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Cuando las opciones son tan pocas y malas que la libertad se vuelve un mito: El caso argentino, espejo para Latinoamérica

Tanto Argentina como Latinoamérica deberían poder tener la oportunidad de elegir al menos entre candidatos que basen sus propuestas económicas y de desarrollo con base a la evidencia científica en favor de la ciudadanía, y no en su ideología.

Marcelo S. Tedesco 21 Nov 2023

El diccionario del lenguaje de Oxford define libertad con tres acepciones principales:

Facultad y derecho de las personas para elegir de manera responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad”; “Estado o condición de la persona que es libre, que no está en la cárcel ni sometida a la voluntad de otro, ni está constreñida por una obligación, deber, disciplina, etc.” y “Permiso o falta de impedimento para hacer una cosa”.

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Todas estas definiciones implican ciertas características claves: responsabilidad, sociedad, derecho, ausencia de obligación, falta de impedimento. Todas y cada una de las acciones libres implican también dos cosas: voluntad (deseo) y sobre todas las cosas, opciones.

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Nací y crecí en el seno de una familia del conurbano bonaerense en Argentina, empobrecida, al punto de que mi madre tenía que salir a pedir comida para poder alimentarnos, entre otras, como consecuencia de las crisis de mediados de la década del ochenta.

Tuve la fortuna de tener una infancia feliz, con amigos que conservo hasta la fecha. Dentro de ese contexto, como muchas otras personas, tuve opciones, para esas opciones tenía libertad de elegir, pero para otras tantas cosas que para la mayoría de los lectores son naturales, no las tenía.

Por ejemplo ni yo, ni mi madre podíamos elegir que comer, estábamos sometidos a la voluntad de otras personas. Millones de personas en el mundo no son libres de elegir que comer, ni que vestir, a veces ni siquiera son libres de elegir a un gobernante dentro del contexto democrático o no, algo bastante frecuente en Latinoamérica.

Con el tiempo, a mis 18 años surgió una oportunidad, irme a vivir a otro país, para entonces mi familia estaba mejor económicamente, ya no pedíamos para comer, gozábamos de un abanico más amplio de opciones, más libertad si se quiere. No me fui por no tener opciones.

Argentina estaba llegando al final de una época de 10 años de prosperidad – como suelen ser los ciclos económicos en este país – que me había permitido transitar mi adolescencia con mucha más plenitud que mi infancia.

Esa libertad, más todas las opciones que se me presentaron después, me permitieron llegar a ser Director de Estrategia de TOSHIBA Latinoamérica, Director Ejecutivo del Foro Empresarial de MIT, después Investigador Afiliado al MIT y finalmente a fundar mi propia iniciativa internacional de investigación en Ciencias Económicas que hoy opera en 5 países (los mitos alrededor del éxito los expliqué en este artículo).

Las opciones y la voluntad son la base de la libertad, y esta es la base de la prosperidad, pero cuando las opciones son tan escasas que ninguna de estas da respuesta a nuestras necesidades, a nuestra voluntad, entonces no tenemos libertad, lo que tenemos es una obligación.

Esta es la situación a la que se enfrenta Argentina hoy. Dentro del contexto democrático, las opciones son tan poco adecuadas para lo que el país necesita que la libertad de elección parece transformarse más bien en obligación.

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Incluso no votar a ningún candidato no es ejercer la libertad de no elegir, porque esa opción no satisface las necesidades, se está sometido a las circunstancias de la escasez.

Por un lado, uno de los candidatos representa en gran medida la continuidad de quienes en parte son responsables de la crisis actual. La última bala de un sector del populismo demagógico de centro izquierda.

Aunque explicar la dinámica política de Sergio Massa en estas breves líneas parecería absolutamente reduccionista, es en síntesis lo que representa para más del 60 por ciento del electorado argentino.

Por el otro lado tenemos a Javier Milei, un candidato producto del propio fracaso de casi 20 años de políticas clientelares.

Alguien que se autoproclama libertario y esgrime verborrágicamente los postulados teóricos de la escuela económica liberal. Parecería más allá de las parafernalias, algo nuevo, pero no lo es, sólo es más extremo.

Me han preguntado varias veces que pienso de sus propuestas económicas (uno de los ejes de la crisis argentina), mi respuesta es siempre la misma: El Libertarismo es a las Ciencias Económicas lo que la religión es a la Biología Evolutiva y querer explicar las dinámicas económicas a través de la teoría liberal es como querer explicar la evolución del ser humano usando el relato del Génesis.

Milei en su pensamiento de extrema derecha libertaria y populista esgrime que incluso elegir morirse de hambre es ejercer la libertad, tal como lo declaró en un debate moderado por el periodista Jorge Fontevecchia en el diario Perfil y reproducido por el canal Net TV en Mayo de 2022.

Como he explicado, si no es tu deseo, si no cubre tus necesidades básicas, si las alternativas están determinadas por la escasez de opciones, si va en contra de tu derecho a la existencia (o a cualquier otro derecho humano), si no es una elección responsable o si perturba la convivencia social, entonces no estás ejerciendo la libertad.

Más allá de lo filosófico, tanto Argentina como Latinoamérica deberían poder tener la oportunidad de elegir al menos entre candidatos que basen sus propuestas económicas y de desarrollo con base a la evidencia científica en favor de la ciudadanía, y no en su ideología.

Los postulados del liberalismo económico han sido descartados una y otra vez por la ciencia en los últimos 50 años, sin embargo se siguen esgrimiendo como verdades absolutas, se han transformado en dogmas, en una religión.

Le guste o no a los teóricos liberales, las decisiones de las personas no son racionales, no somos escencialmente competitivos, somos biológica y socialmente cooperativos, y nada, absolutamente nada en el universo funciona de manera aislada, son todos sistemas interconectados (una explicación científica la pueden encontrar aquí).

Por supuesto que el populismo demagógico de izquierda, el clientelar, tampoco es una opción deseable.

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La historia política latinoamericana de los últimos cien años nos enseña que la ideología política gobernante es un péndulo que oscila de derecha a izquierda, que con cada fracaso de la ideología de turno se recorre un poco más al otro extremo.

Las propuestas de la clase gobernarte que basa su política pública en ideología trae como consecuencia la falta de solución a las necesidades de la población y por consiguiente, sociedades cada vez más polarizadas.

Latinoamérica se enfrenta a un desafío mayúsculo, dejar de pensar ideológicamente, para probar con gobernantes que entiendan que las respuestas están en la ciencia y no en las creencias.