Una borrachera originó Fat Friday y una app llamada Timeleft me llevó a reflexionar sobre la soledad, la amistad y la extraña distancia que hoy marca nuestras conexiones humanas.
En una noche de copas se cometen muchas locuras. Alguien declara su amor, otro se sube a un avión sin equipaje o, como les sucede a los protagonistas de la saga “¿Qué pasó ayer?”, los amigos pierden al novio en medio de su despedida de soltero y se ven obligados a buscarlo en Las Vegas, acompañados por un bebé, un tigre y Mike Tyson.
Hace una década, una borrachera junto a unos antiguos compañeros de trabajo terminó en un disparate similar. Envalentonados por el mezcal, compramos un dominio: Fatfriday.com.
MIT SMR México se financia mediante anuncios y sociosTodos los viernes salíamos a comer. Movidos por la gula, la búsqueda epicúrea del placer y las infaltables promociones pensadas para oficinistas como nosotros, solíamos abrevar como bisontes citadinos en taquerías, torterías, restaurantes de hamburguesas, antojerías de la más diversas índoles (una vez dimos con una que vendía flautas dentro de una telera), cantinas, bares y heladerías. Comíamos hasta romper los límites de nuestro cinturón.
Un día, ya con unas copas encima, decidimos abrir un sitio de recomendaciones gastronómicas con el mismo nombre con el que bautizamos a nuestra pandilla de sibaritas: Fat Friday.
Existen diferentes versiones de un meme en redes sociales en el que aparece Xavi Noble, protagonista de la ópera prima de Gary Alazraki interpretado por Luis Gerardo Méndez. Inevitablemente el remate siempre apunta a “¡Y pum!”, un chiste que se mofa del espíritu emprendedor del ficticio mirrey. Cuánto me recuerda a la inocencia con la que mis amigos y yo nos lanzamos a la aventura sin tener más business plan que un nombre como el Viernes Gordo.
Hace poco me vino a la mente ese recuerdo a consecuencia de Timeleft. Se trata de una app fundada en 2023 por el emprendedor francés Maxime Barbier. Su objetivo, según ha publicado en sus redes, es combatir la epidemia de soledad que aqueja a las personas que habitan las grandes ciudades.
Barbier escribe también un blog en el que ha compartido su bucket list: un listado con las 100 cosas que le gustaría hacer antes de morir. Y, a medida que las va cumpliendo, nos comparte sus experiencias. Cuando escuché hablar de Timeleft, decidí sumarla a mi propio inventario. Para los periodistas, metiches profesionales con credencial, cualquier pretexto para satisfacer nuestra curiosidad vale. Somos gatos a los que no les importa arañar la nariz del perro del destino.
Timeleft te permite, a cambio de tu membresía, agendar una cena en un restaurante de las principales ciudades de México y otros países, junto a cinco desconocidos. Sí: una especie de “Tinder de la amistad”. Porque aquí lo que se salta es la casualidad que nos convierte en compas. Partimos del hecho de que ya estamos sentados a la mesa y tenemos tema de conversación. Para llegar a ese punto ya llenaste un cuestionario que alimenta un algoritmo que te relaciona con gente a la que le interesan el arte, los deportes, la tecnología o la espeleología.
Inclusive, si se diera el caso de que entre los seis comensales un trago no basta para romper el hielo, la app cuenta con un juego que provee preguntas que pueden disparar una conversación: desde un elemental “¿Cuál es tu libro favorito?” hasta un “¿Qué es lo más atrevido que has hecho en el último mes?”.
Reservé, pues, una cena. Llegaron tres además de mí. Para un reportero es imposible no preguntar, así que, una vez que mis nuevos amigos se fueron sentando a la mesa, me dispuse a descubrir por qué dejaban en manos de la tecnología lo que antes era tarea del destino.
Una de ellas es sobrecargo. Pasa tanto tiempo en el aire que le cuesta cultivar amistades en tierra. Varias de ellas acaban por no invitarla a sus reuniones “porque nunca puede”.
Mismo caso el del soltero experto en IA que me confesó que, a su edad —cerca de los 50—, le cuesta trabajo encontrar tiempo para hacer nuevos amigos. Ni hablar del empresario recién divorciado que, sin empacho, reconoce que carece de colegas de su edad (también cercano al medio siglo), solteros y sin hijos, con quien salir de noche en su nueva vida.
Tiene razón Maxime Barbier. La soledad es un COVID emocional que se contagia al revés del virus: sus síntomas se presentan a medida que incrementamos la distancia con otras personas.
Al final nos despedimos, como nuevos amigos. Solo uno de nosotros se animó a ir al Last Drink, la opción que Timeleft ofrece para que todas las cenas que tuvieron lugar en una misma zona de la ciudad coincidan en un bar y se tomen una última copa. El after donde la frontera entre el networking y la construcción de relaciones fraternales se borra.
De regreso a casa, pensé otra vez en mis amigos de Fat Friday. Hace tiempo que no hablamos. Perdimos el dominio, pero no el contacto. Ahí está el grupo en WhatsApp, esperando que alguien proponga salir a cenar. Un poco más arriba está el que formé con mis nuevos amigos de Timeleft. Hemos prometido vernos otra vez.
A veces los amigos necesitan de una copa para animarse a emprender. Otras, los emprendedores necesitan de una copa para hacerse amigos. La vida es un algoritmo no desprovisto de cierta ironía.
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