Las empresas que fabrican y venden productos que duplican las conexiones humanas están satisfaciendo una necesidad profunda, pero también podrían estar cambiando normas del comportamiento social.
Muchos expertos creen que el aumento y la automatización son las estrellas brillantes de los usos comerciales de la Inteligencia Artificial (IA), pues a manera de una promesa de mayor productividad ha encendido la imaginación de los ejecutivos.
No obstante, entre sus sombras, un número creciente de aplicaciones y dispositivos de IA están ayudando a los humanos a satisfacer la necesidad básica de conectarse con los demás. En particular, los mercados están formándose lentamente en torno a robots artificialmente inteligentes, emocionalmente sintonizados y receptivos con las personas que identifican como compañeros. Ciertamente, si los veteranos del ejército forman vínculos con drones, es posible formar conexiones emocionales con sus bots, ya sea en lugar de las alternativas humanas o en adición de ellas.
Donde hay una necesidad individual no satisfecha, existe una oportunidad de negocio. Los problemas sociales a gran escala, como la epidemia mundial de soledad, están impulsando la demanda de compañeros robots. La AARP[1] o Asociación Americana de Personas retiradas estima que uno de cada tres adultos estadounidenses mayores de 45 años sufre de soledad crónica.
En Gran Bretaña, los investigadores preven que nueve millones de adultos, muy a menudo o casi siempre, se sienten solos; uno de cada tres adultos mayores de 75 años dice que sus sentimientos de soledad están fuera de control. En enero de 2018,
Gran Bretaña nombró a un ministro de la soledad, después de reconocer el grave costo multimillonario en la economía del Reino Unido. La soledad se asocia con la muerte prematura, la pérdida de productividad y diversos costos en la salud.
Más de una docena de nuevas organizaciones están desarrollando robots compañeros domésticos. Si bien algunos están luchando, hay pocas dudas de que exista demanda de estos productos y es probable que aumente con el envejecimiento de la población.
El cuidado y atención hacia los ancianos “está convirtiéndose rápidamente en uno de los desafíos de atención médica más abrumadores de nuestros días”, menciona el exprofesor de la Escuela de Medicina de Harvard, William A. Haseltine. Un informe de la Oficina del Censo financiado por el NIH (Instituto Nacional de Salud) arroja que para 2050, casi el 17% de la población mundial ó 1,600 millones de personas, tendrá al menos 65 años, el doble del porcentaje actual.
Ciertas compañías están desarrollando robots para proporcionar servicios a ese grupo creciente de población, como hacer recomendaciones de horarios, ofrecer recordatorios de medicamentos y coordinar la atención; aunque la mayoría de estos no están diseñados específicamente para la soledad, brindan la compañía que muchos ancianos necesitan desesperadamente.
Entonces, la tecnología no es sólo una causa de la epidemia de soledad, como muchos sugieren. También es posiblemente una solución. La popularidad inicial de los robots sociales sugiere que hay bastante demanda reprimida de alternativas no farmacéuticas, no sólo para enfrentarse a la soledad una vez que llega, sino también para evitarla antes de ese momento.
Por supuesto, la necesidad humana de conexión es tanto física como emocional. La demanda del mercado de robots sociales que satisfagan los apetitos sexuales está aumentando de igual forma.
Si pensaste que Tinder era malo, el sexo con tu propio robot ahora es una opción, y miles de personas se están aprovechando. Los emprendedores están combinando avances en ciencia de materiales, robótica, tecnología de sensores y procesamiento del lenguaje natural para crear simulacros anatómicos que brindan placer físico. Por supuesto, este enfoque para satisfacer una necesidad básica puede no ser duradero para una persona determinada. Algunos dudan si constituye una relación en absoluto. Aun así, sin estructuras reguladoras en torno a los sexbots -y sin ninguna en proceso-, los efectos de esta industria en crecimiento inevitablemente reajustarán las normas sociales.
Noel Sharkey, de la Foundation for Responsible Robotics, comenta: “Estamos haciendo todo esto con las máquinas porque podemos, y no estamos pensando realmente en cómo esto podría cambiar la humanidad por completo”. Los fabricantes de algunas muñecas sexuales robóticas buscan expandir las ventas a las instalaciones de cuidado de ancianos. Los burdeles de muñecas sexuales ya existen en Corea del Sur, Japón y España.
Las oportunidades de mercado para la IA social se extienden más allá del cuidado de los solitarios y los ancianos. Los robots colaborativos (también conocidos como “cobots”) sustituyen la conexión social tradicional en el lugar de trabajo (por ejemplo, Pepper de SoftBank se utiliza como asistente de servicio al cliente en hoteles).
Los juegos en línea, impulsados por Inteligencia Artificial, como Fortnite, o los sitios de citas como Match.com se basan en algoritmos para ayudar a personas de ideas afines a encontrar y conectarse entre sí para evitar hacer el trabajo ellos mismos, cuestión que para los introvertidos sería insoportable.
Entender la IA social como creadora de mercados es fundamental para los estrategas de las empresas, así como para los desarrolladores de productos. Pero es igualmente importante reconocer que, para bien o para mal, los arreglos sociales que damos por sentado, hoy en día, están también en juego.
Los roles que los seres humanos juegan en su propia vida y en la de los demás están cada vez más mediados por actores tecnológicos de terceros con mayor capacidad emocional, sofisticación lingüística y social. Las implicaciones son a la vez desalentadoras y claras: si parte de lo que nos hace humanos es conectarnos emocionalmente con otros y la tecnología juega cada vez más el papel de conector emocional, lo que significa ser distintivamente “humano” se convierte en una cuestión mucho más complicada.
Las ramificaciones sociales de los productos de Inteligencia Artificial social no son exclusivamente para que los reguladores las utilicen. Los creadores de productos y servicios de este tipo social deben andar con cuidado y considerar realmente la diferencia entre “¿Podemos hacer y vender esto?” y “¿Deberíamos fabricar y vender esto?”. La pregunta es: “¿los ejecutivos que buscan enfrentarse a los males sociales reales y apremiantes con la Inteligencia Artificial social trabajarán de manera efectiva con los reguladores para enfrentar las consecuencias no deseadas de sus esfuerzos comerciales?”
Nota: esta es una versión adaptada del artículo que aparece en la edición impresa Invierno de 2019 de MIT Sloan Management Review.
Versión al español: Armando Cintra Benítez
A partir de:
https://sloanreview.mit.edu/article/even-if-ai-can-cure-loneliness-should-it/
[1] Asociación sin fines de lucro, es una ONG fundada en 1958, cuando Ethel Andrus fusionó la Asociación Nacional de Maestros Retirados. (Nota del traductor)