La cultura de la queja puede ser mortal para las empresas. En vez de centrarte en los problemas, lleva a tu equipo a enfocarse en las soluciones, dice José Antonio Amutio, cofundador de Tucané.
Empezaron vendiendo 50 piezas de ropa desde la cajuela de su coche en Guadalajara. Su sueño era crear una marca de ropa mexicana con la calidad suficiente para competir con las grandes marcas globales.
José Antonio Amutio y su socio, Salvador Cantarero, se conocieron en el primer semestre de la universidad. La idea de crear Tucané, su propia marca de ropa, surgió en una plática de pasillo.
“Le contábamos a nuestros conocidos y era un mar de risas. ‘¿Cómo crees que le vas a competir a estas marcotototas?’ ¿Y cómo se va a llamar la marca?’ Tucané, ja, ja, ja”, recuerda José Antonio que se burlaban.
Su primer obstáculo ocurrió cuando querían innovar creando prendas coloridas, como los tucanes. Para hacerlo necesitaban comprar telas de varios colores, pero los proveedores sólo les podían vender rollos completos, que ellos no podían pagar.
“¿Cómo le hacemos? Se nos ocurrió ir con esos teleros a decirles que íbamos a hacer unas muestras y necesitábamos pedazos de tela. Y así empezamos”, cuenta.
Después de catorce años de esa aventura de dos estudiantes, Tucané hoy es una empresa consolidada de fabricación y comercialización de prendas de vestir con más de 50 puntos de venta propios y más de 100 distribuidores, entre los que se encuentran Liverpool, Amazon, Mercado Libre y Privalia.
Con ventas en ocho diferentes países, forma parte de Grupo Morett, que agrupa a ocho marcas con una historia de más de 40 años en diferentes industrias, con un portafolio de más de 35,000 productos.
Después de pasar por varias crisis y de seguir tomando riesgos, José Antonio dice:
“Le tengo más miedo a no hacer las cosas, prefiero hacerlas, equivocarme y darle la vuelta, que no hacerlas.”
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Acostumbrado a cuidar su alimentación, pero fan de los taquitos al pastor de la Ciudad de México, José Antonio tiene especial cuidado en lo que le da de comer a su mente, dice en entrevista para el podcast Fábrica de Líderes, de GS1 México.
Para él, el secreto consiste en la continua reflexión del contenido que consume, de las personas con las que convive y de los temas de los que habla.
“Muchas veces como sociedad estamos nomás viendo la queja o hablando del otro. A veces yo les digo (a mi equipo), un día hagamos una reflexión, callemonos y sentémonos en una mesa para ver de qué estamos hablando, y el 80 por ciento son chismes, es hablar del tercero, es quejarse de algo, es justificar nuestra improductividad por algo más, y no nos estamos haciendo responsables de la situación”, dice.
Por eso, explica, su equipo y él trabajan en la construcción de una empresa culturalmente responsable, donde la clave es dejar de lado las quejas o las lamentaciones para centrarse en trabajar en soluciones.
“Creo que cuando empezamos a cambiar eso, a ser proactivos, a trabajar en soluciones más que en problemas, empieza a cambiar todo.”
Sin dejar de innovar, José Antonio apostó por crear tiendas laboratorio en un centro comercial y en la Universidad Anáhuac, donde las nuevas generaciones pueden poner en práctica sus conocimientos, crear nuevos productos o nuevos procesos, y luego conectar con aliados estratégicos para llevar su idea al mundo real.
Fiel creyente de lo bien hecho en México por talento mexicano, dice que la única forma de llevar a los equipos de la queja a la acción es “tener bien claro cuál es el propósito, quién soy, dónde estoy, a dónde voy y por qué y para qué voy a hacer lo que quiero hacer”.
Esa es la única fuente inagotable de inspiración y la única vacuna para las quejas, dice.
“Cuando aportas algo que viene desde tu pasión, desde tu gusto, y lo encuentras, es otro rollo.”
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