¿Cómo conseguir la atención de una super estrella? Esta misma pregunta me hice antes de intentar hacer hasta lo imposible por entregarle un manuscrito a Jarvis Cocker. Esta es la historia.
“La escritura es una forma socialmente aceptada de esquizofrenia.”
E.L. Doctorow
Llevo varios años escribiendo en medios reputados. Nunca me había considerado periodista sino escritor; siempre lo aclaraba cuando se me presentaba como tal por respeto a mis amigos periodistas. Recientemente, pasó algo me hizo dudar de esta ortodoxia.
En una reunión de relaciones públicas y al calor de un par de whiskeys, le pregunté a Arturo Flores, editor de la revista Playboy, lo que se necesitaba para ser llamado periodista. Y me contestó: “Hacerlo; el periodismo no se estudia, o al menos los mejores periodistas que conozco no estudiaron una carrera que se llamara periodismo. Es como ser escritor, lo es el que escribe”.
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Siendo así, tengo varios años como periodista, pero nunca me había envestido como uno, hasta ahora. Quizás esto tuvo algo que ver con que decidiera ponerme mi gafete de prensa en la solapa, y con libreta en mano, me dispusiera a cubrir el Hay Festival de Querétaro. Así lo hice, pero con un enfoque, que más bien era un sesgo: Jarvis Cocker y su nuevo libro Good Pop, Bad Pop. El “sesgo” era algo más que un interés legítimo en la cultura que promueve el festival… era incluso algo más que un interés legítimo en el nuevo libro: tenía motivos secretos para nada periodísticos.
Jarvis Cocker se presenta en el marco del Hay Festival, el cual es un conjunto de eventos literarios y de artes diversas. Este festival nació en Hay-on-Wye en Gales, y es un encuentro anual que cuenta con literatos, músicos, cineastas y otras personalidades de talla internacional. Tiene sede en diversos lugares alrededor del mundo; esta vez estuvo presente en México.
Aquí tengo que detenerme, ya que no me siento tranquilo sin contar la verdad completa.
Compramos a un precio alto el libro por Amazon, en inglés porque era el único publicado. Faltaban pocos días para el festival y no contaba con boletos para el evento, con varios meses de anticipación se habían terminado. Al no poderlos adquirir por la vía normal, moví mis “palancas” inglesas, mismas que fracasaron. Nadie tenía boletos y si los tenían no me los querían dar. Así que contacté a la encargada de relaciones públicas del evento y amablemente me dio el acceso para prensa. La idea principal era hacer esta nota que estoy escribiendo ahora mismo, ¿cierto? En ese caso, tendría que continuar así:
Jarvis Cocker presentó su libro Good Pop, Bad Pop ingresando al escenario del teatro como una auténtica estrella del rock, entre aplausos y gritos en el concurrido recinto. Jarvis Cocker es famoso por ser frontman y vocalista del grupo Pulp, considerado uno de los cuatro grandes grupos del Britpop junto con Oasis, Blur y Suede.
El libro es un inventario de objetos aparentemente aleatorios, guardados en una especie de pequeño desván adosado en una pared. Ese inventario es, en realidad, la fuente de inspiración que tuvo Jarvis para escribir por primera vez un libro. Son pistas de su vida creativa…
Lo siento, me tengo que detener nuevamente. Es momento de ser completamente honesto y confesarme: el sesgo del que he estado hablando es que escribí una breve novela de autoayuda en coautoría con mi acompañante, la encargada de documentar fotográficamente la cobertura. Es un audiolibro que la empresa Audible está por lanzar en unos meses. La obra aún no tiene título final, pero el que hasta ahora subsiste es: “Tú puedes ser un héroe por más de un día: Una fábula sobre como el rock nos hace libres”. Uno de los personajes principales se llama Jarvis; un tipo inglés, larguirucho que usa abrigo negro, gafas de pasta, y tiene actitud un tanto extravagante. La protagonista se llama Eva, una mujer joven que está pasando por problemas existenciales. Jarvis es su misterioso mentor, ese que le pregunta en más de una ocasión: “¿Qué harías si no tuvieras miedo?” a la vez que la guía en una filosofía de vida un tanto punk rock.
Se nos ocurrió tres días antes del evento: queríamos darle a Jarvis el manuscrito de esta novela en la mano. Pensamos que podríamos “pitchearle” algo para que trabajara junto con nosotros de alguna manera. Jarvis fue nuestra fuente de inspiración cuando entre copas y música de Pulp dibujamos un plan para el audiolibro. Teníamos que intentarlo. El segundo problema, después de poder asistir, era que la breve novela de autoayuda estaba escrita en español, y tuvimos que traducirla de manera express. Una noche antes del evento, la traté de imprimir, pero se terminó la tinta. Fuimos al “Office” e hicimos una fila de una hora para poderlo imprimir y engargolar. En todo momento se sentía algo de ese drama americano que retrata muy bien Breaking Bad o Better Call Saul; esa decadencia de luces frías, personas mayores tomando decisiones lentas, y un par de neuróticos en ropa holgada (nosotros) construyendo castillos en el aire.
Finalmente nos dirigimos a Querétaro. Llegamos al evento, un poco maltrechos después de una serie de peripecias incontables al estilo Mr. Bean, y nos asustamos al ver una fila de fans a fuera del recinto que se elongaba por más de una cuadra. Utilizando un poco de persuasión, pudimos entrar antes al lobby. Pero el karma nos alcanzó. Adentro todo era caos. Los del staff parecían Minions chocando unos con otros. Así que nos dirigimos al “jefe”, un joven foráneo que debido a su cubrebocas no puedo describir visualmente, pero despedía un fuerte aroma a roquefort. Nos maltrató lo suficiente para no preguntar más sobre la hora de entrada, señalando un lugar alejado en la orilla de la escalera. No fue nada personal, observé que a todos los compañeros de prensa los trataba igual de mal.
Nos percatamos que habíamos resuelto estar en el evento, pero no teníamos ni idea de la forma en que le entregaríamos el manuscrito. El sistema de seguridad era impresionante; un cuerpo conformado en su mayoría por personal femenino que daba órdenes a los asistentes de manera contundente, comandado por una mujer con tatuajes, piercings y un chaleco de cuero que recordaba a los Hells Angels (bikers que cuidaron a los Rolling Stones en el infame concierto de Altamont).
Vimos entrar al embajador con acceso especial; lo recibieron con pompa y boato, él parecía flotar inflado en importancia; volteé alrededor pero no encontré los Ferrero Rocher (más adelante chocaría con mi acompañante, la vio con desdén sin disculparse y se siguió flotando). ¿Cuándo nos tocaría a nosotros y cómo haríamos para acercarnos a Jarvis? Parecía imposible. Así que abrazamos nuestro manuscrito (cada quién traía una copia), y nos sentamos arrinconados en la orilla de la escalera que el jefe nos había señalado.
De repente, un joven muy alto, delgado, usando gafas y ropa de músico inglés, pasó frente a nosotros. Venía acompañado de personal femenino de seguridad. Le dije a mi cómplice: “Mira… seguro es el hijo de Jarvis, ¿voy?”. Me contestó que no, un tanto espantada. El joven entró al baño solo, vimos que era la oportunidad, asentimos y es como si me hubiera indicado: “ataca”.
Entré al baño, las Hells Angels que lo esperaban en la puerta, no me detuvieron. Por el espejo vi que estaba en los mingitorios, mientras yo fingía que me lavaba las manos (sin agua): me sentí, mal como si fuera un acosador. Era un momento muy incómodo, pero ¿qué opción tenía?
Esperé que terminara y viéndolo por el espejo le pregunté casualmente: “Eres hijo de Jarvis, ¿verdad?”.
Se detuvo, titubeó y con miedo me dijo que sí, como acorralado. Esperé que se lavara las manos mientras trataba de hacerle plática con lo mucho que se parecía a su papá. Después le extendí el manuscrito y le pedí que por favor se lo entregara. Se negó rotundamente, me explicó con bastante miedo que por motivos de seguridad no podía tocar ni recibir nada. Le pedí de favor que al menos leyera la carta introductoria. La leyó a fuerzas mientras yo sostenía el documento engargolado estirando los brazos; a cada segundo me sentía más mal, como si fuera Mark David Chapman extendiéndole un disco a John Lennon para que lo firmara. Salimos y lo dirigí para presentarle a mi partner-in-sin, según yo para que se diera cuenta que no era un maleante. La saludó amablemente y se retiró escoltado.
Le explique a mi coautora lo que había sucedido, nos tapamos los ojos con vergüenza, y con caras largas nos sentamos nuevamente en la orilla del desdén. Nuestra esperanza se estaba esfumando entre la melena ondeante del clon de Jarvis.
Se sintió un viento con aroma pungente, era el encargado mal geniudo que nos estaba dando la indicación de acceder. Logramos sentarnos en el mejor lugar, en la primera fila a unos metros de las sillas dispuestas en el escenario. En segundos nos rodearon fans y camarógrafos dispuestos a lo que fuera para tener las mejores tomas de Jarvis. Las Hell Angels seguían regañando a todo aquel que se acercara demasiado y ante cualquier aspaviento no dudaban en poner un alto inmediato. Aun con todo, la esperanza de entregarle el texto revivió. Solo teníamos que encontrar la oportunidad adecuada.
Después de unos minutos, empezó.
Jarvis Cocker entró acompañado por su entrevistadora, la encantadora Mariana H. Después de agradecer la calurosa recepción, Mariana se dispuso a tener una conversación. Lo que quizás ni ella ni el público sabia es que Jarvis no solo cantando es histriónico. Independientemente de las preguntas, el optaba por contar anécdotas de su libro recreándolas parado y actuando en el escenario. Los pretextos para hacerlo los traía en un costalito, en él estaban las mismas chucherías ilustradas bellamente en “Good Pop, Bad Pop”. Sus tesoros de inspiración: Muñequitos de plástico barato, gomas de mascar antiguas, parches, llaveros, monedas, jabones pequeños, y cualquier cantidad de triques de lo que llama cultura Pop, intercambiable con Pulp: “Porque la idea de que la cultura se revele mejor en los artículos descartables que en los artefactos reverenciados, me parecía fascinante. Y aun me parece”. Escribe en su libro.
Recordó momentos de su juventud donde al parecer se atrevía a cualquier cosa. Un día por impresionar a una chica, se colgó de la ventana pensando que podría pasar a la siguiente. Terminó con varios huesos rotos. Al actuarlo parecía que estábamos viendo una obra de teatro; un monólogo protagonizado por el actor Jarvis en el papel de Jarvis joven.
Mariana H, tenía tarjetas preparadas y preguntas que a veces Jarvis parecía ignorar o redirigir a su propio plan. En una ocasión se paró para explicar al público cómo de niño su mamá le puso un pantaloncillo alemán, esos que tienen dos bolsillos enfrente, lo cual lo hizo pasar de ser el “cuatro-ojos” al “dos-penes”. Todos reían con ese estruendo que se nota en los fans que no hablan el mismo idioma, pero que tienen toda la intención de comprender y celebrar. Una forma muy nacional de expresar cariño.
Es normal en mí no prestar atención por tiempo prolongado. En un momento me quedé ido recordando en cómo parecía que el excelentísimo embajador flotaba como Drácula.
Cuando sentí un codazo de mi querida socia:
—¿Estás escuchando?
—¿Qué?, ¿qué pasó?
—Ash…olvídalo—, exhaló con desprecio.
Y puse atención, Jarvis estaba hablando de una de las personas que cambió su vida y que tuvo mucha influencia en él. Se llamaba John Peel, un DJ que tocaba una amplia gama musical, incluyendo punk rock; género tenía estigma de malvado, desagradable y estaba prohibido. Le encantaba. Fue anunciado que llevaría su Roadshow al Politécnico de Sheffield.
“Vi un anuncio en el periódico local de que visitaría el politécnico; me emocioné mucho, era un momento ideal porque acabábamos de hacer nuestro primer cassette demo de Pulp, entonces me dispuse a hacer un dibujo para ponerlo de portadilla con crayolas pastel que nunca secaron, quedó la imagen toda grasosa, así que decidí envolverlo en un poco de plástico de cocina y lo guardé en mi pantalón. Me fui al politécnico de Sheffield y mi misión era que en algún momento le daría este cassette…. Entonces… dejen me paro para actuar esto…”
Mi pareja y yo nos volteamos a ver con ojos de plato. No lo podíamos creer, era un mensaje divino. ¿Cómo podía estar contando lo que nosotros estábamos viviendo? Fue una sensación mágica.
“….estaba ahí con un cassette en mi bolsillo y él estaba tocando discos de música, y estaba yo todo nervioso preguntándome: ¿cuándo se lo doy, cuándo se lo doy? La cosa era que parecía que siempre estaba ocupado porque ponía un disco tras otro, luego los volvía a poner en su sobre, no quería interrumpirlo y que se enojara. Entonces toda la noche estuve, así… nervioso, titubeando, viendo en qué momento, y entonces terminó. Y dije, diablos, tengo que hacerlo ya, entonces … comencé a caminar hacia el escenario y ya que yo iba acercándome, afortunadamente, él bajó del escenario cargando sus estuches de discos, llegué estiré la mano con nervios y le dije: “Mr. Peel, eeehh, yo tengo un grupo y me encantaría que escuchara nuestro cassette”, y se me quedó viendo, bajo uno de los estuches, extendió su mano y tuve que quitarle el plástico de cocina porque parecía que estaba envuelto más bien en papel de baño, y entonces se lo di y me dijo: “ah ok si lo voy a escuchar camino a casa” muchas gracias. Yo no sabía si lo iba a escuchar o no porque en su programa él decía que recibía muchos cassettes todas las semanas, pero…. que creen…. una semana después sonó el teléfono, pero mi abuela fue quien contesto porque mi abuelo tenía un cable interviniendo el teléfono para sonará al mismo tiempo en su casa que en la mía, creo que eso era ilegal, pero bueno cuando contestó le dijeron: “Hola, quiero que vengas a Londres a grabar una sesión para el show de John Peel”, y mi abuela contestó… “Yo creo que quieren hablar con Jarvis” y cuando llegue de la escuela ella me contó y fue como una explosión, porque mi sueño se volvió realidad y un par de semanas después fuimos a Londres a grabar la sesión fue cuando supe que seríamos famosos: Finalmente no funcionó, pero bueno…”(risas del público)
Voltee a ver a mi querida compañera, con desesperación. Pensé que ella se pararía a interrumpirlo o algo. Yo no me sentía con el valor, sabía que tenía que hacerlo, pero con tanto fanático imaginé mil escenarios negativos y en todos me abucheaban o me sacaban.
Los ojos se nos llenaron de lágrimas. Era el llamado y lo dejamos ir porque tuvimos miedo.
Al lado de mi sucedió algo que fue un aviso de lo que podría pasar. Un fotógrafo con un teleobjetivo enorme empezó a gritarle al personal de seguridad por no dejarlo filmar, inmediatamente llegaron más Hell Angels con un par de hombres de refuerzo y lo sacaron cargándolo de los brazos.
La conferencia continuó. Yo seguía tratando de asimilar la historia que contó y el mensaje detrás que el universo nos estaba dando. “Cuánta coincidencia Dios… piensa… piensa… fue al final cuando le entregó el cassette, así debo hacerlo yo. Pero a diferencia de Mr. Peel, él no bajará por este lado… será imposible”.
Terminó la entrevista y Jarvis Cocker probó que su capacidad creativa no se limita a la música. Su nuevo libro “Bad Pop, Good Pop” es bello en contenido y formato, y su exposición… casi actoral, llena de carisma.
Se despidió del público entre aplausos y gritos. Me levanté y vi una oportunidad: todo estaba como en pausa, o en extrema cámara lenta, como en las películas de Flash. Me repetía a mí mismo el mantra de nuestro libro: “¿Qué harías si no tuvieras miedo?”. Escuche la voz de mi compañera como lejana: “¡Ve, ve!”. Las Hell Angels no eran muy altas, así que me atreví a acercarme al escenario y grité como jovencito (cabe señalar que tengo 45 años): “¡Jarvis!”. Mientras mostraba el feo manuscrito encuadernando. Me ignoró. Me atajaron las de seguridad, pero no me empujaron ni me hicieron una llave.
Así que grité una vez más: “¡Jarvis!”. Me ignoró de nuevo. Y se dio la vuelta. Sentí como mis mejillas se debilitaron, se cayeron de tristeza inmediata, como las de un niño. Las escoltas me decían cosas, pero las ignoré. Finalmente dije con voz firme, sin gritar: “Mr. Peel, Mr. John Peel” Entonces Jarvis, cerró los ojos, se tocó el pecho y se dio la vuelta. Caminó varios metros hacía mí y estiró la mano. Su cara mostraba cierta sorpresa, tenía la boca un poco abierta. Estiré la mía y le entregué el texto diciendo el pitch más corto de mi vida: “Es una novela con un personaje basado en ti”. Asintió y se alejó de la orilla.
La corriente de gente nos llevó lejos, ya que avisaron que firmaría libros en español que estaban a la venta. Todo se tornó en un caos. Yo dudaba si se llevaría el texto o lo botaría. Así que me quedé viendo que hacía al retirarse. Lo dejó en la mesa. Mis mejillas se cayeron de nuevo. Pero se recuperaron en sentido inverso cuando tomó su costalito guardó sus cosas y metió ahí nuestro texto mal-traducido, tan pop como lo demás triques.
Han pasado cuatro semanas, y aun esperamos su contacto. Espero que alguna de mis abuelitas también intervenga “ilegalmente” la línea desde el cielo y le contesten. También, alguien que lea esto, quizás pueda ayudarnos a preguntarle.
No lo sé. Tal vez debí ser más punk y subirme al escenario y bajarme los pantalones. Es una historia que no contó en su libro, tal vez le da pena. Recordémosla juntos en este video: Jarvis irrumpe en la canción de Michael Jackson y muestra el trasero. Un poco de viejo publicity reciclado no le hará daño.
Por cierto, corroboré que no soy periodista. Este relato lo dejo como prueba y para que nunca se me olvide la razón: estoy completamente sesgado.
“Cierra la puerta. Escribe sin que nadie te mire por encima del hombro. No intentes averiguar lo que los demás quieren oír de ti; averigua lo que tú tienes que decir. Es lo único que tienes que ofrecer”.
Barbara Kingsolver
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