A medida que las plataformas digitales de trabajo continúan creciendo en popularidad, es importante considerar las desigualdades e inequidades que pueden surgir de estas tendencias.
El futuro del trabajo es un tema complejo y diverso que va más allá de las imágenes típicas de robots humanoides. A medida que la economía digital continúa creciendo, es importante abordar las desigualdades e inequidades que ha generado, mediante la inversión en infraestructura digital, la implementación de protecciones laborales, beneficios para los trabajadores independientes, y la regulación justa de las plataformas.
Sólo así podremos aprovechar al máximo el potencial de la economía digital para mejorar nuestras vidas y crear un futuro más próspero para todos.
En teoría, esta economía digital debería ser más inclusiva, ya que permite a las personas trabajar desde cualquier lugar y a cualquier hora. Sin embargo, en la práctica, esta nueva forma de trabajo ha generado y agudizado diferentes brechas de desigualdad que han dejado a muchas personas atrás.
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La brecha digital se refiere a la desigualdad en el acceso y uso de las tecnologías de la información y la comunicación. Esta desigualdad puede presentarse a nivel geográfico, socioeconómico o de género.
En el caso de las plataformas digitales de trabajo, la brecha digital se refleja en la desigualdad de acceso a estas plataformas y a los servicios que ofrecen.
Por ejemplo, aquellos que viven en áreas rurales o con bajos niveles de educación tienen menos probabilidades de tener acceso a las plataformas digitales de trabajo, ya que pueden no tener el equipo o la conectividad necesaria. Además, aquellos que no hablan idiomas dominantes o tienen discapacidades pueden tener dificultades para acceder a estas plataformas.
Además, las plataformas digitales de trabajo a menudo no proporcionan seguridad económica a los trabajadores independientes. El trabajo en plataformas suele ser precario, ya que los trabajadores no tienen garantías de trabajo a largo plazo ni estabilidad en sus ingresos. Esto puede tener un impacto negativo en la seguridad económica y la calidad de vida de los trabajadores.
En teoría, la economía digital debería permitir a las personas trabajar cuando quieran y ganar tanto como sea posible. Sin embargo, en la práctica, muchas personas que trabajan en la gig economy ganan menos de lo que ganarían en un empleo tradicional con el mismo nivel de educación y habilidades.
Esto se debe en gran parte a la falta de protecciones laborales y beneficios, como el seguro de salud y el seguro de desempleo, para los trabajadores independientes.
Ahora bien, este tema no solo afecta a quienes trabajadores a través de una plataforma, sino incluso a quienes generan contenido en plataformas digitales.
Por ejemplo, algunos youtubers y streamers pueden ganar millones de dólares al año, mientras que otros ganan solo unos pocos cientos de dólares. Esto se debe en gran parte a la falta de transparencia en cómo se calculan los ingresos y cómo se distribuyen los ingresos publicitarios entre los creadores de contenido.
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La brecha de género en el trabajo en plataformas también es una preocupación importante. Las mujeres tienden a tener menos probabilidades de acceder a trabajos bien remunerados.
Esto se debe en parte a las responsabilidades de cuidado y al trabajo doméstico que a menudo recaen sobre las mujeres, lo que limita su disponibilidad para trabajar en horas nocturnas o fines de semana, que son a menudo las horas de mayor demanda en las plataformas.
Además, las mujeres también son más propensas a enfrentar discriminación en la selección por parte de los clientes y en el algoritmo de asignación de trabajo de las plataformas, lo que afecta negativamente a sus ingresos y puntuaciones en las plataformas.
Por ejemplo, un estudio reciente en Buenos Aires ha revelado que a pesar de que las mujeres valoran positivamente el proceso de selección y la flexibilidad horaria que ofrecen las plataformas, trabajan menos horas y obtienen menos ingresos que sus homólogos hombres.
Esta brecha se debe a varios factores, como la menor probabilidad de disponer de una moto entre las mujeres, las responsabilidades de cuidados y trabajo doméstico, o la mayor propensión a rechazar solicitudes de transporte o reparto en zonas consideradas peligrosas.
Otro estudio de la OIT ha encontrado que en el trabajo en plataformas online también se reflejan muchos de los obstáculos y sesgos que existen en el mercado laboral tradicional.
En este estudio, se evidencia cómo las mujeres tienen una doble jornada (asumen de forma desproporcionada las responsabilidades domésticas y de cuidados) y muchas de estas mujeres quedan invisibilizadas, ya que trabajan por la noche, cuando se lo permiten sus labores domésticas.
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A medida que las plataformas digitales de trabajo continúan creciendo en popularidad, es importante considerar las desigualdades e inequidades que pueden surgir de estas tendencias.
En definitiva, la economía digital debería ser una oportunidad para todos, pero está claro que aún queda mucho por hacer para alcanzar esta meta.
Es importante que se promueva la equidad y la justicia en la economía digital y se tomen medidas para abordar la brecha de desigualdad e inequidad que ha surgido. Sólo así podremos aprovechar al máximo el potencial de la economía digital para mejorar nuestras vidas y crear un futuro más próspero para todos.
Si bien, con la rápida evolución de la tecnología, hay muchas incertidumbres sobre cómo se verá el mercado laboral en el futuro, es importante recordar que el futuro del trabajo no será el mismo para todos.
Es importante tener en cuenta las diferencias socioeconómicas, geográficas y de género al hablar del futuro y del presente de la economía digital.
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