¿Qué les parece si, en lugar de escribir nuestros deseos para el año nuevo, hacemos una lista de vivencias y experiencias que hemos tenido, junto con sus causas? Incluyamos experiencia buenas y malas (o retadoras).
El mes de diciembre se reconoce como el último mes del año y es un periodo en el que es común experimentar una mezcla de emociones que incluyen alegría, nostalgia, tristeza o incluso todas al mismo tiempo.
Afortunadamente, no todos los meses se prestan para sentir emociones fuertes como en el mes de diciembre, a menos de que haya ocurrido algún evento impactante en nuestras vidas.
Y eso está perfectamente bien, aunque experimentar estas emociones de manera intensa no siempre nos resulte placentero, sobre todo cuando se trata del estado mental nostalgia y tristeza, porque pueden ser la semilla de algo negativo o diferente que quizás no contemplamos inicialmente.
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Diciembre es un mes donde hacemos cuentas de todo tipo para ver con más claridad lo que debemos a los demás, a la vida y también a nosotros mismos.
Y al hacerlas, muchas veces pasamos por alto que lo que nos debemos a nosotros mismos es más valioso e importante que todo lo demás. Entre las presiones sociales, familiares y laborales solemos enfocarnos más en cumplir con lo que nos falta, pero rara vez atendemos lo que nos hace falta.
De la misma manera, intentamos cumplir con lo que tenemos qué hacer en lugar de llevar a cabo lo que nos hace sentir bien. Pero, como sabemos, esto no siempre es posible y a menudo, aunque esté en nuestra lista de “lo que queremos cambiar para el año nuevo”, casi nunca sucede por ser reprimido u olvidado por la famosa mente de postergación.
Así, lo más triste/desgarrador de diciembre no radica en el hecho de que se termine un año más de nuestras vidas, sino más bien en el repentino reconocimiento de todo lo que hemos postergado en los últimos 11 meses o incluso durante años de nuestra vida.
Sin embargo, en 2024 lo podemos hacer diferente, porque darnos cuenta de este punto en espacial puede hacernos comprender que como termina un año más de nuestra vida, así comienzan los años venideros. Considero personalmente muy importante que tomemos conciencia de esta realidad para nuestro bienestar integral.
En este punto, yo creo que nos haría muy bien volver a recordar que todo lo que tenemos en nuestras vidas es el resultado de lo que hemos deseado, imaginado y trabajado, ya sea de manera directa o indirecta.
No obstante, a veces, puede ser también que algunas de las cosas surgen de una necesidad en lugar de un deseo y/o un gusto. Por ejemplo, podríamos encontrarnos trabajando en un lugar donde no queremos estar, desempeñando tareas que no nos inspiran ni nos permiten crecer.
Sabemos que no siempre es sencillo encontrar lo que buscamos, y sobre todo saber lo que queremos y nos resistimos a hacer un cambio. Pero al ser así solo postergamos nuestro crecimiento profesional, haciendo cada día lo mismo y esperando resultados diferentes, ¿no les parece ilógico eso?
A mí me parece que muchos mantienen una relación muy tóxica con su profesión; una que se nutre más de miedos que del deseo de superación.
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A menudo nos relacionamos de manera equivocada con lo que hacemos a diario- por lo que necesitamos y/o tenemos qué hacer, y no por lo que nos hace bien y nos daría paz mental.
Y lamentablemente, este ciclo no solo se manifiesta en nuestra vida laboral como una relación a la que necesitamos dar constantemente mantenimiento, sino también -tristemente- en nuestras relaciones con los demás, ya sean amigos o parejas.
Con todo esto, les quiero invitar a diseñar un mes de diciembre diferente en el que podamos descubrir nuestro potencial para hacer las cuentas que necesitamos hacer lejos de lo ordinario.
Es cierto que durante el año 2023 no siempre hemos vivido ni experimentado lo que realmente nos gusta, nos llena o nos inspira.
¿Qué les parece si, en lugar de escribir nuestros deseos para el año nuevo, hacemos una lista de vivencias y experiencias que hemos tenido, junto con sus causas? Incluyamos experiencia buenas y malas (o retadoras).
Pongamos las buenas aparte, y demos gracias por ellas, y veamos si hay alguien a quien debemos agradecer. Ahora, veamos cuáles de ellas quisiéramos y podemos repetir en el nuevo año y planifiquémoslas.
Y luego reflexionemos sobre las situaciones que hemos anotado que representaron un reto, y preguntemos, independientemente de su origen, si existe una solución o cuál podría ser una solución beneficiosa en el aquí y ahora, no después, mucho menos en el año que viene.
Considero importante destacar que cuando menciono la palabra “solución”, no me refiero necesariamente a la idea popular de realizar un cambio.
Por ejemplo, en la vida, no siempre es necesario cambiar de lugar para encontrar una solución. En muchas ocasiones, al querer cambiar lo que no nos gusta, elegimos un camino de huida, y al llegar al “nuevo destino”, descubrimos que el problema sigue.
Me han compartido muchas personas que creían que cambiar de casa, amigos, entorno, pareja, trabajo y incluso de apariencia les proporcionó un alivio y/o una felicidad temporal, pero no les ha brindado una solución real a los problemas que nunca afrontaron de manera paciente, creativa e inteligente.
Claramente, huir es más fácil que cambiar. De esto no hay duda, pero ¿realmente es una solución favorable? Del mismo modo, subestimar o ignorar el talento de un empleado que ha estado desempeñando la misma posición durante años, sin que nadie se haya esforzado en descubrir a fondo sus habilidades desarrolladas para posicionarle mejor en la empresa, no crea un ambiente laboral motivador y feliz.
Y esto es algo que como persona o empresa no podemos permitir y debe ser cambiado, y no sólo ignorado. Esto genera un ambiente en el que la mayoría de los empleados se queja de la monotonía y la falta de crecimiento, y reconocimiento, tanto a nivel personal como profesional, así como en términos de desarrollo cognitivo, experiencias laborales y remuneración económica.
Es momento de empezar a experimentar un diciembre diferente, que nos brinde una comprensión más profunda de las causas, condiciones y soluciones favorables de lo que realmente necesitamos para poder volver a imaginar, soñar y desear desde lo más profundo de nuestro ser quien queremos ser y hasta donde queremos llegar.
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Aquellos que se den cuenta a tiempo, se pueden liberar, tal vez, de una pesadilla, y cuando eso suceda, puedan comenzar a vivir verdaderamente, como afirmó el famoso filósofo Confucio:
“Todos tenemos dos vidas. La segunda empieza cuando nos damos cuente de que tenemos solamente una.”
¡Les deseo un feliz diciembre y un año repleto de despertares deseando que las siguientes preguntas les ayuden a abrir las ventanas y puertas cerradas en su corazón!
¿Qué te debes a ti desde hace años? ¿Cómo quieres empezar tu próxima relación laboral o emocional, si descubres que es momento de hacer ese cambio?
¿El comienzo que viene es lo que realmente quieres? O ¿solo quieres que haya un nuevo comienzo? ¿Cómo te imaginas a ti mismo con y sin ese comienzo nuevo? ¿Qué necesitas para volver a empezar o empezar a regresar a lo que realmente importa y te haría vivir una vida plena o plenamente feliz?