Los Juegos Olímpicos son mucho más que una competencia deportiva; son un símbolo de la unidad y la paz entre las naciones. En este contexto, la antorcha olímpica juega un papel fundamental, encarnando valores y tradiciones que trascienden el deporte.
Este símbolo tiene sus raíces en la antigua Grecia, donde el fuego era considerado un elemento sagrado. Durante los Juegos Olímpicos de la antigüedad, se mantenía un fuego encendido en el altar de Hestia en Olimpia.
La reintroducción de la antorcha en los Juegos Olímpicos modernos, iniciada en los Juegos de Berlín en 1936, establece un vínculo directo con esta rica herencia cultural. El encendido de la llama y su posterior recorrido alrededor del mundo conectan los Juegos modernos con sus orígenes antiguos.
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La llama olímpica es e enciende en Olimpia bajo la autoridad del Comité Olímpico Internacional (COI). En el contexto de los Juegos modernos, la llama olímpica es una manifestación de los valores positivos que el hombre siempre ha asociado con el simbolismo del fuego. Por esto, establece el vínculo entre los Juegos antiguos y los modernos.
Unos meses antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos, se enciende una llama en Grecia. El lugar evoca el vínculo entre los Juegos Olímpicos de la Antigüedad y sus homólogos modernos, según información oficial.
“Desde allí, la llama es transportada durante varias semanas hasta la ciudad anfitriona, principalmente a pie por corredores, pero también utilizando otros transportes”.
Durante el recorrido de la antorcha, la llama anuncia el magno evento deportivo y difunde un mensaje de paz y amistad entre los pueblos. Es tan importante, que a lo largo de los años, la antorcha a tenido diversos diseños.