La incertidumbre actual obliga a los negocios a poner en práctica el concepto de familiness el cual les recuerda el valor del trabajo en equipo.
En años recientes, hemos sido testigos de importantes cambios y transformaciones. Es un hecho que ante el dinamismo en los mercados y con una sociedad cada vez más informada, las organizaciones deben desarrollar competencias que les permitan responder de manera rápida y acertada a dichos cambios.
Esto no es exclusivo de una economía o de una región; el planeta entero ha sufrido cambios y nuestras sociedades deben estar mejor preparadas para enfrentar entornos de alta volatilidad en los mercados, constante incertidumbre no solo de un presente de complejidades crecientes; sino de la gran ambigüedad existente que exige flexibilidad, agilidad y capacidad para pensar y actuar diferente y de una manera más consciente.
10 mitos del trabajo en equipo y el nuevo rol de la amabilidad
Es por ello por lo que estoy convencida que las empresas familiares que imaginan un futuro próspero, que están comprometidas con su entorno y que sus decisiones las toman con una perspectiva de largo plazo, podrán desarrollar la capacidad de gigantes para enfrentar los cambios y transformaciones con su mayor ventaja competitiva: su familiness.
Este concepto abstracto, pero poderoso, representa los tangibles e intangibles de una organización que reconoce que juntos son más fuertes.
A lo largo de los años van construyendo un legado que se compone de lo material por supuesto, pero también de lo que es difícil tocar pero que se percibe y se protege como el prestigio, la reputación, el compromiso y el reconocimiento social, por solo mencionar algunos.
Desarrollar estos atributos no se hace de la noche a la mañana; requiere tiempo y voluntad. Si hiciéramos la analogía con la biología de una planta o un árbol, podemos referirnos a un proceso evolutivo y dinámico como es el florecimiento.
Si yo quiero cosechar aguacates, por ejemplo, necesito de contar con una semilla capaz de transformarse en planta, pero necesitará de una tierra apropiada, que la acepte y que sus minerales sean adecuados para que sus raíces den la solidez necesaria para que al iniciar a crecer esa planta comunique y lleve a cada punto lo que sea necesario para transformarse.
Ya en su crecimiento, el árbol necesitará de nutrientes para también formar la flor que dará origen al fruto, el esperado aguacate en este ejemplo.
El florecimiento de la familia empresaria es también un proceso evolutivo y transformativo que requiere de ciertas condiciones iniciales para consolidarse, crecer y estar preparada para cosechar los frutos que así desee.
Los nutrientes deberán ser las competencias que facilitarán su florecimiento: una buena gobernanza para tomar decisiones informadas y oportunas, un liderazgo capaz de transformar e inspirar, la capacidad de innovar y de generar oportunidades, la comunicación que construye confianza y por supuesto una consciencia del patrimonio creado y el compromiso de asegurar un impacto social más allá de la pura creación de riqueza.
El desarrollar estas competencias por generaciones permitirá reiterar la frase positiva que hace algún tiempo escuché: “la primera generación deberá poner la vid en tierra fértil, para que la segunda generación elabore un buen vino, que vivirá en el mercado después de una marca creada por la tercera generación.”
María F. Fonseca Paredes, directora del Instituto de Familias Empresarias para México y LATAM del Tecnológico de Monterrey.