Las perogrulladas —obviedades tan obviamente obvias que decirlas sale sobrando— no me gustan mucho, pero hoy importa más nombrar las cosas para visibilizarlas; lo que no se nombra no «existe» y hoy necesitamos que, en la mente de todos, nuestro problema exista: el país está en llamas. Debemos mirar hacia ejemplos de Latinoamérica para encontrar la solución.
Es común escuchar que «los economistas se pasan la mitad de la vida prediciendo lo que va a pasar y la otra mitad explicando por qué no pasó».
Al oírlo arrugo las cejas un poquito porque no dice mucho, pero lo que sí dice la queja superválida:
MIT SMR México se financia mediante anuncios y socios«Están muy bien todas esas teorías, pero, ¿cómo van a mejorar mi vida hoy?».
Seguido pienso algo parecido; «Está muy bien estudiar anticorrupción, Michel, pero, ¿cómo arreglamos el país hoy?». ¿Qué solución dan las grandes autoras y pensadoras al problema de que no hay nadie que impida que las mafias —hoy y desde hace décadas— matan rápido con balas y lento con drogas?
En mi opinión, una solución rápida es copiar a Perú, Colombia, Uruguay y Guatemala.
Debemos copiarlos en sus mecanismos de rendición de cuentas, diversidad política, fortaleza judicial y aprovechamiento de mecanismos internacionales respectivamente.
Me explico:
En Perú el congreso ha destituido varios presidentes por «incapacidad moral permanente», que es una forma larga de decir que un presidente es impresentable.
Claro, hay quejas válidas; principalmente que se necesitan menos votos para destituir a un presidente (52 votos de congresistas) que a un alcalde (25 por ciento del padrón), pero el hecho de tener acceso a estas herramientas y, francamente, de estar acostumbrados a usarlas, es una fuerza incalculable: ningún presidente se siente 100 por ciento estable en su puesto, cosa que me gusta.
En Colombia hay 32 partidos políticos. Claro, hay mayorías claras y las elecciones se disputan entre un par de candidaturas. Seguramente hay un montón de quejas sobre ello, pero lo cierto es que tantos partidos políticos «atomizan» el voto y dificultan que un solo partido (como el PRI antes y Morena hoy) controle todo.
Dicho de otro modo, tienen todo el poder y nadie les checa la plana; ¿qué nos esperábamos? Otra cosa en que Colombia destaca: la fiscalía pertenece al poder judicial y no al ejecutivo.
No lo sé, pero a lo mejor si quien se encarga de perseguir delitos no le rinde cuentas a la persona más poderosa de México, nuestro sistema de justicia va a estar más balanceado.
Uruguay es el país latinoamericano con el estado de derecho más sólido; donde las leyes se cumplen con más cuidado y frecuencia, además de que las jueces están más supervisadas.
Sin duda era importante modernizar el sistema judicial mexicano, pero no estoy tan seguro de que la reforma judicial haya logrado esa misión; ya lo veremos.
Por ahora, debemos buscar tener un país donde mandan las leyes (y no las personas) y donde las juzgadoras están supervisadas y superrevisadas. Con eso probablemente estaremos más cerca de la justicia y seguramente tendremos más herramientas para exigir cuentas a los poderosos.
Por último miro a Guatemala. En 2007 Guatemala tomó un paso valiente; se autoexaminó, miró al sistema de Naciones Unidas y —en un admirable ejercicio de humildad— reconoció que no podía combatir la corrupción con las herramientas que tenía.
El resultado fue la Comisión Internacional Contra la Impunidad de Guatemala (CICIG); un organismo regido por las leyes guatemaltecas que contaba con cooperación y participación de expertas internacionales. Fue como invitar a las meras, meras del mundo a ayudar dándoles herramientas legales necesarias. Hoy CICIG no existe por razones principalmente políticas, pero entre las que le saben, fue un ejemplo a seguir.
En México nuestro problema de crimen organizado, violencia, lavado de dinero, cooptación del Estado, corrupción e impunidad es, en realidad, uno solo.
La solución la tiene la ciudadanía y la puede implementar a través de las organizaciones de la sociedad civil, pero nos toca —como Guatemala— ser autocríticos, humildes y valientes.
Guía completa para entender qué es el delito de lavado de dinero
