Aunque no se le considera un trastorno psicológico, los efectos físicos y emocionales del síndrome de la cabaña son muy reales
Tras dos años de pandemia, no todos han podido superar el “síndrome de la cabaña”, una consecuencia psicológica del confinamiento.
Rehtse Terán
El estado de alarma producto de la pandemia de la COVID-19, a la par que las medidas de confinamiento, hizo disparar la ansiedad en millones de personas de todo el mundo. Pasados los meses, se multiplicaron también los casos del llamado síndrome de la cabaña.
Para describirlo de algún modo, la cabaña es nuestra casa. El síndrome tiene síntomas como miedo irracional a salir, interactuar con otras personas, tomar el transporte público, trabajar de forma presencial, y en general, temor a realizar actividades sociales que antes eran corrientes.
Además de la aprensión, angustia o temor a salir a la calle, los síntomas también pueden ser físicos, e incluir sudoración, taquicardia, e hiperventilación.
Quienes viven solos pueden lidiar más fácilmente con el síndrome de la cabaña, ya que no tener contacto físico o verbal con otros es un hábito, y están acostumbrados a pasar tiempo consigo mismos.
Pero aquellos que son más sociables y activos pueden padecer más pronto (y con mayor intensidad) las consecuencias del aislamiento.
Por otro lado, las personas que sufran padecimientos como ansiedad o depresión, pueden experimentar que sus condiciones empeoran. Otros pueden tener dificultad al acceder a terapias o tratamientos necesarios para manejar su condición.
Cabe remarcar que el síndrome de la cabaña no es considerado un trastorno psicológico; más bien, es una consecuencia del confinamiento. Gracias al instinto de supervivencia, es posible que muchas personas se hayan adaptado a vivir confinadas. Por tanto, las actividades caseras producen confort, y la vida en el exterior genera ansiedad e irritabilidad.
Volver a la calle, para quienes se identifican con el síndrome de la cabaña, debe ser un proceso gradual. Sobre todo, hay que tratar de lograr que el contacto con el exterior, fuente de temores y ansiedades, se convierta en una experiencia placentera. ¿Cómo tratar con este síndrome?
El síndrome de la cabaña, usualmente, es irregular. Es decir, una persona puede sentirse irritada y frustrada a determinada hora del día. Luego de hablar por videollamada con allegados, o terminar una tarea , sentirá que sus frustraciones se han ido.
Pero a veces la sensación de aislamiento y tristeza harán más fuertes, incluso si se toman acciones para lidiar con dichos sentimientos. Sobre todo si el confinamiento se prolonga por factores externos, como condiciones climáticas adversas.
Por tanto, si los síntomas empeorasen, es razonable acudir a un profesional de la salud mental que cuente con herramientas para procesar esta experiencia. Hoy día, muchos profesionales de esta área brindan sus servicios de manera remota.
Estar aislado no es un estado natural para la mayoría de las personas, ya que los seres humanos somos sociales por naturaleza. Necesitamos el contacto con nuestros semejantes, además de disfrutar relaciones interpersonales satisfactorias. Por ello, resulta tan difícil pasar períodos de tiempo largos en encierro.
Así que, cuando sea obligatorio permanecer en reclusión, es necesario contar con maneras de abordar los sentimientos que esta genera, y ocupar el tiempo aliviando los síntomas de aislamiento e inquietud producto del confinamiento.