¿Dejarías todo para lanzarte al vacío? Ángel López dejó la dirección en una firma transnacional para ayudar a miles de personas como formador y mentor en gestión emocional y mindfulness.
La vida lo obligó a parar en seco. Ángel López apenas tenía 20 años y estudiaba el segundo año de la carrera de Administración de Empresas, cuando le detectaron un tumor en la espalda. Pasó más de dos meses en el hospital, en el departamento de oncología, sin saber si el cáncer anidaba ya en su cuerpo.
Por fortuna, el tumor resultó ser benigno y pudo retomar su vida. Pero algo cambió en él para siempre. Este frenón obligado le hizo muy consciente de la fragilidad de la vida. Ahí nació con toda claridad y fuerza su propósito superior: “Quiero ser feliz, no sé cuánto va a durar esto, pero yo quiero ser feliz”.
MIT SMR México se financia mediante anuncios y sociosAl terminar la carrera, su padre le pidió hacerse cargo del negocio familiar en España, una empresa de distribución de productos de pastelería, donde su hermana Rebeca López, de profesión psicóloga, llevaba el área de Recursos Humanos.
Pero su obsesión por la felicidad seguía ahí y se escapaba de vez en cuando a Nueva York con su gran amiga, Sol Aguirre, a comprar decenas de libros de autoayuda en Union Square.
En 2007, con su papá ya retirado por completo del negocio, Ángel decidió ponerlo en venta. Pronto surgió un comprador: la marca de galletas Lotus, de origen belga, cuyos directivos les pidieron a él y a su hermana que se quedaran al menos cinco años en la compañía.
Esos cinco años se volvieron 10: pasó de dirigir Lotus en España y Portugal, para luego liderar toda la región de América Latina y Canadá, con lo que primero se mudó a Santiago de Chile y, al final, en 2016, comenzó a radicar en la Ciudad de México.
El emprendedor que convierte tienditas en ‘mini Oxxos’
Un día, Ángel se despertó y no sabía dónde estaba. El techo, las paredes, las cortinas le parecían extrañas. Llevaba años viviendo en aeropuertos y hoteles de distintas ciudades, acumulando cansancio y estrés.
Por si fuera poco, el año 2016 le tenía preparado un coctel de crisis múltiples. Lo primero era el desgaste de tener que reportar a un jefe tóxico, acostumbrado a humillar y abusar de los miembros de su equipo. El segundo golpe lo recibió cuando se enteró que su hermana Rebeca había sido despedida por una nueva jefa en España.
La puntilla vino cuando su prometido, Manuel, decidió terminar la relación seis meses antes de su boda. Se fue justo cuando habían decidido mudarse juntos a la Ciudad de México. No pudo soportar estar solo en un departamento vacío y sin amueblar en un país nuevo. Esta profunda crisis lo obligó a encerrarse un mes en Madrid sin ver a nadie.
“Fue entonces cuando me di cuenta que muchos aspectos de mi vida no me gustaban, pues llevaba una vida muy deseable, pero no la vida que yo quería llevar. Estaba agotado”, cuenta.
En 2017 inició estudios de psicología positiva para tratar de anclarse a su búsqueda de la felicidad, pero en mayo de 2018 ya no pudo más: renunció a la empresa y se lanzó al vacío sin saber qué seguía para su vida.
“Los seres humanos generalmente nos movemos por una crisis. Si no nos cuesta, somos un poco huevones, como dicen en Chile, para movernos”, asegura.
En este camino, reconoce que ha tomado buenas y malas decisiones, pero, para él “siempre el movimiento es lo que te lleva al aprendizaje, lo que te lleva a la experiencia, lo que te lleva a la vida”.
A partir de este momento, un poco a ciegas, pero guiado por su búsqueda de la felicidad, que se convirtió en la búsqueda de la paz, hizo estudios de posgrado en Educación Socioemocional en la Universidad Iberoamericana y, junto a su hermana, desarrolló como proyecto de titulación un estudio sobre estrés que se convirtió en un libro conjunto, El método del estrés positivo.
Hoy, Ángel es un muy exitoso conferencista, formador y mentor, que trabaja con varias organizaciones en gestión emocional, liderazgo y mindfulness, mientras lo combina con una entrega semanal de su podcast Vuelve a Casa.
Para él, una frase que encontró en la serie The Last of Us resume su visión de la vida:
“Si no quieres morir, hay que moverse”.
The Last of Us, principios de management para sobrevivir a un apocalipsis zombie