Las crecientes iniciativas para mitigar la brecha lingüística por parte de empresas y entes gubernamentales, nos permiten seguir abriendo caminos de inclusión a través de la formación en inglés, ya sea por medio de programas a medida, plataformas digitales o encuentros comunitarios.
A pesar de su inmensa riqueza cultural y diversidad, América Latina ha enfrentado marcadas desigualdades socioeconómicas a lo largo de su historia, muchas de las cuales persisten hasta el día de hoy.
En términos de educación, según estudios del Banco Mundial, las comunidades afrodescendientes e indígenas de la región son aquellas que sufren el mayor impacto.
Así lo demuestran resultados educativos bajos, mayor probabilidad de abandonar los estudios prematuramente, mayores limitaciones en el acceso a la tecnología digital y menores beneficios laborales en relación con el tiempo invertido.
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Estas dificultades no son aisladas, sino que forman parte de un problema estructural que afecta las oportunidades de desarrollo integral de nuestra región.
En este contexto, el aprendizaje de habilidades valiosas para el mercado laboral se vuelve fundamental para el progreso, siendo el dominio del inglés una de las habilidades más críticas para ampliar el horizonte profesional.
Sin embargo, esta valiosa herramienta se convierte, para las poblaciones en situaciones de vulnerabilidad, en un obstáculo más que un puente hacia el crecimiento profesional.
A este respecto, cabe mencionar que el 75 por ciento de la bibliografía científica ha sido escrita en inglés especializado.
Y el 80 por ciento de la información almacenada electrónicamente a nivel mundial está también en este idioma, según Randstad.
Estas cifras evidencian cómo la competencia en este idioma se está convirtiendo en un requisito casi indispensable para participar plenamente en la economía digital y en campos profesionales avanzados.
Esta exclusión idiomática refleja una barrera adicional en áreas particulares como tecnología, salud y ciencia, en las que el dominio del inglés es esencial.
Fuera de ser un desafío, esta realidad perpetúa ciclos de desventaja económica y social, limitando tanto las aspiraciones individuales como el progreso colectivo, al restringir el acceso a posiciones competitivas en el mercado laboral globalizado.
Afortunadamente, estamos experimentando un momento de cambio en cuanto a la priorización de la educación y el desarrollo profesional.
Las crecientes iniciativas para mitigar la brecha lingüística por parte de empresas y entes gubernamentales, nos permiten seguir abriendo caminos de inclusión a través de la formación en inglés, ya sea por medio de programas a medida, plataformas digitales o encuentros comunitarios.
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Por su parte, algunos gobiernos están promoviendo políticas de desarrollo educativo, que incluyen la enseñanza del inglés desde edades tempranas en las comunidades marginadas, así como becas y subsidios en programas de capacitación para aprender otros idiomas.
Estas iniciativas son fundamentales para acortar brechas y garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso igualitario a oportunidades laborales y de desarrollo personal.
Es crucial que estas acciones se lleven a cabo de manera colaborativa y sostenida, involucrando a todos los actores relevantes, desde el sector privado y público hasta las organizaciones no gubernamentales y las propias comunidades.
Solo así podremos superar las barreras que limitan el potencial de tantos individuos y construir un futuro más inclusivo y equitativo para todos en América Latina.