En un mundo donde el capital humano es considerado el activo más valioso de cualquier organización, resulta paradójico que algunas de las empresas más grandes del mundo sean señaladas por el maltrato a sus colaboradores.
Esta problemática no es exclusiva de una industria o región, sino que parece estar presente en diversas multinacionales.
Uno de los principales motores que impulsan el maltrato laboral es la obsesión por maximizar las ganancias. Las empresas grandes suelen estar bajo una presión constante para aumentar sus beneficios trimestre tras trimestre.
Esta presión, a menudo ejercida por los accionistas y los mercados financieros, puede llevar a la dirección a tomar decisiones que prioricen los resultados económicos sobre el bienestar de sus empleados.
Recortes de personal, aumento de las cargas de trabajo y reducción de beneficios laborales son prácticas comunes en este contexto.
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Muchas grandes empresas han desarrollado culturas corporativas que valoran el rendimiento y la productividad por encima de la salud y el bienestar. En estos entornos, el estrés, las largas jornadas laborales y la competitividad extrema son la norma.
Los trabajadores que no pueden mantenerse al ritmo son reemplazados rápidamente, creando un clima de inseguridad laboral constante.
Además, en algunos casos, la falta de regulaciones estrictas o la debilidad en su aplicación permite que las empresas grandes eludan responsabilidades laborales.
En regiones donde las leyes laborales son más laxas, es común encontrar peores condiciones de trabajo. Incluso en países con marcos regulatorios robustos, algunas empresas encuentran maneras de aprovechar lagunas legales para minimizar costos laborales a expensas de sus empleados.