Qué son las criptomonedas y los esquemas Ponzi
Las personas se han enterado que las inversiones en criptomonedas generan fortunas en un lapso corto, pero desconocen los fraudes que hay detrás.
El mercado de criptomonedas está creciendo al doble de lo que creció la industria del internet de 1990 al 2000; el Bitcoin es el activo que mayor crecimiento ha tenido en la última década, y la plataforma de Ethereum actualmente está creciendo en nivel de uso al doble de Bitcoin.
El valor monetario invertido en las criptomonedas DeFi ha incrementado 10 veces en los últimos doce meses. Goldman Sachs, JP Morgan y otros gigantes del sistema financiero, que apenas hace unos años criticaban las criptomonedas, ahora están invirtiendo millones en el ecosistema.
Visa, Mastercard, BlackRock y BBVA se han unido a la misma oleada. Tesla y MicroStrategy han convertido billones de dólares de sus reservas líquidas en Bitcoin. Según múltiples analistas, el precio de las criptomonedas podría tener una explosión al alza en los próximos meses.
Este puede ser el escenario perfecto para los profesionales de los esquemas Ponzi, pues la gente se ha enterado que las inversiones en criptomonedas han generado fortunas en un lapso relativamente corto. Tal crecimiento llega a ser usado como bandera en esquemas Ponzi para convencer a múltiples víctimas a caer en trampas fraudulentas: participar en ellos es garantía de perder todos los recursos invertidos.
Normalmente funcionan con divisas tradicionales, pero ahora estos defraudadores llegan a ostentarse como inversionistas en criptomonedas. Por eso, quien esté interesado en invertir en activos virtuales debe ser cuidadoso en diferenciar entre la inversión directa en criptomonedas y la inversión en un esquema Ponzi ‘disfrazado’ de inversiones en criptomonedas. Entonces veamos en qué consisten estos famosos esquemas Ponzi.
En la década de 1920, Carlo Ponzi realizó esquemas fraudulentos en los cuales prometía intereses exorbitantes a los inversionistas; en ocasiones, garantizando el 50% de rendimiento en un plazo de 45 días. Alegaba que el dinero se invertía en cupones de correo postal internacional que se podían utilizar con una ganancia en otro país.
Llegó a prometer cuadruplicar las inversiones en cuestión de meses. Realmente nunca invirtió en cupones postales; el dinero que le pagaba a los primeros inversionistas venía del dinero que invertían los nuevos inversionistas. Se corrió la voz y logró que se hicieran filas en las calles para invertir en su esquema.
Evidentemente, la simulación llegó a su fin cuando las autoridades de EUA se percataron de lo que estaba sucediendo y Ponzi admitió que no tenía forma de pagar todo lo que debía. Ponzi fue a dar a la cárcel y murió arruinado.
Esta forma de operar se combina actualmente con los fraudulentos esquemas piramidales: los defraudadores ofrecen aún más intereses a los inversionistas que logren conseguir nuevos inversionistas. Si los nuevos inversionistas convencen a otros inversionistas, los intereses se van incrementando exponencialmente; por ende, el nombre de ‘pirámide’.
¿Cuáles son los focos rojos para identificar estos fraudes? ‘Garantizan’ rendimientos mensuales exorbitantes; prometen incremento de rendimientos con base en el reclutamiento de nuevos inversionistas; ofrecen paquetes con mayores beneficios en relación con la inversión inicial (paquete ‘Diamante’, ‘Doble Diamante’, Exclusivo, VIP); exigen la transferencia de los recursos a cuentas controladas por los operadores del esquema; organizan congresos masivos con exponentes ‘ostentando’ grandes riquezas; insisten en que se reinviertan las ganancias; son evasivos a la hora de que se les solicita la devolución de la inversión; y, desde luego, no están autorizados por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.
Si alguien identifica algunos de estos focos rojos, debe huir de esa ‘inversión’ y denunciarlos ante las autoridades, pues no sólo se trata de un fraude sino de diversos delitos federales, como la captación irregular de recursos y la ostentación de entidades financieras sin autorización, los cuales conllevan hasta 15 años de prisión.
Si una persona desea invertir en criptomonedas (consciente de la volatilidad que eso conlleva), no es necesario acudir a un estafador que ‘garantiza’ multiplicar la inversión; nadie puede garantizar el futuro de una moneda virtual, sólo se pueden tomar decisiones educadas, con conocimiento de la tecnología, su utilidad, el nivel de adopción, entre otros factores.
Realmente, la inversión en una criptomoneda es una inversión en tecnología: en un protocolo digital y descentralizado que tiene funciones monetarias o financieras que permite la transferencia inmediata de activos hacia cualquier país o comercio, vía internet.
Para invertir se pueden utilizar plataformas autorizadas por las autoridades nacionales o extranjeras, que facilitan la compraventa de activos virtuales, con libre disposición de los recursos por parte del cliente.
La gran mayoría de estas plataformas se conocen como exchanges (una especie de casa de cambio de criptomonedas), y son entidades que deben cumplir con diversos requisitos, incluyendo las medidas anti-lavado establecidas en ley con base en las recomendaciones internacionales en la materia.
Es interesante ver cómo Ponzi hizo creer a muchos que la inversión en un cupón postal internacional sería una extraordinaria y redituable idea, pues fungiría como una divisa universal, intercambiable de manera inmediata en cualquier país, para facilitar el comercio.
Esa fue la bandera que utilizó para atraer a miles de inversionistas; ahora se usa la idea de las criptomonedas, con irónicas similitudes. El problema no es la idea, sino su simulación. Lástima que Ponzi prefirió irse por el camino fácil del engaño y el espejismo, en lugar de concretar un proyecto que pudiera redituar en el bien de la sociedad. Lástima que haya tantos imitadores de Ponzi.
Ellos, como Ponzi, debieron escuchar a Rose, su esposa, que le insistió una y otra vez que no necesitaba dinero para hacerla feliz. Y lo que Ponzi tanto deseó, impresionar a su mujer, lo llevó a perderla.
– – –
SOBRE EL AUTOR
Ricardo Andrés Cacho García
Ricardo es Director General de Control Procedimental (Procesos Penales Federales) de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público desde 2016 y está a cargo de los procesos penales en materia financiera y fiscal en la República Mexicana a nivel federal.