Nos encontramos ante un escenario con grandes desafíos como las crisis económicas, la desconexión social y el reto climático con gran impacto en la fragmentación social y el incremento de criminalidad a nivel global.
El entorno en el que nos encontramos solamente tiene una constante: el cambio. Y, por tanto, debemos preguntarnos cómo se adaptan las distintas esferas de la vida a estos cambios. Un área transversal en el que resulta muy interesante evaluar la influencia de eventos transformativos es el área de la seguridad.
En los últimos años hemos visto una serie de acontecimientos que han cambiado el transcurso de la historia como crisis sanitarias, geopolíticas o económicas. Todas estas han tenido un gran impacto en cómo se percibe la seguridad y cuál es su futuro.
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La crisis económica posterior a la pandemia del COVID-19 ha generado altos niveles de incertidumbre, trasladándose a una mayor conflictividad social.
A raíz de una desconfianza hacia los gobiernos a nivel global, también incrementaron las protestas y manifestaciones.
Esta desconfianza se ha dado, entre otros motivos, por las medidas excepcionales que se llevaron a cabo durante la crisis sanitaria.
Donde los principios democráticos se vieron deteriorados mientras que los gobiernos percibían una oportunidad para consolidar su poder.
Tal ha sido la pérdida de confianza por parte de la sociedad hacia los gobiernos, que el Edelman Trust Barometer 2023 muestra una clara preferencia de la sociedad a confiar más en ONGs y empresas.
El Global Protest Tracker identifica que este descontento con instituciones tradicionales se ha reflejado en la intensidad y duración de las protestas.
Esto ha llegado a una duración superior a tres meses en un 23 por ciento de las grandes manifestaciones a nivel mundial.
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Se ha podido observar, asimismo, que los conflictos latentes son cada vez más híbridos, involucrando a nuevos actores y sectores.
Así es cada vez más visible el creciente protagonismo de actores no estatales, como grupos terroristas y pandillas, que operan transnacionalmente y desafían las estructuras de poder establecidas.
Estos actores se apoyan en recursos que provienen de economías ilegales basadas en la minería ilegal, el narcotráfico, la trata de personas y otras operaciones criminales, garantizándose un grado de autonomía financiera ante los conflictos y permeando múltiples capas de la sociedad.
Los mercados criminales y su fragmentación han aumentado a nivel global en los últimos años y esta es una tendencia que se prevé que continúe al alza.
De acuerdo con el Global Study on Homicide 2023, esta segmentación, a su vez, ha generado un aumento en el número de homicidios internacionales debido a la competencia entre organizaciones criminales por el control de las actividades ilícitas.
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El crimen organizado está ligado directamente al aumento del protagonismo de actores no estatales en el mundo debido a su capacidad para aprovecharse de las lagunas en la aplicación de la ley y de sistemas de gobierno débiles.
Su creciente influencia se alimenta de la corrupción, la violencia y la explotación, socavando la estabilidad y el orden mundial. Además, la globalización y la digitalización han ampliado su alcance y recursos, facilitando sus actividades ilícitas y complicando los esfuerzos para combatirlos eficazmente.
En este contexto, el crimen organizado se convierte en un actor significativo que desafía el orden internacional y amenaza la seguridad global.
El encarecimiento de productos básicos también se observa como un elemento de alza de la criminalidad.
Productos de carácter primario como los alimentos o los minerales son considerados como activos refugios en momentos de inestabilidad económica.
Como resultado, el comercio de estos productos ha ganado atractivo para grupos de crimen organizado especializados en el contrabando, que han intensificado sus actividades contra granjas e industrias mineras.
Este fenómeno a nivel global se caracteriza por la formación de redes delictivas internacionales que buscan obtener ganancias ilegales mediante la explotación y el contrabando de recursos naturales vitales.
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En síntesis, nos encontramos ante un escenario con grandes desafíos como las crisis económicas, la desconexión social y el reto climático, entre otros, con gran impacto en la fragmentación social y el incremento de criminalidad a nivel global.
Es importante, en este contexto, recordar que la seguridad es contextual y se debe entender como un elemento influenciado por y no aislado del contexto cultural e histórico determinado.