A pesar de que las mujeres obtuvieron el derecho al voto después que los hombres, su participación en los procesos democráticos es trascendental, más durante 2024.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), al cuarto trimestre de 2022, en México residían 128.9 millones personas. 67 por ciento eran mujeres. Esto representó el 52 por ciento de la población total. A pesar de que muchas de ellas aún no tienen derecho a emitir su sufragio o no son ciudadanas, esta cifra ejemplifica el peso del voto de las mujeres.
La decisión ante las urnas de las ciudadanas mexicanas es muy importante ya que es la continuación del derecho que diversos grupos feministas les brindaron. La primera vez que las mujeres eligieron a sus representantes políticos fue en 1955.
Este hecho fue histórico y dio pie a que las mujeres contendieran para ocupar puestos como senadoras, diputadas, gobernadoras, alcaldesas y, hoy en día, presidentas de México. Por ejemplo, en 1964 se eligieron a dos senadoras, y en 1979 Griselda Álvarez fue electa para gobernar Colima. La primera en ostentar un cargo tan importante.
“Si bien las mujeres participaron de manera significativa en la contienda revolucionaria de 1910, cuando ésta terminó y se redactó la Constitución de 1917, los constituyentes les negaron sus derechos políticos ‘argumentando que sus intereses estaban dentro del hogar'”.
Archivo General de la Nación
No obstante, con el paso de los años este punto de vista se transformó. Ahora, se tienen nociones de lo indispensable que resulta que las mujeres tengan voz y voto. Así pueden participar en igualdad de condiciones en el diálogo y la toma de decisiones.
La participación de las mujeres en el proceso electoral es crucial para la democracia y el desarrollo de cualquier país. En México, el voto de las mujeres ha sido un pilar fundamental para la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.
El voto de las mujeres es esencial para asegurar una representación equitativa en el gobierno. Históricamente, las mujeres han sido subrepresentadas en la política mexicana. Sin embargo, con la implementación de leyes de paridad de género, se ha avanzado hacia una representación más justa en cargos de elección popular.
Un mayor número de mujeres votando y siendo elegidas asegura que las políticas públicas reflejen mejor las necesidades y perspectivas de toda la población.
Las mujeres a menudo tienen diferentes prioridades y necesidades que los hombres, lo que se traduce en una diversidad de temas en la agenda política. Su voto ha sido fundamental para promover políticas inclusivas que abordan cuestiones como la igualdad de género, la salud reproductiva, la educación, y la protección contra la violencia de género.
Este tipo de normativas no solo benefician a las mujeres, sino que también contribuyen al bienestar general de la sociedad. Además, incrementan la seguridad en un país que a 30 años de que se empezaron a documentar los feminicidios, no existe justicia para las familias y la violencia feminicida abarca ya todo el país.
La participación de las mujeres en las elecciones es una manifestación de sus derechos civiles y políticos. El ejercicio del voto fortalece la democracia y ayuda a garantizar que los derechos humanos sean respetados y protegidos.
En México, el voto de las mujeres ha sido crucial para avanzar en la legislación y en la implementación de políticas que protegen los derechos de todas las personas, especialmente los de las mujeres y las niñas.
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Las mujeres representan una parte significativa de la fuerza laboral en México. Su participación en la vida política y en la toma de decisiones también tiene un impacto económico. Políticas que promueven la igualdad de género en el trabajo, el acceso a guarderías, y la protección de los derechos laborales de las mujeres tienen el potencial de mejorar la economía del país.
Un electorado femenino activo puede presionar para que se implementen estas políticas, generando un entorno más favorable para el desarrollo económico.
Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), la participación de las mujeres en la economía remunerada alcanza el 46 por ciento mientras que la de los hombres asciende al 77 por ciento. Por esto es necesario impulsar a este sector de la población.
El voto de las mujeres también sirve como un catalizador para una mayor participación cívica en general. Las mujeres que participan activamente en el proceso electoral tienden a involucrarse más en otras áreas de la sociedad, como el voluntariado, la organización comunitaria y el activismo.
Esta participación activa fortalece la democracia y fomenta un sentido de comunidad y responsabilidad compartida. Las ciudadanas le presentan a los hombres y futuros sufragistas los beneficios de ejercer este derecho.
Una democracia robusta y saludable requiere la participación activa de todos sus ciudadanos. El voto de las mujeres no solo demuestra la legitimidad de los procesos electorales, sino que también asegura que se escuchen una gama más amplia de voces y perspectivas.
Esto es crucial para la toma de decisiones informadas y equilibradas que reflejen las necesidades y deseos de toda la sociedad.
“Durante siglos, las mujeres fueron excluidas de los procesos políticos y, por lo tanto, marginadas en la toma de decisiones que afectaban sus vidas. Con el acceso al voto, las mujeres tienen la capacidad de influir en la elección de las personas que habrán de gobernarlas”.
Amalia Pulido Gómez