Cada religión cuenta con un líder que le ha enseñado a las personas a honrar distintos valores como la igualdad, la tolerancia, el respeto y la humildad. Esto podemos aprender de Muhammad, Jesús y Moisés.
Intentar comprender una creencia a través de los ojos de la razón es imposible, por eso, es necesario entender cada fe aproximándose a sus valores. En todas las religiones existe un líder que las personas respetan y siguen porque sabe motivarlos.
Contrario a lo que la cultura pop a menudo occidentalizada hace creer, distintas creencias tienen algo en común: el nacimiento de una persona que encarnó la sabiduría de todo un pueblo.
El islam tiene a Muhammad, un profeta que durante su vida hizo gala de la igualdad y la tolerancia. También el judaísmo tiene a Moisés, quien guió a su pueblo apostándole a la humildad. Y Jesús, el máximo exponente del catolicismo, dio un ejemplo de amor a través de su pasión.
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El líder de los musulmanes trajo consigo las mayores enseñanzas: la igualdad y la tolerancia. Más allá de ser solo un profeta, fue un ser humano, detalla Shekh Muhammad, director del Centro Educativo de la Comunidad Musulmana.
“Muhammad fue un humano como todos, él erró, pero luchó contra ello. Sin embargo, su humanidad hizo que entendiéramos a nuestros hermanos y nos tratáramos como iguales“.
Muhammad, quien hasta los 40 años fue un mercader, tuvo la oportunidad de convertirse en el mensajero de Alá, máxima deidad de los musulmanes.
Por lo que, para su comunidad, es cierto que su líder fue un ser humano como todos, pero también tuvo la oportunidad de entregar al mundo el mensaje de Alá. Uno que, de acuerdo con el Corán y director del centro educativo ubicado en la Ciudad de México, es perfecto, aunque su profeta no lo fue.
“Somos la segunda religión más grande del mundo, entonces nadie puede negar que es un líder y por sobre todas las cosas, su liderazgo se basó en su actitud. Por ello, como musulmanes tenemos que recordar que una cosa es el mensaje que él dio al mundo en nombre de Alá y otra cosa es Muhammad como persona”, menciona Shekh Muhammad.
El mensajero de Dios no fue considerado mejor o peor que las demás personas y tampoco él lo tomó así, por eso, la igualdad y la tolerancia son los mayores valores que enseña el islam. “Es por eso que yo no soy mejor que nadie en la mezquita, yo solo he estudiado más la religión”, asegura Shekh Muhammad mientras sonríe.
Así fue para Muhammad y así es para los demás: Lo único que divide a un guía como él o como al Shekh Muhammad de los demás es el estudio del Corán. Pero el profeta no fue ninguna extensión de Alá y lo que lo acercó al cielo fue su corazón y el temor que sintió hacia la deidad islámica.
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“En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo”, con ese rezo la mayoría de los sacerdotes terminan sus misas y alaban a la Santísima Trinidad. Este principio menciona que la esencia de Dios se divide en tres partes: él mismo, el espíritu santo y Jesús, el máximo profeta católico.
Para las personas católicas es tan simbólica la celebración de Pascua, ya que representa el sacrificio de su Dios supremo en la Tierra.
Sangre, miedo, ira y una crucifixión marcaron los últimos días de un profeta que, para salvar a su pueblo, decidió entregarse a manos del pueblo romano que no creía en él y lo tacharon de mentiroso.
“Sería reductivo limitar la Pasión de Jesús sólo a su muerte en la cruz. La experiencia que vive Jesús no se puede reducir solo a eso. En este día, estamos invitados a contemplar todo el sufrimiento, el odio y la violencia que padece, simplemente por el solo hecho de ser condenado, por ser un reo”, explica el sacerdote argentino Facundo Fernandez en una publicación.
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La historia de Jesús, contraria a la de Moisés y a la de Muhammad, goza de los reflectores en la tradición católica, pero no por eso es un mal guía, al contrario, durante su cruel agonía, pudo realizar la misión para la que enviado a la tierra, ya que según la Biblia: “El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo (…) Él se manifestó para quitar los pecados“.
La pasión de Cristo fue tan grande que tuvo el poder de brindarle a sus hijos un mundo lo suficientemente bueno que, a pesar de sus pecados, le sigue entregando bondades y miles de recompensas.
“Hasta hoy en día, nosotros como judíos no tenemos certeza sobre la existencia de Moisés, ese es el gran sacrificio que tuvo que hacer la persona quien, quizá, le enseñó al mundo la palabra de Dios”, destaca el rabino, Jacques Cukierkorn, líder espiritual de la Comunidad Brit Brajá de México.
Con esto, el rabino alude a la humildad, el valor máximo que la comunidad judía considera que tuvo el mensajero de Dios para su religión. Incluso, explica que, tan es así, que él mismo lo considera un mito.
Con una voz animosa, Jacques Cukierkorn con estudios en psicología comenta que, lo que ciertamente existió fue un hombre, un hombre que, como muchos otros, sufría de ataques de cólera y de un humor intempestivo. Pero esto no evitó que asumiera el papel que le dio Dios al entregarle las sagradas escrituras.
“¿En dónde está enterrado Moisés? No hay ninguna tumba. Creo que hay un esfuerzo real por deshacerse de su líder porque para nosotros lo importante no es el líder, sino la causa. Es por eso que no hay una tumba donde llorarle a Moisés”.
Para muchos, esto resultaría sorpresivo: un líder religioso luchando por no ser encontrado para evitar ser idolatrado, quizás para cualquier persona eso sería impensable pero para el mensajero no fue así. Por eso es que ningún miembro de la comunidad judía celebra su cumpleaños.
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El monte Sinaí, lugar en donde Dios le dio los 10 mandamientos a Moisés, mide más de 2 kilómetros de alto, distancia con la que nadie podría ver qué es lo que pasa, ni que los testigos vean quién baja por la ladera.
La imposibilidad que tuvieron los judíos de ser testigos de lo que vivió Moisés lo que hace que su fe sea aún mayor. ¿Quién tendría la suficiente esperanza de creer en algo que nunca vio? y, aún más, ¿quién podría tener absoluta fe para confiar en algo a lo que muchos llamarían: un mito?
Ninguna religión es mejor que otra. Cada una de las creencias representa distintos valores que llevan siempre al mismo punto: el respeto y bienestar de los otros seres humanos. Lo mismo pasa con los líderes, cada uno de ellos, además de los valores que representan, sirven a un fin más profundo que es amar a la humanidad.
La igualdad, la tolerancia, la humildad y la pasión fueron elementos que nacieron de los corazones de Muhammad, Moisés y Jesús para acercar a los humanos al camino de bien, el que, dejando atrás la moralidad, busca generar un ambiente en el que predomine la hermandad.
El corazón de cada creyente que existe en el mundo, sin importar si tiene o no un líder o profeta palpita al mismo ritmo y siempre buscará transformar su entorno para bien.
Para el rabino Cukierkorn, cada una de las personas tiene distintos males que debe aprender a controlar, como la adicción a la comida. Pero los profetas representan la capacitad de sobrellevar las dificultades y afrontarlas con valor. “Cada uno tenemos un faraón adentro, pero por nosotros mismos, sería casi imposible liberar a nuestros cuerpos de ese mal“.