La lección que nos deja el Premio Nobel 2025 es clara: la innovación no es solo una cuestión de tecnología, sino de arquitectura de la decisión y estrategia de adopción.
Imaginemos que la economía mexicana es un gigantesco agave azul. Su crecimiento no depende solo de la lluvia (inversión externa) o la calidad de la tierra (recursos naturales), sino de una estructura interna robusta integrada por una triple hélice.
Una de sus cadenas es la tecnología que impulsa la eficiencia; la otra es la innovación que crea valor y una tercera es la adaptación del colaborador al uso de la las nuevas tecnologías (como el caso de los asistentes virtuales o la Inteligencia Artificial) en entornos donde las variables se multiplican y las tres hélices deben girar en perfecta sincronía.
MIT SMR México se financia mediante anuncios y sociosEn el México actual, la hélice tecnológica ha avanzado a pasos agigantados en sectores como la manufactura avanzada y los servicios digitales.
Sin embargo, la hélice de la innovación y la adopción del colaborador, especialmente en la asimilación masiva y la transformación cultural dentro del ecosistema productivo, sigue un tanto rezagada, particularmente en las micro y pequeñas empresas.
Esto crea un contraste desafiante: tenemos empresas de clase mundial compitiendo con tecnología de punta, mientras que el grueso de las pymes lucha por digitalizar sus procesos básicos.
El puente para cerrar esta brecha, es, por un lado el conocimiento económico aplicado en entornos cada vez más competidos y por otro, la adopción de nuevas formas de integrar esas tecnologías en entornos laborales con colaboradores semi comprometidos con los principios y valores culturales de las empresas donde trabajan.
La brújula de la innovación: Navegando el mar de incertidumbre
Cabe resaltar que el Premio Nobel de Economía 2025 puso los reflectores en las explicaciones sobre el crecimiento sostenido basado en la innovación tecnológica al historiador económico de Países Bajos, Joel Mokyr, al francés Philippe Aghion y al canadiense Peter Howitt por sus fundamentales contribuciones a la comprensión del crecimiento económico impulsado por la innovación.
Sus trabajos, si bien abordan el tema desde distintas ópticas (histórica y teórica), convergen en una poderosa conclusión: el progreso sostenido no es una casualidad, sino el resultado de un proceso dinámico de constante renovación tecnológica.
El historiador económico Joel Mokyr recibe la mitad del galardón quien investigó las condiciones históricas e institucionales que permitieron que el crecimiento sostenido, antes una rareza histórica, se convirtiera en la norma desde la Revolución Industrial.
La otra mitad del premio se concede a los economistas Philippe Aghion y Peter Howitt por desarrollar un modelo matemático que formaliza la idea de la destrucción creativa de Joseph Schumpeter.
Este concepto esencial explica que el crecimiento sostenido surge de la innovación tecnológica, la cual, aunque es inherentemente creativa al generar nuevos productos, mercados y métodos, es también destructiva al desplazar y dejar obsoletas a las tecnologías, productos y empresas preexistentes.
El trabajo de los tres laureados establece el fundamento del crecimiento impulsado por la innovación, una visión que es ahora fundamental para abordar los desafíos globales de la sostenibilidad. El crecimiento futuro no puede ser a cualquier costo, sino que debe ser sostenible, y aquí la innovación juega un papel crucial.
Los modelos de crecimiento endógeno de Aghion y Howitt pueden extenderse para mostrar cómo políticas bien diseñadas pueden dirigir la innovación hacia objetivos “verdes”.
La lección de Mokyr, Aghion y Howitt es clara: el crecimiento económico y el bienestar humano no pueden darse por sentados. Dependen de un compromiso continuo con la innovación, la competencia y un entorno institucional y cultural que fomente la destrucción creativa y la búsqueda de nuevo conocimiento, esenciales para construir un futuro de prosperidad verdaderamente sostenible.
Resiliencia latinoamericana: nuestro superpoder de innovación
La aplicación de estos principios económicos en México de cara al 2026 no es un lujo, es una urgencia estratégica, especialmente en el contexto del nearshoring y la necesidad de aumentar la productividad tecnológica, laboral y operativa.
Si queremos un crecimiento sostenido, la inversión debe ir a la mente de los colaboradores. No basta con comprar el software, hay que desarrollar la competencia para explotarlo.
El nearshoring no solo exige capacidad instalada, sino integración digital. Las pymes que se integren a estas cadenas globales deben hablar el mismo “idioma digital” que sus clientes internacionales.
Para 2026, la innovación y la adopción de tecnología dejarán de ser una opción para convertirse en una condición de supervivencia y crecimiento. (Inegi 2024).
Estimaciones de impacto específico en México (2026):
La lección que nos deja el Premio Nobel 2025 es clara: la innovación no es solo una cuestión de tecnología, sino de arquitectura de la decisión y estrategia de adopción.
No se trata de cuántas aplicaciones o nuevas tecnologías adquirimos, sino de cuán efectivamente logramos que el capital humano los use para crear valor diferenciado.
México está en un momento decisivo, si logramos aplicar estas lecciones de la economía del crecimiento económico y el bienestar humano para diseñar políticas públicas y estrategias empresariales que minimicen la aversión al riesgo innovador en las pymes y maximicen la adopción tecnológica efectiva, habremos pasado del potencial del agave en crecimiento a la exportación de un producto de alto valor como el tequila. Es la diferencia entre simplemente producir que generar riqueza sostenida.
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