Un motivo es lo que requerimos para determinar que todo posee sentido, cumplimos nuestra misión, aportamos a los demás y creamos mejores entornos de vida.
Cada acción que realizamos día a día puede ser pueril o trascendente. Ocurre lo mismo con nuestras decisiones, interacciones con otros y la vida misma.
Todo pasa por una criba invisible donde tomamos lo que consideramos relevante, bello y digno y dejamos atrás lo que no es significativo para escribir nuestra historia.
El trabajo, entonces, puede representar nuestro poder de creación o abandonar nuestro potencial a una serie de tareas descontextualizadas sin significado para nosotros.
La batalla entre la motivación y la disciplina
La motivación representa todo aquello por lo que nos jugamos la piel, mente y sentidos. Es una tarea superpuesta a nosotros mismos.
Representa nuestra misión de vida y marca la metamorfosis de personas con limitaciones, errores y miedos a la mejor versión de nosotros en la narrativa unipersonal. Es convertimos en héroes.
Durante la pandemia de COVID-19, las empresas que sortearon tal irrupción e incluso lograron crecer, fueron quienes clarificaron su misión y la compartieron con los miembros de toda la organización. Esa es la clave de la resiliencia.
En general, las empresas que tienen una misión o sentido claro afianzan objetivos, cohesionan fuerza y se convierten en “la luz al final del camino”. Tal metáfora se emplea como una esperanza ante el caos derivado de una crisis.
El panorama sombrío requiere un hilo conductor que nos permitan percibir tiempos mejores. Los problemas y dispersiones requieren paliarse para comenzar a actuar. El punto de partida inicia con la respuesta a ¿Para qué?
Si no se responde a esta interrogante, no hay trabajo en equipo, luz ni norte. Ante cualquier irrupción quedamos perdidos. Pero el ¿para qué? emerge de tener claro quiénes somos y qué hacemos. Sin esas respuestas previas no podremos contestar al trascendental ¿Para qué? Y representa el corazón de la motivación.
Un motivo es lo que requerimos para determinar que todo posee sentido, cumplimos nuestra misión, aportamos a los demás y creamos mejores entornos de vida.
La motivación más grande aparece cuando identificamos como una de nuestras acciones desencadena cambios positivos en otros. Si bien esta es una tarea personalísima que no debe soslayarse, las corporaciones pueden ayudar a ligar la misión empresarial con cada uno de sus colaboradores.
La acción para iniciar el encuentro con la misión es determinar las tareas y trascendencia de éstas en una empresa. Después debe ligarse a las metas de cada uno de los colaboradores. Encontrar el clic entre las visiones de una y otros.
Las metas comunes ayudan a fortalecer a los miembros de un equipo entre sí, crear sinergias, encontrar nuevas maneras de aportar y dar soluciones, pero también integrarla a nuestra historia y conformarla en parte de lo que somos.
Sólo de esta manera el trabajo se vuelve relevante para nosotros y podremos dotar de significados cada acción y emprendimiento. Ya no existe disociación entre lo que soy y lo que hago para obtener una remuneración. Se convierte en lo que quiero ser para el mundo.
¿Te falta motivación y estás en conflicto? Aprende a crear experiencias óptimas para vivir más feliz
La perniciosa bifurcación entre la vida personal y profesional entonces no existe ya. Se establece una simbiosis de realización, resultados y significados. El trabajo pasa a formar parte de quienes somos, que queremos y qué aportamos a la “otredad”.
La búsqueda de sentido, a fin de cuentas, es develar nuestra parte más activa de la proactividad. También clarifica la razón por la que arribamos a esta realidad tridimensional.
Así, encontrar la misión es develar el significado y camino. Es la estrella del norte y lo único que nos permite salir avantes de una catástrofe, cualquiera que ésta sea.