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Entre lo real y lo digital, ¿dónde queda la privacidad?

Voz Invitada 18 Jun 2025
Entre lo real y lo digital, ¿dónde queda la privacidad?
La transición hacia esta nueva era tecnológica exige soluciones que combinen innovación con ética. (Imagen generada con Inteligencia Artificial/atar/Adobe Stock)
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La IA puede transformar el mundo para bien, siempre y cuando tengamos la claridad de que el progreso no debe construirse a costa de la privacidad.

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La Inteligencia Artificial (IA) se ha consolidado como una herramienta que potencia la creatividad, multiplica la productividad y redefine tareas cotidianas.

Su integración en distintos aspectos de la vida —desde el trabajo hasta el entretenimiento— avanza a un ritmo vertiginoso.

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Pero junto con sus beneficios emergen también nuevos desafíos, especialmente cuando se trata de privacidad y seguridad en línea.

¿Estamos preparados para protegernos en un mundo donde los límites entre lo real y lo simulado se desdibujan?

La privacidad, antes considerada un derecho implícito en la esfera digital, hoy se revela como un valor que debe defenderse activamente.

En un entorno donde los “deepfakes” (imágenes o videos falsos creados con IA) circulan con facilidad y los fraudes digitales se perfeccionan, confiar en lo que vemos o en quién nos escribe ya no es suficiente.

Una persona puede ser suplantada por un bot convincente y la información, manipulada para desinformar. Ante este nuevo escenario, asegurar la identidad humana digital no es un lujo, sino una necesidad urgente.

Pensemos en una situación cotidiana: alguien intenta hacer una compra en línea y descubre que su tarjeta fue bloqueada por una operación sospechosa.

La tecnología que facilita nuestras vidas también puede volverse en nuestra contra cuando no existen mecanismos de verificación confiables.

El robo de identidad, por ejemplo, ya no es un crimen excepcional, sino un fenómeno en expansión, que compromete no solo a individuos sino también a organizaciones de todos los tamaños.

La solución no radica en desconfiar de la tecnología, sino en diseñarla con principios que prioricen la privacidad y la humanidad de los usuarios.

La importancia de preservar tu privacidad al compartir datos

Innovar sin perder privacidad

El problema se vuelve aún más complejo cuando la desinformación entra en juego.

La IA puede generar imágenes, audios y videos manipulados con una calidad que engaña incluso a los ojos entrenados.

¿Qué pasa cuando estos contenidos no afectan a celebridades o figuras públicas, sino a colegas, amistades o familiares?

El impacto emocional y social puede ser profundo. Saber con certeza si interactuamos con un humano o una IA se convierte en un criterio esencial para sostener la confianza digital.

En este contexto, mecanismos tradicionales como captcha resultan obsoletos.

Más allá de su vulnerabilidad, estos sistemas dependen del rastreo de datos personales, lo que añade otra capa de exposición.

Frente a esto, surgen nuevas alternativas basadas en anonimización, criptografía, Blockchain y biometría, que no solo permiten validar humanidad de forma confiable, sino que también ofrecen mayor control al usuario sobre su propia información.

La transición hacia esta nueva era tecnológica exige soluciones que combinen innovación con ética.

No se trata solo de crear herramientas sofisticadas, sino de establecer marcos que protejan los derechos individuales en cada interacción digital.

El reto es ambicioso: permitir que la IA cumpla su promesa sin sacrificar la privacidad en el camino.

Imaginemos un ecosistema donde realizar una compra, hacer una reservación, acceder a un servicio público o participar en una red social no implique renunciar a nuestra privacidad.

Donde cada usuario tenga la certeza de que su identidad humana es respetada y que sus datos no serán explotados sin consentimiento.

Ese futuro es posible, pero requiere decisiones valientes desde el diseño mismo de la tecnología.

La IA puede transformar el mundo para bien, siempre y cuando tengamos la claridad de que el progreso no debe construirse a costa de la privacidad.

Solo así podremos avanzar hacia una era digital verdaderamente confiable, donde la autenticidad no sea una excepción y la privacidad no sea un lujo, sino la regla.

SOBRE EL AUTOR INVITADO

Martín Mazza es gerente Regional de Tools for Humanity (TFH).

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