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Vivir de puritita suerte

Puedes vivir de la esperanza de ganarte la lotería, de persistencia y trabajo duro, o de cachar las oportunidades que te da la vida. Yo vivo de puritita suerte, y me gusta. Aquí te cuento.

Genaro Mejía 03 Dic 2024

Hace justo un año que me iba a morir, pero no me morí. Estuve 45 días en cama, enfermo, sin trabajar, pasando las noches nadando en sudor, con delirios y casi sin dormir. Puedo decir que tuve mucha suerte.

La suerte es, en nuestra cultura mexicana, un elemento omnipresente. “¡Mucha suerte!”, solemos decirle a alguien cuando está a punto de enfrentar un evento importante: un examen, una entrevista laboral, una petición de matrimonio y hasta un pitch ante inversionistas.

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Suerte, destino, casualidad, azar, no importa cómo le digamos, pero todos tenemos la idea de que hay cosas importantes que pasan en nuestras vidas que están fuera de nuestro control.

Por eso te cuento lo que me pasó hace un año y digo que tuve mucha suerte, pero también tengo que decirte que, tras salir de la enfermedad, sigo viviendo de puritita suerte. Me refiero a que trabajo, gano dinero y sostengo a mi familia de una muy particular especie de suerte.

Para explicarte esto que suena muy loco, primero te comparto los cuatro tipos de suerte que identifica James Austin, neurólogo y filósofo en su libro Chase, Chance and Creativity o, por lo menos, como yo las entiendo:

  1. La suerte “tonta”, que es cuando alguien juega todo el tiempo a la lotería o algún otro juego de azar, esperando que algún día gane. Aquí es donde pones tu vida en manos del azar, sin ‘nadita’ de esfuerzo.
  2. La persistencia, que tiene que ver cuando tú quieres lograr algo e insistes, insistes e insistes. Aunque fracases, lo vuelves a intentar, hasta que un día logras el empleo de tus sueños o creas un empresa exitosa, y todos te dicen “¡Qué buena suerte tuviste!”, pero fue pura persistencia y trabajo duro.
  3. La oportunidad, que es una mezcla de algo fuera de tus manos y algo que tú tienes que hacer. “Cachar” la oportunidad te será más fácil si te encuentras estudiando, preparándote, conociendo gente, si estás atento al mercado y a las personas. También, como ves, implica trabajo.
  4. La reputación, que es cuando tu historia de vida y de trabajo se convierte en tu destino. Se refiere a un momento de tu vida, cuando has trabajado por años, dando lo mejor de ti, siendo responsable y profesional, entonces construyes una reputación, un prestigio. Y así viene la mejor de las “suertes”, esa donde todo el mundo quiere trabajar contigo, ser tu cliente, hacer alianzas y negocios contigo.

Te confieso que yo vivo de este cuarto tipo de “suerte” y tiene que ver con la historia que le cuento al mundo de mí.

No hay que dejarle todo el trabajo a la suerte. Usar el poder de la comunicación estratégica y del storytelling puede echarle una mano a tu destino. Como dice Austin:

“El azar es involuntario y caprichoso, pero no es inmune a las intervenciones humanas”.

La mala suerte sí existe, ¿qué hacer?

Dejar de buscar y que te busquen

En un mundo saturado de mensajes, donde todos buscamos que nos vean, que nos quieran, que nos compren, cada vez es más difícil destacar de entre los demás. La publicidad y el marketing cada vez la tienen más difícil, y se debe a que se enfocan en buscar una satisfacción inmediata: que te compren ya.

Pero cuando usas narrativas poderosas y una estrategia de comunicación profunda y permanente, entonces estás trabajando en el largo plazo: en construir esa reputación y ese prestigio que te dará de comer para siempre. Como a mí.

“Tu carácter, tu reputación, son cosas que puedes construir y que luego te permitirán aprovechar oportunidades que otras personas pueden caracterizar como afortunadas, pero tú sabes que no fue suerte”, dice Naval Ravikant, empresario e inversionista de India.

Así que es hora de empezar a contarle al mundo esa historia única donde tú eres la persona más confiable para hacer un trabajo. Para que empieces a vivir de puritita suerte.