¿Qué perdemos cuando hablamos de ESG y no de sostenibilidad?
Dentro del estrecho mundo de la comunidad de expertos, la verdadera batalla que se está librando es sobre la sostenibilidad en contra del ESG y las implicaciones que conlleva el cambio de semántica.
Durante los últimos 20 años he trabajado en la intersección entre los negocios y la sociedad, he visto cómo se han aplicado diversos términos en la agenda empresarial: cumplimiento, ecoeficiencia, responsabilidad social corporativa, inversión socialmente responsable, sustentabilidad, regenerativo, cero emisiones líquidas de carbono, impacto positivo neto, y muchos más.
Cierta variación en la forma en la cual hablamos de estos temas es útil, pero también necesitamos un lenguaje común que sea relativamente fácil de comprender, así como interesante.
En tecnología, por ejemplo, “blockchain” suena mucho mejor que “un libro mayor compartido e inmutable para registrar transacciones”. En el ámbito de la superposición de los negocios y la sociedad, la sostenibilidad ha tenido el mayor poder de permanencia, a menudo por falta de algo más emocionante.
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Pero en años recientes, ESG (cuyas siglas en inglés provienen de las palabras ecología, sociedad y gobernanza) se ha convertido en un término dominante. Dentro del estrecho mundo de la comunidad de expertos en sostenibilidad, la verdadera batalla que se está librando es sobre la sostenibilidad en contra del ESG y las implicaciones que conlleva el cambio de semántica.
No quiero discutir respecto al significado de ambos términos, pero quiero ahondar respecto a la razón por la cual el ESG ha tomado tanta relevancia en un tiempo tan corto, y discernir entre algunos riesgos que existen en la adopción del término.
La comunidad inversionista adopta el ESG
Creo que la razón principal del aumento del uso del término ESG es la llegada a la escena de la sostenibilidad en la comunidad inversionista, finalmente.
La inversión en los, tan mencionados, fondos ESG se han disparado, con más de 1 billón de dólares inundando los fondos ESG en los últimos dos años. ESG se ha convertido en el lenguaje que usa la gente con recursos para distinguir los fondos de inversión que, en teoría, evalúan a las empresas para determinar algún nivel de rendimiento o ventaja de sostenibilidad.
Dicho lo anterior, existe un debate respecto a las compañías que eligen los fondos que afirman estar enfocados en los criterios ESG, ya que muchos afirman que seleccionan solamente a aquellas empresas a las que les va mejor.
Algunas personas, incluso argumentan que el sector de defensa, tradicionalmente excluido, ahora debería incluirse porque las armas se están utilizando para defender la democracia en Ucrania. Esa afirmación es un poco turbia, por lo que claramente los criterios ESG tienen que evolucionar y refinarse.
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Estos son debates importantes, y los encargados de su regulación ya están tomando nota: la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos emitió una advertencia sobre estos fondos y señaló el “rápido crecimiento de la demanda, el aumento del número de productos y servicios ESG y la falta de definiciones estandarizadas y precisas de ESG”.
¿Por qué los inversionistas están sobre la mesa ahora? Veo tres grandes razones:
Primero, la naturaleza del riesgo sistémico que plantea al cambio climático cada vez es más clara. Las sequías, inundaciones, incendios y las tormentas sin precedentes que destruyen diversas comunidades e interrumpen las cadenas de suministro son difíciles de ignorar.
Este tipo de desastres están generando en las empresas costos reales, debido a esto, los reguladores se mueven rápidamente para exigir que las empresas comprendan e informen sobre los impactos materiales de aquellos riesgos relacionados con el cambio climático en sus operaciones y estrategias.
En segundo lugar, los inversionistas se sienten presionados por sus accionistas. En el 2019 hice una presentación durante un evento para un cliente rico de un banco multinacional. El jefe global de la sección de inversión privada habló respecto a una encuesta de clientes que el banco acababa de realizar.
Dijeron que la principal preocupación de los clientes de esa división ya no era la planificación patrimonial o la combinación de carteras; más bien, era la inversión de impacto y el ESG. He escuchado de esa presión de múltiples fuentes, y creo que proviene en gran parte de los miembros más jóvenes de las familias adineradas quienes en esencia le dicen a sus abuelos, “OK, tenemos mucho dinero, pero ¿cuál es el punto?”.
Finalmente, la principal razón es la oportunidad económica. El cambio hacia economía limpia se está acelerando, y los mercados multimillonarios están en juego, lo cual está generando cambios radicales en la energía, el transporte, la comida, la agricultura, los materiales, productos de consumo, finanzas y mucho más.
Como Larry Fink, director ejecutivo de BlackRock, el administrador de activos más grande del mundo, escribió el año pasado:
“No hay compañía cuyo modelo de negocios no se verá profundamente afectado por la transición a una economía libre de gases de efecto invernadero. Las compañías que no se preparen rápidamente ante este cambio verán sus negocios y valores sufrir”.
Todos están siendo afectados, pero algunos más que otros. Invertir en empresas que proporcionen o aprovechen tecnologías limpias tiene sentido, dado que superan cada vez más a las empresas de “tecnología sucia”.
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Preferir empresas que aprovechan los mercados en rápida expansión y responden a las demandas de los clientes no es ser simplemente un filántropo: es un buen negocio.
Ningún inversionista podría cuestionar el aumento de la exposición a, por ejemplo, las tecnologías de Inteligencia Artificial. Las grandes tendencias atraen mucho dinero, y el paso a una economía libre de carbono es una tendencia tan grande como parece.
El riesgo de ver la sostenibilidad a través de los “lentes del mercado”
Con todas esas fuerzas actuando, los inversores están aquí para quedarse. Incluso con el increíble caos en torno a la definición de ESG, es mejor tener gente de finanzas en la mesa que no hacerlo.
Realmente no podemos obtener un impulso en la sustentabilidad corporativa con los inversionistas al margen; los directores ejecutivos no sienten mucha presión a menos que los inversores quieran algo. Pero tengo un par de preocupaciones sobre el dominio del ESG.
En aquel nivel del lenguaje que puede guiar el comportamiento y los resultados, el término ESG no tiene sentido. Simplemente es un acrónimo de categorías y términos con los cuales las empresas deberían trabajar.
Es probable que esa sea la razón por la cual a los inversores les gusta tanto utilizar este acrónimo: puede parecer que hablan de un progreso real en cuestiones ambientales y sociales sin decir mucho.
Los esfuerzos pueden caer fácilmente en enfoques incrementales, lo cual puede ser peor que nada. Como a Paul Polman, mi coautor en el libro Net Positive, le gusta decir: “Entonces, si maté a 10 personas antes, pero solo a 5 ahora ¿soy un mejor asesino?”
Cuando una compañía anuncia, en esencia, “nosotros cumplimos los criterios ESG,” ¿que te dice eso? Es como decir: “hacemos recursos humanos.” Ok, entonces, tienes un departamento de Recursos Humanos y un vicepresidente senior que se encarga de él, pero ¿Qué haces por tus empleados? ¿Inviertes en ellos? ¿Los ayudas a encontrar su propósito? ¿O quizá solamente organizas juntas por zoom para reemplazar a los colaboradores permanentes por temporales?
Claramente necesitamos dotar al ESG de un verdadero significado. Necesitamos ligarlo a conceptos como la sostenibilidad, la regeneración y el net positive (término que hace referencia a las empresas que impactan positivamente al medio ambiente y a la sociedad). Por supuesto, estos términos también necesitan detalles detrás de ellos, pero al menos nos dicen algo sobre la dirección a la que te diriges.
Sustentabilidad y sostenibilidad ¿cuál es la diferencia?
Sin embargo, aún me queda una preocupación filosófica respecto al lenguaje usado con los inversores. Ver todas las cosas a través de la lente de los mercados y la búsqueda de la maximización de los accionistas es en gran medida la forma en que nos metimos en este lío, en primer lugar. Hemos puesto las ganancias por encima de todo, literalmente, y está conduciendo al colapso ecológico y a una gran desigualdad.
Enmarcar los compromisos de una empresa en torno a la lucha contra el desastre climático en términos de inversores lo convierte en un ejercicio de “¿Esto crea valor para los accionistas?” que no está fuera de lugar, pero sesga el mundo dramáticamente.
Claro, a los accionistas les debería ir bien, pero solo después de que una empresa haya cumplido un propósito para las partes interesadas y haya ayudado a proteger el mundo y los recursos de los que todos dependemos para sobrevivir y prosperar.
Los inversores no están bien posicionados para recibir este enfoque. Así como las empresas de combustibles fósiles no deberían planificar el futuro energético, parece imprudente dejar que las finanzas guíen el viaje hacia una forma de capitalismo más humana, más justa y menos ambiciosa.
Esto no es solamente cuestión de semántica. Si hablamos en términos generales respecto a lo que estamos y no estamos haciendo, basados concretamente en la ciencia, sobre qué tan rápido debemos reducir el carbono o mejorar los derechos humanos, ¿dónde estamos exactamente?
Dicho esto, aunque soy escritor, y las palabras y la retórica me importan, siempre me han importado mucho más los resultados . Si las emisiones de carbono de tu empresa están disminuyendo rápidamente y además pagas salarios dignos, si trabajas en tu sector para encontrar soluciones más amplias para encontrar soluciones ecológicas a problemas diarios, si con tu empresa generas presión para cambiar las políticas y con esto crear un cambio sistémico, si trabajas para defender la democracia y la ciencia, etc.
Entonces puedes llamar a tus esfuerzos de cualquier forma, siempre y cuando funcione para ti. Walmart, por ejemplo, ha aceptado convertirse en una empresa “regenerativa” , y si eso motiva a la organización, fantástico.
De cualquier manera, la urgencia moral y comercial para los líderes de hoy es centrarse en lo que realmente importa: actuar con la velocidad y escala que se necesita para construir un mundo cuyas empresas que lo conforman tengan consecuencias positivas en la sociedad y en el medio ambiente.
ACERCA DEL AUTOR
Andrew Winston (@andrewwinston) es un experto reconocido a nivel mundial en temas sobre cómo construir empresas resilientes y rentables que ayuden a las personas y al planeta a prosperar. Es coautor de ‘Net Positive: How Courageous Companies Thrive by Giving More Than They Take’ (Harvard Business Review Press, 2021).