionales.
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