Las protestas “No Kings” en Estados Unidos movilizaron a millones de personas en un acto pacífico contra Donald Trump. Pero detrás de la multitud y la fuerza visual, se esconde un riesgo político: la ilusión de que la protesta garantiza cambios electorales.
El pasado fin de semana, más de dos mil ciudades y municipios en Estados Unidos se unieron en protesta contra de las políticas del gobierno de Donald Trump. Las protestas en ciudades como Los Angeles, Chicago, Seattle, y Nueva York fueron de las llamativas.
Se estima que más de siete millones de personas participaron en estas protestas a nivel nacional. En la ciudad de Los Angeles, docenas de miles de personas se congregaron en el centro cívico de la ciudad para manifestarse pacíficamente.
MIT SMR México se financia mediante anuncios y sociosEsto fue un gran contraste con las protestas que tuvieron lugar durante el verano. Esas protestas se vieron marcadas por casi 10 días de vandalismo y violencia, y en su gran mayoría los participantes protestaban contra las redadas masivas de inmigrantes que ICE comenzaba a desempeñar en el Sur de California.
Estas protestas “No Kings” fueron muy diferentes.
No solo por la ausencia de la violencia, sino también por la variedad de temas representados entre las multitudes. Había banderas palestinas, mantas con groserías dirigidas a ICE, las siempre presentes banderas mexicanas, carteles para denunciar el maltrato de animales, y hasta gente argumentando la protección del medio ambiente. Había de todo un poco.
Lo que los unía era el afán de declarar que estaban en contra de Donald Trump sin importar el pretexto. En esta ocasión, reclamaban las intenciones (explicitas o no) de Donald Trump en convertirse en un dictador – o en un rey.
El lema de los organizadores al llamar las protestas “No Kings” tiene como fundación el apelar al patriotismo de los “padres fundadores” de Estados Unidos y sus deseos de independizarse contra el Reino Unido, lo cual culminó con la guerra de independencia y el rechazo de la monarquía.
Visualmente, estas protestas fueron todo un éxito, con millones de personas participando de una manera pacífica y sin grandes disturbios. Eso fue una gran victoria en contra de la narrativa de Trump y su administración de que las grandes ciudades del país están fuera de control y que una intervención militar es necesaria.
El hecho de que ICE y sus agentes no estuvieran presentes en las protestas también fue una gran ganancia. Dados los recientes arrestos masivos en Chicago, no era difícil pensar que Trump mandaría a los agentes para instigar a la gente y causar disturbios. Pero no fue así. ¡Qué alivio!
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Como lo he mencionado antes, hoy en día, la mayoría de las personas consumen sus noticias basadas en sus cámaras de eco. La objetividad no existe.
Vivimos en un mundo donde las noticias son reducidas a un par de oraciones, y la gente consume su información conforme a sus gustos; por lo general, en plataformas que coinciden con sus propias opiniones.
En los días antes de las protestas, la división entre las narrativas de medios derechistas e izquierdistas no pudo ser más distinta.
“Estamos salvando la democracia”, argumenta la izquierda. “Le quieren dar beneficios de salud y el derecho a votar a inmigrantes”, argumenta la derecha.
Lo frustrante de ambas cámaras de eco es que ninguna dice la verdad.
¿Cómo así? Te preguntarás:
“¡Mira las millones de personas que salieron a demostrar su oposición a Trump!”
Este fue un gesto común en las publicaciones de redes sociales que vi dentro de mi propia cámara de eco. Y la verdad, me pareció absurdo.
Lo digo porque, en mi opinión, el que millones de personas atiendan protestas o mitines, no significa una victoria en las urnas.
Si no, pregúntale a Kamala Harris.
La clave aquí es lo siguiente: ¿cuántas de estas personas van a salir a votar en una elección especial en un par de semanas?
Los medios de comunicación izquierdistas no paraban de elogiar a los organizadores y de predecir que este tipo de protestas y participación masiva van a ser la causa de la derrota republicana en las elecciones del 2026.
Eso es un espejismo peligroso para los demócratas.
Antes de pensar en el 2026, hay que enfocarse en lo que todavía está en juego en el 2025.
Que la Proposición 50 sea aprobada por los votantes de California es la prioridad más importante que pueden tener los demócratas antes del 2026.
La Proposición 50 es una enmienda constitucional en California cuyo objetivo es reemplazar temporalmente los mapas de los distritos del Congreso del estado por unos nuevos designados por la legislatura estatal. Esto es en respuesta a las acciones de Texas, en la que rediseñaron sus mapas de sus distritos para favorecer a los republicanos.
Si la proposición es aprobada, efectivamente negaría las ganancias de los republicanos en el Congreso.
Las encuestas más recientes indican que la proposición sí será aprobada por los votantes, pero no por mucho. Un factor determinante será el número de votantes que participen en la elección. Pero por ser una elección especial, se espera que menos del 15 por ciento de los votantes elegibles acudan a las urnas o manden su voto por correo.
Para “salvar la democracia”, esto es un número muy bajo y nos demuestra el agotamiento que existe entre los votantes.
Hay que recordar que los republicanos ganaron la elección presidencial por dos razones principales: el número de votantes demócratas que no acudieron a las urnas y el agotamiento del mensaje del partido hacia grupos que históricamente los han apoyado, como la comunidad Latina.
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En mi contribución pasada argumenté que el uso del lenguaje entre los anuncios políticos en español e inglés era muy diferente y que el mensaje en español era mucho más simplificado e incluso victimiza a la comunidad Latina.
Un quién es quién de la política nacional han hecho anuncios a favor de la Proposición 50. Este fin de semana me tocó ver un anuncio de Barack Obama, en el que pide a los votantes que voten a favor de la proposición y que envíen su voto por correo ahora mismo.
También me tocó ver un anuncio de Alexandria Ocasio-Cortez, y me pareció un desperdicio total de recursos y de atención hacia la comunidad Latina.
No por el hecho de que sea Alexandria Ocasio-Cortez, sino porque ella no va a ser la persona que motive a la comunidad Latina en California a salir a votar a favor de una proposición que en su mayoría no entienden.
Sí, Ocasio-Cortez es una figura nacional. Pero la gente que se motivaría a votar después de ver su anuncio es gente que ya iba a votar a favor de la proposición. Si eres un votante Latino que ve su inicio en inglés o español y la reconoces, entonces la probabilidad de que ya hayas votado (sin su motivación) es muy grande.
A las votantes que hay que convencer son aquellos que le dieron la espalda al partido demócrata en las pasadas elecciones. Hay que educar y sacar a votar a las personas que se han hecho ciudadanos en los últimos años; hay que motivar a los vecinos, amigos y conocidos.
Hay que convencer a las personas que tienen miedo a ir a las urnas por la presencia de ICE u otros factores intimidantes.
Y la verdad sea dicha, esos recursos (para crear anuncios u otras formas de propaganda política) en español serían mejor utilizados en campañas para asegurarse de que los votantes elegibles se hagan presentes en las urnas.
Mi vecino, por ejemplo, no va a ser motivado por Ocasio-Cortez dando un mensaje generalizado sobre cómo es su deber salvar la democracia.
Lo que a él le importa es quién le va a ayudar a conseguir mejores oportunidades económicas, quién le va a ayudar a conseguir su sueño americano, quién le va a ayudar a emigrar a su familia, quién le va a ayudar a pagar sus gastos médicos y medicamentos.
A él no le importa salvar la democracia, a él le importa salvar su nivel de vida y tener la esperanza de poder avanzar socialmente.
El partido demócrata está aparentemente ciego a las necesidades de este tipo de votantes, y aunque la Proposición 50 será aprobada, las tácticas que el partido demócrata está utilizando como base para lo que serán las elecciones del 2026, son realmente preocupantes.
Alguien tiene que darle un sentido común a los líderes demócratas. Antes de preocuparse en salvar la democracia, deberían de verse en el espejo y darse cuenta de que no están avanzando en recuperar a los votantes que perdieron en la elección pasada y eso no garantiza una victoria en el 2026.
