Las empresas que fabrican y venden productos que imitan los vínculos humanos satisfacen una profunda necesidad, pero también podrían generar cambios irreversibles en las interacciones sociales.
Por David Kiron y Gregory Unruh
Muchos expertos creen que la recolección y automatización de datos son las estrellas comerciales de la Inteligencia Artificial. Una promesa de mayor productividad que despierta la imaginación de los ejecutivos. Sin embargo, bajo su sombra, un número creciente de aplicaciones y dispositivos de IA están ayudando a la gente a satisfacer una necesidad humana básica: conectar con los demás.
En particular, poco a poco los mercados van cerniéndose en torno a los robots inteligentes, receptivos y capaces de reflejar emociones, mismos que la gente puede identificar como compañeros. Si los veteranos del ejército pueden formar vínculos con sus drones, otras personas pueden formar conexiones emocionales con sus bots, ya sea en lugar de los seres humanos o además de ellos.
Donde hay una necesidad, existe una oportunidad de negocio. Los grandes problemas sociales, como la pandemia de la soledad, están catapultando la demanda de compañía artificial. La AARP estima que uno de cada tres adultos estadounidenses mayores de 45 años sufre soledad crónica.
En Reino Unido, los investigadores calculan que nueve millones de adultos se sienten solos con frecuencia o siempre; y uno de cada tres ancianos de 75 años afirma que la sensación de soledad es demasiada. En enero de 2018, Reino Unido estableció un ministerio de la soledad, luego de reconocer el grave costo multimillonario que provoca este estado en la economía local: la soledad se asocia con la muerte prematura, la baja productividad y diversos problemas de salud. Más de una docena de startups están desarrollando robots domésticos de compañía. Si bien no todos han tenido éxito, casi no quedan dudas sobre la existencia de una demanda por estos productos, y es probable que esta aumente con el envejecimiento de la población a nivel mundial.
El cuidado de la tercera edad “se está convirtiendo en uno de los retos para la atención médica más abrumadores de nuestra época”, asegura William A. Haseltine, exprofesor de la Escuela de Medicina de Harvard. Un informe emitido por la Oficina del Censo de Estados Unidos, financiado por los NIH, calcula que para 2050, casi el 17% de la población mundial (es decir, 1,600 millones de personas) tendrá al menos 65 años, el doble del porcentaje actual.
Algunas organizaciones están desarrollando robots para brindar servicios a ese segmento poblacional creciente, entre otros recomendar horarios, fijar recordatorios para tomar medicamentos y coordinar sus cuidados. Aunque la mayoría de estos no están diseñados específicamente para atender la sensación de soledad, brindan la compañía que muchos ancianos tanto necesitan.
La tecnología no sólo es una posible causa de la soledad excesiva, como muchos sugieren; también podría ser una solución. La popularidad de los robots sociales indicaría que existe una alta demanda de alternativas a los fármacos, no sólo para “curar” la soledad cuando se sienta, sino para evitarla antes de que llegue.
Por supuesto, la necesidad de conectar es tanto física como emocional. La demanda por robots que puedan satisfacer el apetito sexual de las personas también va en aumento. ¿Pensabas que Tínder no era para ti? Ahora se puede tener sexo con un robot propio y miles de personas están probando esta opción. Los emprendedores combinan los avances de la ciencia de materiales, la robótica, la tecnología de sensores y el procesamiento del lenguaje natural para crear simulaciones anatómicas que ofrezcan placer físico.
Es evidente que este método no será duradero para ciertas personas; incluso, algunos podrían dudar de que constituya una relación. Aun así, sin estructuras reguladoras en torno a los sexbots, y sin ninguna en camino, los efectos de esta industria reajustarán las normas sociales de manera inevitable. Noel Sharkey, de la Fundación para la Robótica Responsable, dice: “Estamos haciendo todo esto con las máquinas porque podemos, pero no estamos pensando en la clase de cambios podría representar para el género humano”. Los fabricantes de algunas muñecas sexuales buscan expandir las ventas a los centros de cuidado para ancianos; y los burdeles de muñecas sexuales ya existen en Corea del Sur, Japón y España.
Las oportunidades de mercado para la IA social tienen un horizonte más amplio que los solitarios y los ancianos: los robots de colaboración (también llamados cobots) proporcionan un sustituto de los vínculos sociales tradicionales que suceden en los espacios de trabajo (por ejemplo, Pepper de SoftBank se utiliza como asistente de servicio al cliente en hoteles). Los juegos inteligentes en línea como Fortnite o los sitios de citas como Match.com se basan en algoritmos para ayudar a las personas con ideas afines a encontrarse para que no tengan que hacer ese esfuerzo, lo cual puede ser un alivio para los introvertidos.
Entender la Inteligencia Artificial social como generador de mercado es fundamental para los estrategas empresariales, así como para los desarrolladores de productos. Pero es igualmente importante reconocer que, para bien o para mal, los acuerdos sociales que damos por sentado a día de hoy también están en juego: los roles que desempeñamos en nuestras vidas y en la de los demás están cada vez más mediados por actores tecnológicos de terceros que cuentan con una mayor capacidad emocional, sofisticación lingüística y social.
Las implicaciones son tanto desalentadoras como claras: si parte de lo que nos hace ser humanos son los vínculos emocionales con otros y la tecnología juega cada vez más el papel de conector, “lo humano” se convierte en una cuestión mucho más complicada.
Los reguladores no son los únicos que deben atender las consecuencias y usos sociales de los productos de la IA, los creadores de productos y servicios deben tener cuidado y reflexionar sobre la diferencia entre “si podemos hacer y vender robots” y “si deberíamos fabricar y venderlos”. La pregunta es: “¿Los ejecutivos que buscan atender los conflictos sociales con la IA social trabajarán de manera efectiva con los reguladores para solventar las consecuencias no deseadas de sus intereses comerciales?.
Artículo traducido por Elvira Rosales Abundiz, a partir de: https://sloanreview.mit.edu/article/even-if-ai-can-cure-loneliness-should-it/
Nota: esta es una versión adaptada de un artículo publicado en la edición impresa de Inverno de 2019 de MIT Sloan Management Review.