El delicioso croissant no es de origen francés y le debe mucho a María Antonieta. Además, ¿sabías que es uno de los panes preferidos por la gen Z?
El croissant es un símbolo de la gastronomía francesa. Sin embargo, ¿sabías que ese famoso panecillo no es de origen galo? En efecto, los panaderos de esa región europea modificaron la receta original de Austria de manera magistral e hicieron que su país adoptara el panecillo como un símbolo propio.
Algunas personas piensan que el “kipferl” fue el pan que sirvió como modelo para que los franceses desarrollaran el croissant, ya que son similares: con forma de media luna y hecho con nueces.
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Muchos chefs opinan que la elaboración del manjar francés es muy fácil, ya que sólo se necesitan masa de hojaldre, levadura y leche para ejecutarlo. Además, es un alimento versátil ya que puede contener chocolate o jamón y queso (como es consumido regularmente por los mexicanos).
Estos son algunos datos que harán que enamorarte aún más del bollo que Francia hizo famoso.
La forma de media luna que tiene ese pan no es una coincidencia, ya que desde su inicio fue concebido para hacer referencia a la bandera oficial del imperio otomano (con una luna dibujada en ella) y es que en 1683 estuvieron a punto de invadir Viena, de donde es originario el kipferl.
En ese entonces, el imperio turco trató de invadir Viena durante la noche, sin embargo, los panaderos vieneses (quienes solían trabajar a altas horas de la madrugada) descubrieron su plan y evitaron caer presos de los musulmanes.
Para conmemorar ese día, los gobernantes europeos le pidieron al pueblo crear un pan con el cual pudieran hacer mofa de los otomanos y decir que “se estaban comiendo a un turco”.
Odiada por unos, amada por otros. Francia le debe a su última reina el haber exportado la idea de hacer panes en media luna a tierras galas en 1770.
De acuerdo con algunos relatos populares franceses, Maria Antonieta junto con su esposo, el rey Luis XVI desayunaban de forma diaria un croissant acompañado con una taza de café.
El cuernito es la adaptación mexicana del croissant. En el país ese es uno de los panes preferidos por las familias mexicanas (al lado de las conchas o de las donas) y llegó a tierra azteca durante la segunda invasión francesa.
Las escritoras e investigadoras mexicanas Cristina Barros y Mónica del Villar mencionan en su libro, “El santo olor de la panadería” que durante y después de ese periodo (que inició en 1862) en las panaderías de México se comenzó a observar la presencia de esos bollos. Que llegaron junto con las técnicas de los chefs franceses.
De acuerdo con el informe de Iri, empresa dedicada al análisis de datos, “Pan Fresco Tendencias / Ganar con los consumidores jóvenes”, en 2022 el croissant se ubicó como uno de los panes favoritos de la generación Z estadounidense y posteriores.
Junto con los wraps y los bagels, los jóvenes prefieren ese tipo de bollos en comparación con los famosos panes de caja.