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Carlos Ballarta, el líder rebelde de la comedia

En la comedia no todo es risa y Carlos Ballarta lo sabe bien. Este líder llena lugares cuando está de gira, pero la soledad también es parte de la fama, aunque la paternidad le permitido aprender otra perspectiva de la vida.

Arturo J. Flores 07 Sep 2023

Carlos Ballarta se encuentra en medio de la gira “Tlatoani” y nos contó sobre su nuevo especial en YouTube, “Rebelde comodino” que muestra el esfuerzo de los millennials para cambiar al mundo desde su privilegio.

Además se abrió para hablar sobre cómo la paternidad ha moderado su rabia y de la crisis que experimentó su amigo Ricardo O’Farrill. De esto solo dijo una cosa: a cualquier comediante le puede pasar.

Arturo Flores: ¿Qué es un “Rebelde comodino”?

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CB: Era el título de mi especial anterior. Básicamente era una descripción que hacía sobre mi generación. Soy millennial. Somos una generación de rebeldes que quieren cambiar el mundo de una manera muy cómoda. Quizá sea una palabra muy trillada, pero queremos cambiarlo desde nuestro propio privilegio. El título es un oxímoron y me gusta cómo suena.

AF: ¿Sientes menos rabia hoy de la que sentías en “Dios está muerto”?

CB: En “Rebelde comodino” existe un nivel de rabia, pero creo que es una rabia más contenida. En “Dios está muerto” la rabia estaba dirigida hacia la religión y el proceso colonial. Hoy se trata de la rabia que deriva de la percepción que, como millennial, tengo sobre el mundo.

Cuando eres joven, tu generación se da cuenta de que tiene que cambiar al mundo y a ti te dan ganas de unirte a la lucha; pero cuando eres padre, como es mi caso, mucho de ese fervor revolucionario se diluye. Entonces, por más que quiera estar emputado, creo que el amor por mis hijos ha diluido mucho mi rabia.

AF: Dicen que uno quiere cambiar el mundo, hasta que el mundo termina por cambiarte.

CB: Creo que sí. Fui muy duro con mi crítica hacia la sociedad y hacia mí mismo, hasta que nacieron mis hijos. Eso fue lo que cambió mi visión del mundo y terminó cambiándome a mí.

AF: En una rutina, George Carlin habla de las diferencias entre el Dios del Antiguo Testamento y el Dios del Nuevo Testamento. Su premisa es que el Dios que ya fue padre es mucho más amigable que el Dios que no.

CB: Sí, (risas) es un Dios más calmado, más relax. Obviamente, la vida en familia es un detonante para volverte una persona un poco más normal.

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AF: Voy a romper las reglas de la entrevista, pero antes de que empezáramos a grabar te oí decir a tus amigos que no podrías salir con ellos porque el domingo es el Día del padre.

CB: Es que ya tengo que hacer cosas del Día del padre, algo que no tuve de niño porque no tuve padre. Antes pasaba ese día haciendo cualquier cosa y hoy lo tengo que pasar como un objeto para que mi familia me dé amor. Y eso está lindo.

Mis hijos me cambiaron en muchos aspectos. Mi yo niño sigue ahí presente y mantiene esta confusión de la figura paterna, porque a mí nunca me dijeron que fuera malo que mi papá no estuviera, solamente no estaba y ya.

Pero yo siempre me pregunté: “¿Por qué me siento raro? ¿Por qué existe algo que me hace falta?”. Ahora ha cambiado mucho mi perspectiva, desde que me toca ser esa figura para mis hijos.

AF: Retomo la frase de Bernard Shaw que iba a citar, él dice que la juventud es una enfermedad que se quita con los años,  ¿podemos decir que ya estás bastante recuperado?

CB: Ya tengo 32, la etapa en la que uno empieza a militar en una ideología revolucionaria; tengo el doble de edad de cuando que tenía cuando empecé con esas ideas, o sea, los 16. Pero tampoco puedes curarte del todo de la juventud, porque pierdes ese fuego que conduce la motivación para hacer arte. No puedes permitirte curarte del todo de la juventud.

AF: Al final de este especial, “Rebelde comodino”, terminas hablando de ese niño al que no podías fallarle, ese niño que fuiste. Y quizá sea un poco delirante o le estoy jugando al psicólogo, pero tal vez te estés convirtiendo en el padre de ese niño que fuiste.

CB: Tal vez sí, porque yo no tuve una figura paterna que te promete cumplirte un sueño. Ahora me toca a mí consentir ese niño y darle lo que necesita para estar contento.

Entonces, cuando acabo con mis obligaciones con mis propios chavos y tengo tiempo, me digo: “Bueno, podemos echarnos una chela… ¿O qué quieres? ¿Seguir trabajando en tu expresión artística? Sigamos dándole. ¿Quieres irte a Estados Unidos a intentarlo? Vamos un rato para que te diviertas. Me toca pasear a ese niño y cumplirle sus sueños.

AF: Y esas ganas de consentir al niño que fuiste, ¿se ven afectadas porque hoy en día ya no eres un principiante? Ya hay que gente que depende económicamente de las decisiones profesionales que tomas.

CB: Eso genera presión y responsabilidad. Hoy es distinto a cuando empezaba, porque como bien dices, antes me subía al escenario cuando tenía tiempo o cuando me me daban chance. Ahora tengo que planear mi agenda con meses de anticipación.

Estrené mi nuevo show que se llama “Tlatoani” y de repente me dijeron: “Tenemos este teatro en Los Ángeles para tal fecha”; y respondí: “Tómenlo”.

Me preguntaron: “¿Vas a presentar el show anterior o uno nuevo?”. Y pensé que no podía ir con el guion anterior, porque la gente de Los Ángeles ya lo había visto, así que necesitaba llevar algo nuevo. Existía la responsabilidad de decir: “Tengo las ideas para escribir una nueva hora de comedia”.

Así que me toca ponerme a chambear, escribir, subirme al escenario, platicar con la audiencia, sacar material y sí, eso genera mucha presión.

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AF: Jerry Seinfeld habla de cuatro leyes para hacer comedia: La primera es hacer reír a tus amigos. Segundo, hacer reír a desconocidos y el tercero, hacer que los desconocidos te paguen por hacerlos reír. La cuarta es que la gente empiece a hablar como tú porque piensa que hablar como tú es muy divertido. Tú ya cumpliste las cuatro e inclusive, la gente paga por escucharte probar nuevos chistes, ¿eso de alguna forma representa sentirte más cobijado?

CB: Existe una seguridad en algunos aspectos, pero yo divido el show por pedazos. “Tlatoani” está divido y lo tengo muy claro, porque justo a la mitad del show digo: ahora voy a hacer esto, y eso inicia otra parte completamente distinta.

Hay mucha ortodoxia en el stand up. Se dice que el stand up comedy tiene que decir cosas importantes, que no se deben utilizar props, ¿por qué esa ortodoxia?, me pregunto. La única regla que yo respeto es que todo lo que digas tiene que ser tu texto, que tú lo escribas. De ahí en fuera, se puede hacer cualquier cosa.

Existe también la creencia de que tiene que haber una risa cada 20 segundos, que la regla de tres sea de tres cosas y la tercera tiene que ser la más chistosa que las anteriores. Yo no creo muchas ellas porque me identifico con una comedia un poco más artesanal. Puedo llevarme mi tiempo contándole algo la gente, un minuto, minuto y medio, y hasta después de eso reviento con un remate.

AF: En cierto momento te volviste viral por uno de los chistes sobre cáncer de “Dios está muerto” y antes de las redes ya contabas otro que trataba sobre Síndrome de Down, ¿no te asusta jugar con fuego?

CB: No existe nadie a quien le guste que le estén diciendo cosas en redes. ¡No hay una persona que diga: sí, me encanta! Pero también entiendo la comedia como un riesgo calculado. Es decir, el stand up comedy tiene la particularidad de que puedes presentar un show y hacer un chiste durante un año o año y medio en lo que preparas tu Especial, en lo que ese material alcanza su máximo potencial.

Durante esa práctica de año, año y medio, dos años, voy encontrando las palabras e inflexiones correctas para cada chiste, porque sólo así funciona y solo así puedo transmitir lo más cercano a la idea que tenía en mi cabeza cuando lo escribí.

Hay un comediante al que quiero, que grabó un chiste que me daba mucha risa. Yo veía la gente cuando él lo contaba y la risa era muy escandalosa, pero el tema era complicado, todo un tabú.

Entonces él dijo: “No me quiero meter en problemas, lo voy a sacar del Especial”. Yo le pregunté: “¿Por qué vas a privar a la gente del chiste?”.

Pero fue su decisión y ahí entra la parte de ser tú mismo tu propio editor. Eso lo chido del stand up. Eres tu todo: escribes, produces, diriges, actúas y editas. Él dijo “esto no va” y no lo sacó. Eso también tiene magia.

El hecho de hacer algo muy chistoso que no quede para la posteridad representa un acto de rechazo a lo que implica vivir en el Siglo XXI, cuando todo lo que dices queda grabado.

AF: Hablando de tecnología, el stand up comedy ha conseguido lo que Björk tanto desea: que la gente guarde sus teléfonos, porque se los quitan.

CB: Pues sí, la comedia es un tipo de arte que necesita de la completa atención de la gente, a diferencia de un concierto de rock, en el que la gente puede estar escuchando música y grabándolo.

AF: “Rebelde comodino” es tu primer Especial completamente autogestivo, autoproducido, auto-todo.

CB: Salió el 14 de julio en YouTube y en Spotify, quise hacerlo así porque hay una una tradición muy larga de comediantes gringos que sacan su Especial y el audio lo lanzan como un álbum de comedia. Yo quise ser parte de esa tradición, así que dirigí, produje y escribí todo.

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AF: Al revés de Nirvana, que su primer disco, “Bleach”, costó 600 dólares y después reventó a lo comercial. En tu caso, primero tuviste Especiales con compañías grandes y ahora apuestas por la independencia.

CB: Creo que así funciona la industria. Tienes tu propio material y puedes monetizarlo. Eres el dueño de los derechos y puedes hacer mil cosas con él.

Siento que, por lo menos en la comedia, es por va la regla hoy en día. Los datos que tengo sobre visualizaciones de Especiales de comediantes gringos, es que tienen más visualizaciones en YouTube que en Netflix.

AF: Me parece interesante que tu nuevo show se llama “Tlatoani”, una palabra que resuena mucho en México, pero en el extranjero pueden no conocerla y el asunto es que ahora estás girando más que nunca por otros países.

CB: Explicarla es parte del show. Es la premisa, porque el Tlatoani era el rey de los aztecas y en náhuatl significa “el que habla”. Básicamente eso es lo que hago para vivir, a pesar del miedo que le tengo a hablar en público

AF: Sin ahondar mucho en el tema, después de todo el asunto de Chespirito escribiste un artículo para el Washington Post en el que hiciste dos dos reflexiones que me parece importante revisar. Una tiene que ver con la separación de la obra del artista.

¿Te has sentido así cuando te has vuelto trending topic por un chiste, que cuenta Carlos Ballarta, pero le pega a Carlos Sinuhé Martínez Vallarta?

CB: El tema Chespirito fue algo que se salió de proporción. Fue un comentario que hice dentro de un podcast en el que me preguntaron mis amigos, “oye, ¿qué opinas?”. Y di mi opinión y fueron los medios quienes me obligaron a decir explicarme. Por eso escribí el artículo.

Creo en separar la obra del artista. Es lo que hago yo constantemente; para bien o para mal lo hice con Chespirito. No consumirlo fue algo que decidí y es necesario que el mundo lo entienda.

Todo mundo consume lo que le gusta y cancela a alguien no le parece, de acuerdo con su propia escala. Vamos a ponerlo de este modo: en mi escala de atrocidades, lo que hizo este señor (Chespirito) pinta muchísimo más arriba de lo que hizo otro señor, Louis C.K.

En mi escala de atrocidades, cada persona tiene su sensibilidad y cada persona entenderá su propia escala de atrocidades.

AF: Otra parte de tu artículo que me parece muy interesante es cuando dices que un legado no puede ser cancelarse. Me parece curioso porque parece que una de las tendencias que más suceden en este país, es esa, la de cancelar legados. En el momento en que una figura comete un error, se le pretende borrar como si nunca hubera existido.

CB: No se puede, es imposible. Yo pienso que mi generación, los millennials, está haciendo una revolución y toda revolución tiene un fervor.

En otras revoluciones ha sucedido que la gente dice: “Estamos empezando un nuevo mundo, así que destruyamos los íconos del pasado”. Y así se destruyeron templos budistas, monasterios, cosas que tenían que ver con el legado anterior, porque según esas personas, no abonaban nada para el futuro.

Creo que estamos en esa etapa de fervor revolucionario, en el que pensamos en un mundo nuevo y no necesitamos el anterior, pero eso no existe.

Todo cambio de paradigma y todo pensamiento revolucionario que han cambiado la historia tienen bases en conceptos del pasado. No puedes borrarlas.

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AF: Por último, quiero tocar el tema, me parece interesante conocer tu punto de vista, porque son grandes amigos, del tema de Ricardo (O’ Farrill).

CB: Es un trabajo muy difícil ser comediante. Claramente no esa personas que se tiene que levantar a las 5:00 de la mañana, viajar tres horas en el transporte público y someterse a una chinga física.

Pero ser comediante es un cuestionamiento. Si eres un buen comediante, así lo creo yo, persiste un cuestionamiento constante acerca del mundo y de ti mismo.

No conozco un comediante que no este cuestionándose todo el tiempo y muchas veces en esa tormenta de cuestionamientos personales suceden dos cosas: te sientes lastimado y, además, te viene una una crisis muy fuerte, algo que llega cada tres semanas.

Todo el tiempo estás pensando y en una de esas dices: ¡verga, mi vida es un fraude, soy un fraude, güey! Eso genera mucha ansiedad en nosotros.

No soy quién para cuestionar las decisiones de una persona, menos si sé por lo que está pasando, porque comparto la misma profesión. Soy una persona que lo estima, lo quiere y lo admira. Entonces, por más complicada que sea la situación, el único ángulo que puedo ver, es que un amigo mío se la está pasando de la verga y yo sé por qué se la está pasando de la verga.

Es una impotencia muy fuerte, ¿qué hago por él? ¿en qué momento me va a tocar a mí, porque sé por lo que está pasando y sé que eso te puede llevar a un punto de tortura tan grande que visitas lugares como a los que él pudo haber llegado.

Es fuerte, pero también es lo mejor para su crecimiento personal y artístico.

AF: ¿Es como lo que decía Janis Joplin, respecto a que después de hacerle el amor a 25,000 personas en vivo, llegaba a dormir sola a la habitación de un hotel?

CB: Sí, así es todas las noches que salgo de gira. Esta es una vida muy solitaria. Duele, porque la soledad te lleva a lugares que no quisieras visitar. Lo que la gente ve en el escenario es sólo el último paso de todo un proceso de tortura personal.