Es momento de que todas y todos asumamos un cambio de paradigma y adoptemos esta esta visión, construyendo así un futuro más próspero y sostenible.
En un mundo cada vez más consciente de los desafíos ambientales que enfrentamos, la noción de una economía positiva para la naturaleza debería tener una mayor relevancia.
Este enfoque busca minimizar el impacto negativo de las actividades económicas en el medio ambiente, y generar beneficios tangibles para la biodiversidad y las personas, representando un cambio fundamental en la forma de concebir la sustentabilidad empresarial.
Históricamente, las compañías han priorizado su desarrollo y crecimiento a costa del deterioro de la naturaleza.
Sustentabilidad y sostenibilidad, ¿qué son y cómo diferenciarlas?
Actualmente, las actividades económicas y sociales de los seres humanos son la causa de que más de 44 mil especies de todas las evaluadas estén en peligro de extinción, incluyendo 41 por ciento de los anfibios, 26 por ciento de los mamíferos y 34 por ciento de las coníferas, según datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Estos modelos de negocio y consumo son claramente insostenibles, en un momento crítico en el que los efectos del cambio climático y de la pérdida de la biodiversidad se están intensificando.
En respuesta a la necesidad global de abordar los desafíos socioeconómicos y ambientales más urgentes, en 2015 se dio un primer paso cuando 193 países firmaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Así mismo, en 2022, 196 naciones se comprometieron en el Marco Mundial para la Biodiversidad de Kunming-Montreal, para detener y revertir la pérdida de la biodiversidad mediante la conservación del 30 por ciento de los ecosistemas marinos y terrestres, promoviendo además un manejo sostenible de la agricultura, la acuacultura, las pesquerías y la silvicultura.
Para lograr estos objetivos se requiere una colaboración conjunta entre comunidades, sociedad civil, gobiernos y corporaciones.
Estas metas requieren un cambio de paradigma y un nuevo modelo de sustentabilidad empresarial que se conviertan en economías positivas para la naturaleza.
La expansión de las economías positivas para la naturaleza implica una reorientación hacia modelos económicos que no solo sean compatibles con la conservación y regeneración de los ecosistemas, sino que promuevan también activamente su salud y resiliencia.
Esto implica repensar cómo producimos y consumimos bienes y servicios y cómo valoramos y contabilizamos los beneficios proporcionados por la naturaleza, desde la provisión de alimentos y agua limpia hasta la regulación del clima y la mitigación de desastres.
Los servicios ecosistémicos deben ser, por tanto, la base misma de nuestra economía y sociedad.
¿Cuál es el impacto de la economía circular en tu organización?
Las economías positivas para la naturaleza buscan integrar plenamente la conservación y restauración de los ecosistemas en las políticas y prácticas económicas, reconociendo que la prosperidad a largo plazo solo puede lograrse mediante un equilibrio armonioso entre el desarrollo humano y el cuidado del planeta.
Como ejemplo, un 38 por ciento de las áreas habitables de la Tierra ya están dedicadas a la agricultura y la cría de ganado y para el 2050 se necesitarán 300 millones de hectáreas adicionales de terreno para satisfacer la creciente demanda de productos agrícolas.
La agricultura debe convertirse en un proceso sostenible y a largo plazo, que represente un cambio sustancial en las prácticas habituales de gestión de los recursos naturales.
Para lograr una transformación verdaderamente significativa, es necesario un compromiso conjunto que requiere una combinación de políticas públicas sólidas, innovación tecnológica y un cambio cultural en las empresas hacia una mayor inversión por la conservación de la naturaleza.
Sin duda, la expansión de las economías positivas para la naturaleza no solo es esencial para abordar los desafíos ambientales actuales, sino que también ofrece oportunidades significativas para el desarrollo económico, la equidad social y la resiliencia a largo plazo.
Por ejemplo, las inversiones en soluciones basadas en la naturaleza son un componente clave del cambio transformacional, proporcionan estímulo económico, social y ambiental al crear empleos, proteger la naturaleza, acelerar la descarbonización y mejorar la resiliencia climática, según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Pero la inversión actual marca un 86 por ciento de fondos públicos y solo 14 por ciento de inversión privada.
Por ello, es momento de que todas y todos asumamos un cambio de paradigma y adoptemos esta esta visión, construyendo así un futuro más próspero y sostenible.
Esther Quintero, Directora Técnica de Conservación Internacional México