¿Narcisos o solidarios? Cómo usamos las redes sociales
Siempre debemos tomar en cuenta que como usuarios estamos también dando forma a las redes sociales, que ya son poderosas, descentralizadas y sumamente libres.
Las y los profesionales de la comunicación podemos ser usuarios y beneficiarios, pero no podemos influir en cómo evolucionan las redes sociales.
Somos sólo una parte en la generación de opinión pública, pero no escribimos la historia de las redes. Su peso e influencia ha cambiado radicalmente en sólo una década, y su ascenso y caída sólo depende de ellas mismas. Es poco lo que otros poderes, incluyendo los gobiernos, han podido influir, al menos en países que respetan la libertad de expresión.
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Las redes sociales son parte de la modernidad líquida, según lo planteó el filósofo Zygmunt Bauman, quien prefirió usar este término, y no el de posmodernidad para describir un mundo siempre cambiante. Es una crítica, por cierto.
Bauman escribió que lo que unía a la sociedad actualmente ya no eran las ideologías, ni los valores, ni la estructura social. En su lugar, domina un individualismo consumista, mutable, globalizado, basado en la incertidumbre.
El filósofo contrastaba este periodo con lo que llamaba modernidad “sólida” de la primera mitad del siglo XX, a la que también criticaba. Esta era una sociedad rígida, burocrática, muy ideológica y basada en la tecnología. Esta suma de “cualidades” fue capaz de generar el Holocausto. En opinión de Bauman la tragedia de la Segunda Guerra Mundial fue producto de la modernidad, más que un regreso a la barbarie.
Las redes sociales son parte de la modernidad líquida. Le ofrecen al usuario un gran espejo donde puede verse a sí mismo, de cuerpo entero… la mayor de las individualidades.
El profesor en Psicología Sam Vaknin, un abierto crítico del papel de las redes sociales y un experto en narcisismo, decía en entrevista para EFE en 2008 que “para el narcisista, internet es una irresistible combinación de patio de recreo y patio de caza…”. Nos permite enamorarnos de nosotros mismos cada día, añadió.
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En las redes sociales publicamos los satisfactores que nos parecen “obligatorios”: ese viaje maravilloso, esas risas eternas en una cena de amigos, esa nueva pertenencia que no presumimos… pero sí.
Nos “subimos” a tendencias, retos y opiniones, generando colectividades efímeras a partir de nuestra propia individualidad. Mudamos también de modo y de mood de una red a otra: el suave profesional de LinkedIn se convierte en el encarnizado linchador en Twitter, el artista en ciernes en Instagram, el family man en Facebook, el bailarín en Tik Tok.
Una personalidad que puede volar de ideología en ideología, de comunidad en comunidad, muestra su cara más peligrosa cuando alguien más se sale de la norma vigente en ese momento, o trasgrede lo aceptable por las mayorías del día.
Las tardes negras para la reputación individual y corporativa pueden convertirse en hogueras permanentes, generan detractores perpetuos, que suman a su lista de obligaciones morales convertirse en el principal enemigo de personas o instituciones.
Hay, en cambio, quien piensa que las redes sociales pueden ser otra cosa. Los doctores Isabel Arbesú y Juan Manuel Piña publicaron en 2017, en la revista Sinéctica, un estudio sobre el uso de las redes sociales entre jóvenes para emprender proyectos de ayuda y solidaridad, especialmente con motivo del terremoto de septiembre de aquel año.
Existe todo ese lado positivo y constructivo en las redes sociales. Están las campañas que han ganado premios y reconocimientos por su vocación social, educativa y comunitaria.
Las redes pudieran no ser “una trampa”, como sentenciaba Bauman poco antes de morir. Hay intentos de devolvernos la ciudadanía: a la persona comunitaria, que busca una sociedad mejor.
Existe ese usuario de redes que escoge valores como la verdad, el respeto, el aprecio de la vida, la cooperación y la solidaridad. En lugar de un grupo de Narcisos viéndose a sí mismos, hay quienes levantan la mirada, observan y escuchan con atención a los demás.
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Como una voz más en las redes sociales, las y los responsables de la comunicación de corporativa podemos escoger el renacimiento de la ciudadanía, de la personalidad comunitaria, no para regresar a una modernidad rígida, sino generando una realidad en la que podemos querer ser solidarios y responsables, respetar e incluir.
Debemos tener esto en mente al crear nuevas campañas para las redes sociales. Las campañas que inspiran funcionan muy bien.
Hay espacio para otro tipo de viralidad más disruptiva, cuestionadora, por supuesto, pero siempre debemos tomar en cuenta que como usuarios estamos también dando forma a las redes sociales, que ya son poderosas, descentralizadas y sumamente libres.
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